¿Qué pasaría si tú comieras solo galletas saladas y bebieras apenas medio vaso de agua al día? Suena absurdo, ¿verdad? Pues eso, en versión felina, es lo que viven muchos gatos. Lo advierte Ana Castel, experta en salud felina y responsable de la cuenta @universomichi.ana, vinculada a su tienda de alimentación consciente para gatos en Zaragoza: “Un gato que solo come pienso necesita beber 50 veces más agua que tú”. Y no, no lo consigue.
Una necesidad biológica, no una moda
La experta defiende que la comida húmeda o cruda no es un lujo, sino una forma de preservar la salud renal y articular del gato
Castel lo explica en un vídeo que ha dado la vuelta a las redes por la claridad y la urgencia de su mensaje: “Un gato necesita unos 60 mililitros de agua por kilo de peso. Es decir, un gato de cinco kilos requiere unos 300 mililitros al día. Si solo come pienso —que tiene un máximo de un 10 % de humedad— y toma unos 60 gramos al día, apenas estaría ingiriendo 6 mililitros con su comida. El resto debería beberlo… y no lo hace”.
¿Por qué no lo hace? Porque el gato, a diferencia del perro, no es un gran bebedor por naturaleza. Proviene del desierto y su organismo evolucionó para obtener agua de su alimento. Pero el pienso seco rompe ese equilibrio: el animal cree que está bien hidratado, pero su cuerpo no opina lo mismo.
Y eso tiene consecuencias. “Es habitual tener gatitos en casa rozando la deshidratación de forma permanente. Nos acostumbramos a ello, y ellos también”, alerta Castel. Entre los problemas más frecuentes por falta de agua: orina muy concentrada, cálculos urinarios, cistitis idiopática, estreñimiento, decaimiento, e incluso problemas articulares prematuros. “Las articulaciones necesitan agua para mantenerse flexibles. Cuando no llega, se rigidizan y aparece la artrosis, incluso en gatos jóvenes”, explica.
Además, el tipo de agua que se consume también importa. Castel diferencia entre el agua que se ingiere junto a los nutrientes —como en la comida húmeda o cruda— y la que se bebe de forma aislada. “El agua que va con la comida se absorbe lentamente, el riñón la recibe sin estrés y la aprovecha mejor. En cambio, el agua bebida por separado llega de golpe, provoca picos de filtrado y se elimina rápido. El riñón trabaja forzado”, resume.
La alimentación húmeda no es un capricho, es prevención”
La solución, según esta especialista, pasa por cambiar el chip: “La alimentación diaria de un gato debería ser húmeda casi en su totalidad. Lo ideal es la comida cruda tipo BARF. Si no es posible, al menos prioriza la húmeda. Y deja el pienso como un pequeño complemento para emergencias o picoteos”.
Castel pone como ejemplo su rutina en casa con sus propios gatos: “Yo les preparo pollo con caldo de huesos, zanahoria y minerales. El caldito está lleno de gelatina y colágeno, cocido durante veinte horas. No es una sopa, es hidratación real”. Y añade: “Si es verano, se lo doy a temperatura ambiente. Si hace frío, lo caliento un poco. Lo importante es que coman jugosito”.
Una alimentación deshidratada y pobre en agua puede provocar colapsos, daños renales y hasta la muerte en casos extremos. “Cuando un gato jadea, pierde agua tres veces más rápido. Si no se le hidrata rápido, sus órganos dejan de funcionar bien. Es muy peligroso”, advierte Castel.
Porque hidratar a tu gato no va solo de dejarle un bebedero lleno: va de repensar todo lo que das por hecho. Va de cuidar con intención. “Ningún ser vivo está diseñado para vivir a base de comida deshidratada”, recuerda Ana Castel.
Así que la próxima vez que llenes su cuenco, pregúntate esto: ¿estás alimentando a tu gato… o solo estás haciéndolo fácil para ti?