“Vivimos y dormimos en el personaje. El ejercicio es desconectar y conectar a lo que realmente somos: el ser. La diferencia entre ser o espíritu y persona o personaje”. Con esta premisa, Pepe Imaz, un ex tenista que después de dejar el tenis en su mejor momento, se dedico a acompañar a otros profesionales y se convirtió en el entrenador mental de Novak Djokovic, quien fue el número 1 del ranking mundial de la ATP; comienza su charla con Enric Sánchez en su podcast, Vidas Contadas.
Una charla donde llama la atención sobre la importancia del ser y la necesidad de eliminar máscaras innecesarias de cara a la sociedad. Para ello, hace la distinción entre cuerpo y alma, ser físico y espiritual, que Imaz asegura es “prioritario al físico” para que podamos tener esta experiencia de vida.
Imaz fue coach de figuras como Novak Djokovic.
“El cuerpo físico necesita comer y beber, pero el ser también, pues se alimenta de amor. Si yo no alimento al ser, muere. Si le alimento con amor, cariño y respeto, se siente bien. Ese sentirse bien del ser hace que el cuerpo físico sienta más ganas, más alegría, más intenciones, más deseos”, explica Imaz.
El problema, según Imaz, es que desde pequeño solo se nos enseña a alimentar el cuerpo físico. “De manera indirecta, se nos enseña que si hacemos las cosas muy bien la gente nos va a dar respeto, nos va a aceptar, a dar nuestro lugar. Aprendemos que si nos centramos en eso, seremos felices”, explica.
Pepe Imaz, en 'Vidas Contadas'. El ex tenista acaba de publicar su nuevo libro, 'El arte de entrenar tu mente'.
“Si tu personaje lo hace mejor, si consigues lo máximo, serás feliz. Pero consigues cositas, notas algo de alegría, incluso euforia… Pero eso que tenías como objetivo, te está angustiando, te estresa”.
Para Imaz, todo se arregla en el momento en el que se da cariño, comprensión, acompañamiento y aceptación al ser. “En ese estado hay armonía, hay bienestar. La diferencia entre personaje y ser es muy grande, pero no pueden ir separados”, insiste. “Me encanta hacer algo, lo hago, lo intento hacer bien… A veces sale bien, a veces no, pero el ser siempre tiene que estar nutrido”, insiste. “No nos define, aunque nos hayan convencido de que somos eso”.
Pepe Imaz: “Con 17-18 no podía más. Explotó mi personaje. El ser pedía comidas y yo solo le daba partidos y victorias ganadas”
Imaz cuenta cómo el tenis se convirtió en su “salvavidas” cuando solo era un adolescente, su vía para encontrar la felicidad. Dejó de estudiar y se centró en el tenis, dedicándose en cuerpo y alma al deporte.
Sin embargo, las victorias y los aplausos no le dieron lo que ansiaba. “Seguía queriendo acabar con todo”, admite. Hasta que un día encontró algo que le hizo salir. “Me di cuenta que lo que estaba buscando y deseando era amor. No sabía expresar lo que era. Acompañamiento, amor, estar al lado”, explica.
Pepe Imaz, en 'Vidas Contadas'. El ex tenista acaba de publicar su nuevo libro, 'El arte de entrenar tu mente'.
Jugaba horas al tenis, hasta que se dio cuenta que emitía juicios muy negativos de manera inconsciente hacia su manera de jugar y su persona. Decidió cambiar el chip, en positivo, y comenzó a notar los efectos positivos en su ser. “La euforia y la alegría se digieren fatal”, asegura. Esto, unido al cambio de especialidad deportiva por recomendación médica, hizo no solo que se redescubriese, sino que encontrara su ser.
Pepe Imaz: “Cambié la euforia por ganar por la felicidad”
El tenis fue su vida, pero descubrir que ganar era lo principal para ser respetado, también. Es por eso que ahora trabaja como entrenador o coach de grandes estrellas, como Novak Djokovic. Aún así, es consciente que no se puede “enseñar” a otros, recalcando que la labor que él realiza es un acompañamiento desde su propia experiencia.
“Sí es cierto que otros jugadores profesionales que me pidieron que fuese su coach. Pero tienes que ser consciente de quién eres. Nadie puede cambiar a nadie, pero podemos compartir”, insiste. Actualmente, Imaz también dirige su propia academia de tenis, donde entrena y se dedica a acompañar a otras jóvenes y futuras promesas.
“A mí me decían cosas bonitas, pero al personaje, no al ser, que era un ser maravilloso, como todos. Eso me ayudó a no empaparme en la gloria, que es lo que te lleva al hoyo”.
