Un grito no necesita justificación. Tampoco la necesita el pecho, la cuna, ni el colecho. La crianza no debería depender de teorías sobre lo que pasará dentro de veinte años. El debate suele girar en torno a eso, a si un gesto hoy dejará secuelas futuras, como si educar consistiera en adivinar el futuro.
Carlos González lleva años desmontando esa forma de pensar. En uno de los episodios de la serie Criando sin miedo, disponible en YouTube, explicó que lo que realmente le molesta es cómo se recurre a hipotéticas consecuencias a largo plazo para defender decisiones que deberían basarse en principios básicos y no en predicciones.
Crianza
Obsesionarse con lo que vendrá solo complica lo que ya está pasando
En ese contexto, señaló que “me molesta mucho la manía que tenemos de justificar lo que hacemos o no hacemos por supuestas consecuencias a largo plazo”.
Ese tipo de razonamientos se aplica tanto a la violencia física como a cuestiones de crianza más cotidianas. González señala que algunas personas defienden el colecho diciendo que fomentará la seguridad, mientras otras lo critican porque podría crear dependencia.
Lo mismo ocurre con la lactancia materna, que se defiende o ataca en función de hipotéticos beneficios o perjuicios futuros. Frente a esa forma de pensar, plantea que lo relevante es el acto en sí, no lo que supuestamente provocará dentro de veinte años.
Pone un ejemplo muy concreto para desmontar esas teorías. Según su planteamiento, si dos personas adultas ocupan puestos de responsabilidad y una fue amamantada mientras la otra tomó biberón, resulta prácticamente imposible distinguirlas por eso.
Bajo esa lógica, afirma que es absurdo intentar prever el futuro carácter o éxito de una persona adulta en función de si durmió solo, compartió cama o fue cogido en brazos: “¿Tú crees que se distingue?”.