Samantha Álvarez, experta en crianza: “No le digas ‘no llores’: tu hijo necesita sentir que su tristeza es válida y que tú no vas a rechazarle”

Psicología infantil

En lugar de distraer o minimizar su malestar, acompañarle en la tristeza le enseña que no necesita estar siempre bien para ser querido

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Samantha Álvarez enseña cómo validar las emociones de los niños para que no crezcan reprimiendo lo que sienten

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Instagram | @samanthacrianza

Cuando un niño llora o se siente triste, la reacción instintiva de muchos adultos es distraerlo o intentar que deje de llorar cuanto antes: “Mira el pajarito”, “No llores”, “Venga, no es para tanto”. Pero este enfoque, aunque bienintencionado, no ayuda en absoluto. Lo que realmente necesita ese niño es saber que su emoción es válida y que no está solo mientras la atraviesa.

Así lo explica Samantha Álvarez, especialista en desarrollo infantil y divulgadora de crianza real, en un vídeo que acumula miles de visualizaciones en redes: “Cuando tu hijo está triste no necesita que le digas ‘no llores’, sino sentir que su tristeza es válida y que tú no vas a rechazarle por ello”.

“Regular las emociones no es aprender a evitarlas, es aprender a transitarlas acompañado”, explica Álvarez. Por eso, insiste en que frases como “no pasa nada” o “venga, anímate” solo alimentan la idea —equivocada— de que sentirse mal es algo negativo que debe esconderse.

Acompañar, no distraer

La trampa de decir ‘no llores’

La propuesta de esta experta es sencilla, pero profundamente transformadora: acompañar la emoción, no taparla. En lugar de distraer o minimizar lo que siente tu hijo, puedes decirle cosas como:

  • “Estoy aquí contigo.”
  • “Veo que estás triste.”
  • “Es normal sentirse así a veces.”
  • “¿Quieres contarme qué te pasa o prefieres que simplemente te acompañe?”

Frases que envían un mensaje poderoso: “Puedes sentir lo que sientes. No te voy a rechazar por eso”.

Validar su tristeza es acompañar

Un aprendizaje que dura toda la vida

Según Álvarez, acompañar de esta manera no solo calma el momento, sino que construye algo mucho más importante: seguridad emocional. “Estas palabras le enseñan que sentirse mal no es un problema, que no tiene que esconder lo que le duele ni fingir que está bien para ser querido”, subraya.

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Además, recuerda que vivimos en una cultura que premia la alegría y esquiva el dolor. Por eso es tan reparador para un niño —y también para cualquier adulto— saber que alguien puede sostener su tristeza sin intentar borrarla.

Porque sí: la tristeza también tiene espacio en una crianza respetuosa y saludable.

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