El bienestar físico y emocional es uno de nuestros principales objetivos vitales. Tal y como ocurre con el cuerpo, el cerebro sufre las consecuencias del día, cada uno distinto del anterior. Tan pronto como nos despistamos, podemos sentir dolor, agotamiento, pulsaciones, ansiedad, nervios y muchas más afectaciones. El cuerpo debe estar limpio por dentro y por fuera, pero la mente también merece una atención especial.
En este sentido, una de las grandes preguntas que surgen es: ¿en qué momento nuestras emociones acaban jugando una mala pasada junto a nuestras acciones? Una duda que ha querido resolver Eva Bach, pedagoga con cerca de 40 años de experiencia y columnista del Ara. Mediante una intervención en Aprendemos Juntos 2030, el ciclo de conferencias de BBVA, la invitada destacó la legitimidad de las emociones contra el error de nuestros actos.
“Todas las emociones son legítimas. Lo que puede no ser legítimo es lo que hacemos con ellas. Tenemos derecho a sentir cualquier cosa, No tenemos derecho a hacer cualquier cosa con lo que sentimos. Tenemos derecho a enfadarnos. Tenemos el deber de aprender a canalizar, a transformar, a expresar nuestro enfado de forma que no dañe ni nos dañe. Todas las emociones son necesarias. La clave en salud emocional es la palabra ‘suficiente’”, remarcaba.
“Ni exceso ni carencia de ninguna emoción. Hay un aforismo precioso, anónimo, dice así, ten la suficiente felicidad que te haga dulce, los suficientes tropiezos que te hagan fuerte, la suficiente tristeza que te haga humano y la suficiente esperanza que te haga feliz. Lo podemos extender a todas las emociones. Si yo nunca siento miedo, voy a cometer imprudencias. Si siento un miedo excesivo, me va a paralizar. Si nunca siento rabia, me voy a dejar pisar. Si siento una rabia excesiva, seguramente voy a pisar yo”, insistía.
No es una flaqueza
Recientemente, la psicóloga Inma Puig remarcó el hecho de que la sensibilidad se asocie a la fragilidad: “Esta resistencia a compartir emociones y sentimientos viene dada porque todavía está asociada a debilidad, a vulnerabilidad. La idea de que, si muestras tus sentimientos, estás enseñando unas cartas donde luego te pueden hacer daño por ahí, y nadie quiere ser vulnerable. Pero, el compartir las emociones y los sentimientos no es un indicador, ni de vulnerabilidad, ni de debilidad, al contrario, es un indicador de sensibilidad”.
“Solo el sensible es confiable. No hay que fiarse del insensible. De estas personas frías y duras que van a sacar provecho a costa de la salud emocional de estas personas, son una especie que tendríamos que ponerla dentro de las especies a extinguir. El pasado ha sido de los fuertes físicamente. El futuro es de los sensibles”, sentenciaba.