Andrea Vicente, psicóloga: “Cada verano llegan parejas a consulta con discusiones, sin deseo o sintiéndose distantes porque se detiene todo lo que antes lo tapaba”

BIENESTAR

El verano pone a prueba a las relaciones porque puede que sea la primera vez en meses que una pareja se mira sin excusas ni interferencias

Andrea Vicente, psicóloga, en consulta

Andrea Vicente, psicóloga, en consulta

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El verano no rompe parejas, solo saca a la luz lo que durante el año se ha ido silenciando. Sin la rutina como anestesia, muchas relaciones se enfrentan, por fin, a esos vacíos que el trabajo, los niños o las prisas ayudaban a disimular. Aparecen los silencios incómodos, las discusiones en bucle, la falta de deseo o esa desconexión que duele pero que nadie sabe cómo nombrar. No es falta de amor, es falta de herramientas. Las vacaciones no arreglan lo que se arrastra, solo lo hacen más evidente. Por eso, cuanto antes se mire de frente, antes se puede cuidar. Y si no sabéis por dónde empezar, pedir ayuda no es el final: es el comienzo de una relación más consciente.

“Durante el año muchas sobreviven gracias a la rutina. Pero en verano aparece esa convivencia real, los silencios, la incomodidad... Estamos expuestos a redes sociales y allí vemos cuerpos imposibles, parejas perfectas... y tenemos vacaciones limitadas... Es ahí donde surge esa creencia trampa de si ni en vacaciones estamos bien, es que esto no tiene sentido”, explica la psicóloga Andrea Vicente en un vídeo en sus redes sociales. 

Pareja vacaciones

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“Pero, ¿y qué me decís que vamos ligeritos de ropa? ¿Creéis que esto influye? Pero no por deseo, sino por inseguridades, comparaciones, celos... y muchas parejas no saben cómo gestionar eso desde la confianza”, apunta. Y es que septiembre, según un estudio de la Universidad de Washington, es uno de los meses con más rupturas del año. El estudio analizó más de 500.000 expedientes durante 14 años, entre 2001 y 2015, y detectó un patrón estacional muy marcado: se producían picos de ruptura en marzo (tras Navidad) y en agosto-septiembre (tras el verano). 

El estudio analizó datos de divorcios legales presentados en tribunales del estado de Washington, aunque no incluyó separaciones de hecho, rupturas de noviazgos, ni relaciones de pareja no formalizadas por el matrimonio. Y aunque es un indicador fuerte de crisis de pareja, no abarca todo el espectro de rupturas que vemos socialmente (como noviazgos o convivencias sin casarse). Por eso, otros análisis complementarios, como los que se han hecho a través de datos de Facebook o encuestas, sí reflejan patrones más amplios, incluyendo quiebres en primavera y finales del verano. 

El problema es creer que las relaciones se salvan en las vacaciones, “se construyen todo el año”. “Cada verano lo veo en consulta: parejas que llegan con discusiones constantes, sensación de distancia… o directamente sin deseo. Y no es que pase “de repente”. Es que por fin se para todo lo que lo tapaba”.

Durante el año, la rutina actúa como una anestesia sutil: entre el trabajo, los niños, las tareas y los compromisos, muchas parejas sobreviven sin mirar demasiado lo que no funciona. Pero en vacaciones, con más tiempo juntos y menos distracciones, esa especie de tregua se rompe. Y lo que antes se tapaba, ahora se siente más fuerte: discusiones que se repiten todo el rato, conversaciones incómodas que se siguen evitando, momentos de intimidad que ya no se buscan y una desconexión que duele, pero que nadie sabe muy bien cómo nombrar, ni mucho menos cómo enfrentarse a ella.

Pareja vacaciones

Pareja vacaciones

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“No es que haya menos amor. Es que falta comunicación, límites, deseo, espacios propios… y sobre todo, herramientas. Muchas parejas intentan solucionarlo solas y aguantan hasta que ya no pueden más. Pero cuanto más se espera, más se enfría y más cuesta reparar. No esperéis a estar mal del todo para pedir ayuda. Si sientes que algo se ha roto (o se está apagando)”, explica la psicóloga. 

Por tanto, las vacaciones no son el problema: son el espejo. No provocan rupturas, solo hacen visibles las grietas que ya estaban ahí. La desconexión, el desgaste o la falta de deseo no aparecen de repente, simplemente dejamos de poder ignorarlos. Pero eso no significa que todo esté perdido. Las relaciones hay que construirlas durante el año y si algo no está funcionando, es mejor pedir ayuda. No es un fracaso recurrir a los profesionales: es una forma de cuidar lo que te importa. 

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