“La vida no tiene como propósito hacernos las cosas fáciles ni garantizarnos una felicidad superficial. Todo lo contrario: nos desafía constantemente y nos invita a crecer, a evolucionar y a mejorar en todas nuestras dimensiones humanas”. Con estas palabras, el empresario y experto en desarrollo personal Álex Rovira resume su visión sobre el sentido de la existencia. De esta necesidad de cambio, resolución y adaptación constante nace el concepto que da nombre a su último libro, Homo Solver, escrito junto a su compañero Francesc Miralles.
“La definición del Homo Solver parte de una idea: cada problema que enfrentamos encierra una oportunidad disfrazada. Y una mente abierta, curiosa y resiliente puede ver soluciones donde otros solo ven fracasos u obstáculos”, explica Rovira a La Vanguardia. Se trata de una evolución del Homo sapiens que demuestra que, para vivir, ya no solo basta con conocer, sino que es indispensable adquirir la capacidad de resolver.
En una serie de conversaciones con ambos autores, desde este diario hablamos con Rovira para descubrir más acerca de esta evolución humana y le planteamos una serie de problemas cotidianos para conocer cuál sería la mejor forma de abordarlos por parte de un Homo Solver.
Francesc Miralles y Álex Rovira en la presentación de su último libro Homo Solver
Imaginemos una persona que se siente perdida y no sabe cuál es su propósito en la vida. ¿Qué consejo le daría un Homo Solver?
Para mí, la principal fuente de propósito suele estar en las heridas, en el sufrimiento y en el trauma. Rumi, el poeta persa, decía que es por la herida por donde entra la luz, y yo creo que también es por la herida por donde sale la luz. Por ejemplo, la persona que ha sufrido maltrato encontrará en ayudar a otras que están sufriendo una fuente de propósito. A veces pensamos que el propósito debe estar vinculado al placer. Y sí, puede gratificarnos, pero el sentido profundo tiene que ver con transformar el sufrimiento en amor y creatividad hacia los demás. Estoy muy en la línea de Viktor Frankl: el sentido de la vida depende del amor. Cuando te entregas a lo que amas, la vida vale la pena. Y “vale la pena” es precisamente una expresión popular que conecta con el propósito.
La principal fuente de propósito suele estar en las heridas, en el sufrimiento y en el trauma
Luego, por supuesto, hay otras formas de encontrar el propósito. También tiene que ver con aquello que moviliza nuestras aspiraciones y capacidades. Ahí entra el modelo del Ikigai, que nos habla de aquello que te gusta, que se te da bien y que además puede convertirse en una fuente de ingresos. En resumen, hay dos grandes vías para encontrar el propósito: la que une aspiraciones, capacidades y vocación, y la que transforma el sufrimiento en servicio hacia los demás.
Ahora imaginemos a un amigo que tiene baja autoestima y no se gusta cada vez que se mira al espejo. ¿Qué le diría un Homo Solver?
Una cosa es la autoestima y otra la autoimagen. La autoimagen es no gustarse físicamente al mirarse en el espejo. La autoestima es cuánto me quiero. Y el autoconcepto es cuánto me valoro. La solución para mejorar la autoestima —que depende mucho del afecto recibido en la infancia, pero también del que recibimos como adultos— y la autoimagen —que suele formarse durante la adolescencia— pasa por fortalecer el autoconcepto.
A veces hay que tomar la decisión crucial de cambiar de entorno para poder ser quien realmente quieres ser
¿Y cómo se mejora el autoconcepto en la adultez? Es muy simple: aportando valor al mundo, a los demás, y siendo reconocido por ese valor. Invirtiendo en mejorar, en aprender, en crecer. Estudiar, formarse, ganar seguridad. Que la seguridad no dependa del físico, porque el físico, inevitablemente, se va deteriorando con el tiempo. Muchas personas que han llevado a cabo grandes proyectos lo hicieron tras vivir fracasos amorosos, rechazos o burlas en su juventud. Y entonces dijeron: “Ahora vais a ver de lo que soy capaz”. Y empezaron a trabajar.
Cuando te entregas a lo que amas, la vida vale la pena
En el trabajo, muchas personas temen poner límites y sienten miedo, por ejemplo, al pedir un ascenso o mejores condiciones. ¿Cómo afrontaría esta situación un Homo Solver?
Si tú crees que vales más de lo que cobras, hay una frase muy clara: en la vida no tienes lo que mereces, tienes lo que negocias. Así de simple. Hay gente muy buena que no tiene lo que merece porque no se lo han dado, o porque no lo ha pedido. Y hay personas que tienen lo que no merecen porque se aprovechan de otros o lo roban. Así que yo le diría a esa persona que el Homo Solver entiende que la vida es un proceso de negociación. Primero, con uno mismo, y luego, con los demás.
No podemos decirle al joven “¡ánimo, tira para adelante!”, sin más. Hay que crear las condiciones mínimas para que pueda hacerlo
Haz un inventario de todo aquello en lo que aportas valor: tus capacidades, tus talentos, tu experiencia, tu personalidad, tu conocimiento... Con eso en mano, puedes negociar una mejora de condiciones. Y si no te la dan, y no estás a gusto porque no te reconocen, entonces es momento de buscar un lugar donde sí lo hagan. Porque si tú no pides, no se te dará. Como dice el dicho: “Quien no llora, no mama”. Pero el Homo Solver no llora. El Homo Solver busca herramientas que le aporten soluciones. Como dijo Shakira: “Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”. Eso es muy Homo Solver.
¿Y qué le diría un Homo Solver a alguien que no para de compararse con los que le rodean y necesita validación constante en sus redes sociales?
Para empezar, quien se compara siempre pierde, porque en la comparación inevitablemente encontrarás atributos en los que saldrás perdiendo. Incluso si eres el mejor en algo, nadie es el mejor en todo. Por eso, lo primero es centrarte en ti mismo. Lo segundo, centrarte en mejorar. Y lo tercero, darte cuenta de que la realidad de las redes sociales es una realidad editada. Así que olvídate de las apariencias y céntrate en realidades. Busca referentes auténticos, sólidos. Y en lugar de envidiar, admira. Porque la envidia es admiración vestida de frustración. Cuando una persona, en el fondo, admira pero no tiene aquello que admira, se frustra. Y en vez de aprender, se amarga. Por eso, si en vez de caer en la envidia eliges la admiración, cambia toda tu perspectiva. Admirar significa mirar hacia arriba. Y en lugar de decir “qué rabia que tiene lo que yo no tengo”, pregúntate: ¿qué ha hecho esa persona para lograrlo? Y si no estás dispuesto a pagar ese precio, tal vez no sientes verdadera admiración y debes buscar otros modelos más alineados contigo.
Para Álex Rovira, el fracaso es, muchas veces, el error vestido de culpa
Siguiente situación: una persona tiene miedo al fracaso y a que las cosas no le salgan como había planeado. ¿Qué consejo le daría un Homo Solver?
Lo primero sería entender que el fracaso es, muchas veces, el error vestido de culpa. Y eso es peligroso. Vivir desde la idea del fracaso hunde a las personas, porque genera las dos emociones más destructivas que existen: la vergüenza y la culpa. En cambio, si interpretas lo que no salió como esperabas como un error, entras en una emoción mucho más poderosa: la responsabilidad. Y la responsabilidad te permite aprender, corregir, compensar, pedir perdón, rectificar y crecer. Cuando le preguntaron a Edison, tras fallar cientos de veces en sus experimentos con la bombilla, si se sentía fracasado, él dijo: “Yo no soy un fracasado, ahora sé mil maneras de cómo no hay que hacer una bombilla.” Esa es la actitud.
El Homo Solver busca herramientas que le aporten soluciones. Como dijo Shakira: “Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”
En una relación amorosa, cuando alguien atraviesa una ruptura traumática y siente que el mundo se le viene abajo… ¿Cómo reaccionaría un Homo Solver ante una experiencia así?
Lo primero es aceptar que hay que atravesar un proceso de duelo. Y si la persona siente realmente que se le ha acabado el mundo, lo más saludable es pedir ayuda terapéutica, buscar acompañamiento emocional para entender qué siente que ha perdido en ese “naufragio”. Es fundamental entender que, aunque ahora duela, siempre que llovió, paró, y que la vida traerá nuevas oportunidades. Pero para poder salir adelante, hay que comprender qué pasó y qué significaba esa relación. La esencia del Homo Solver, tanto en el amor como en cualquier otro ámbito de la vida, es la necesidad de comprender para poder actuar.
Vivimos en una sociedad estresada, con la sensación constante de que llegamos tarde a todo. Nos angustiamos si no estamos siendo “productivos”. ¿Cómo gestiona su tiempo un Homo Solver?
El Homo Solver establece prioridades y sabe diferenciar lo urgente de lo importante. Tiene un esquema mental claro que le permite estructurar su tiempo de la mejor manera posible, sabiendo que siempre habrá imprevistos. Otro criterio que usa es el de: resolver, delegar o descartar. Es decir, ante cualquier tarea que entra en su bandeja de entrada —sea WhatsApp, email o cualquier otra fuente—, se pregunta: ¿Lo puedo resolver ya? Hazlo. ¿Lo puede hacer otra persona? Delégalo. ¿No aporta valor? Deséchalo. Y además, se formula periódicamente qué debe dejar de hacer, qué debe seguir haciendo y qué debe empezar a hacer.
Un cambio de hábitos solo se produce cuando hay un sentido de importancia verdadera
¿Por qué crees que a tantas personas les cuesta aplicar la disciplina en su vida?
Porque, en lugar de actuar desde el adulto, muchas veces funcionan desde su niño o niña interior. El niño busca el principio del placer, mientras que el adulto busca el sentido del deber y la realidad. Y eso lo cambia todo. Hay personas que actúan desde su madurez, y son esas las que hacen que el mundo funcione bien. Son las que reducen las listas de espera, las que hacen que los sistemas tecnológicos y humanos funcionen. Esas personas son auténticas Homo Solver.
Hay personas que actúan desde su madurez, y son esas las que hacen que el mundo funcione bien
Además, un cambio de hábitos solo se produce cuando hay un sentido de importancia verdadera. Cambias aquello que consideras crucial, incluso si cuesta. Y si no lo haces, es porque hay otras prioridades que se imponen. Muchas veces, si alguien quiere cambiar un hábito pero no lo logra, es porque está satisfaciendo otra necesidad. Por ejemplo, come dulce para calmar una ansiedad o angustia. Esa necesidad emocional pesa más que la decisión de ponerse en forma.
Si una persona quiere avanzar y su entorno no se alegra de sus logros y no le anima a desplegar sus alas, entonces no está en un entorno adecuado
¿Qué hace un Homo Solver cuando se encuentra atrapado en un entorno negativo que limita su crecimiento personal y profesional, sin caer en el victimismo?
La respuesta es clara: cambiando de entorno. Si una persona quiere avanzar, prosperar, crecer, y su entorno no se alegra de sus logros, no le anima a desplegar sus alas, incluso le frena o le envidia, entonces no está en un entorno adecuado. El Homo Solver se mueve en valores como el coraje, la responsabilidad, el propósito, la humildad, la confianza, el rigor, la entrega y el servicio. Si no estás rodeado de personas con esos valores, estás en un entorno que te reduce. Y es importante saber que hay entornos que elevan y otros que hunden.
Aunque ahora duela, siempre que llovió, paró, y la vida traerá nuevas oportunidades
Hay un dicho que dice que eres el promedio de las cinco personas con las que más tiempo pasas. Puede que no sean cinco, quizá sean siete o diez, pero el punto es que los valores, actitudes y hábitos de las personas que nos rodean crean un pH emocional en el que vivimos. Reducir lo que te reduce, te hace crecer. A veces hay que tomar la decisión crucial de cambiar de entorno para poder ser quien realmente quieres ser, y no quedarte en un lugar que te somete o te retrae.
Vivimos en un mundo que cambia constantemente: tecnología, economía, sociedad... Muchos jóvenes sienten que nunca podrán acceder a una vivienda ni tener una vida estable como la de sus padres. ¿Qué haría un Homo Solver en esa situación?
Aquí hay un problema crítico que ya no depende solo del individuo. Esto no lo puede resolver únicamente un Homo Solver como sujeto aislado. Hace poco estuve en unas jornadas organizadas por La Vanguardia y la Fundación AXA, donde compartí los resultados del barómetro de salud mental juvenil. La conclusión fue muy clara: los problemas de salud mental en los jóvenes no son solo por los jóvenes, sino porque se les ha robado la esperanza.
La esencia del Homo Solver, tanto en el amor como en cualquier otro ámbito de la vida, es la necesidad de comprender para poder actuar
Si sabes que, por mucho que trabajes, no verás los frutos; si ves que acceder a una vivienda es casi imposible, que la presión fiscal se lleva gran parte de tus ingresos para sostener una clase política corrupta… eso hunde la moral de cualquiera. Entonces, aquí no se trata de una respuesta individual, sino colectiva. Si no se genera esa respuesta colectiva, la sociedad se hundirá. Los primeros que deberían ser Homo Solver son los responsables de lo público. No podemos decirle al joven “¡ánimo, tira para adelante!”, sin más. Hay que crear las condiciones mínimas para que pueda hacerlo.
Muchos jóvenes sienten que nunca podrán acceder a una vivienda ni tener una vida estable como la de sus padres
Por eso siempre digo: en la vida no tenemos lo que merecemos, sino lo que somos capaces de negociar. Y aquí, la única salida es la negociación colectiva. Que los jóvenes se empoderen, se organicen, denuncien, escriban, creen espacios de debate, artículos, libros que agiten conciencias. Porque el Homo Solver no puede solucionarlo todo solo. Necesitamos cambios estructurales y colectivos.
¿Cómo hace un Homo Solver para llegar al final de su vida con la sensación de haber sido feliz y de ser recordado por quienes ama?
La muerte es un destino inevitable. Y para llegar a ella en paz, uno debe vivir de tal manera que, cuando llegue el momento de la despedida, pueda hacerlo con una sonrisa serena, con el corazón lleno de gratitud y con la certeza de haber vivido con sentido. Porque nuestro legado no será lo que hemos acumulado, sino lo que hemos compartido, lo que hemos inspirado y el amor que hemos sembrado en cada encuentro. Si hemos sembrado consciencia, amor y autenticidad en nuestras relaciones, entonces podremos irnos con la mente serena, el corazón pleno y el alma agradecida.


