Imagina que vas caminando por la calle, se abre una puerta por el viento y te rompe la nariz. Ahora imagina que estás boxeando y, en pleno combate, te dan un golpe que también te rompe la nariz. El daño es el mismo, un dolor físico a causa de una nariz rota. Pero cuando hablamos de lo emocional la situación cambia, el daño es diferente.
Para Jorge Carrasco, experto en autoconocimiento y procesos de transformación personal, la respuesta es clara. “El cuerpo tiene su propio ritmo de sanación, pero lo emocional depende por completo de la historia que tú te cuentas sobre lo que te pasó”, afirma. “Una misma herida física puede durar unas semanas; una emocional, si no se trabaja, puede permanecer activa durante generaciones”.
Carrasco pone el foco en algo que suele incomodar: la manera en que interpretamos el dolor. Cuando nos sentimos ofendidos, dolidos o incluso tristes, debemos buscar de donde nacen esos sentimientos, interpretarlos y darles lugar para actuar ante ellos. “No reaccionamos ante lo que nos pasa, sino ante la interpretación que hacemos de lo que nos pasa”, explica.

Mujer con dolor
Y esa narrativa, muchas veces, se convierte en una prisión. En lugar de buscar comprensión y crecimiento, nos aferramos al rol de víctimas. “Nos gusta buscar culpables para evitar asumir responsabilidad. Porque cuando hay un culpable claro, nosotros quedamos como inocentes... e inmóviles”, señala.
El mensaje de Carrasco es directo, incluso incómodo para muchas personas: no eres lo que te pasó y a veces cuesta reconocerlo. “Puedes haber vivido una traición, un abandono, una injusticia, un golpe. No se trata de minimizarlo ni de justificar al agresor. Nombramos el dolor, reconocemos su impacto. Pero también necesitamos entender que si seguimos repitiendo esa historia como identidad, nos estamos haciendo daño una y otra vez”.
Por ello, aunque en numerosas ocasiones resulte muy complicado, se debe hacer ese trabajo para separar el dolor de lo que verdaderamente somos, ya que esto provoca que muchas personas se queden en el episodio del trauma.
“Cuando has vivido una experiencia que no pudiste digerir emocionalmente, te congelas. Dejas de crecer en esa área de tu vida. Te quedas en ese niño herido que no pudo entender ni gestionar lo que ocurrió. Y sigues viviendo desde esa herida, aunque tengas 30, 40 o 60 años”. Por tanto, es necesario el trabajo interno para seguir adelante y que cuando se repitan los patrones, sepas actuar diferente.
La pregunta es: ¿por qué te haces daño? ¿Por qué te estás maltratando tú a través del otro?
Salir del bucle requiere una decisión consciente: dejar de definirse por lo que sucedió. “El trauma necesita acompañamiento, tiempo y contención, pero también necesita que, en algún punto, decidas dejar de identificarte con la herida”, insiste Carrasco. Y eso no es negar el dolor, sino asumir que puedes hacer algo con él, más allá de repetirlo.
“Hay personas que, tras un trauma, descubren una fuerza que no sabían que tenían”, dice Carrasco y eso es fantástico. En ocasiones, las personas no son conscientes de la fuerza interna que tienen y que son capaces de superar cualquier cosa y lidiar con lo que venga.
“Y otras que, sin darse cuenta, siguen usando aquel hecho como excusa para no avanzar, para no amar, para no confiar. Se quedan atrapadas en la historia del dolor, como si ese episodio definiera lo que merecen o lo que pueden esperar del mundo”.

Mujer triste
Esto sucede con frecuencia en el terreno amoroso: si en relaciones pasadas alguien ha sido traicionado o ha sufrido una infidelidad, es fácil caer en la creencia de que todas las relaciones futuras terminarán igual. Pero no tiene por qué ser así. “El pasado puede doler, pero no debería condenarte a vivir con el freno puesto”.
Pese a ello, no se trata de culpabilizar a quienes han sufrido, sino de invitarlos a cambiar de perspectiva. Muchas veces no es una tarea sencilla, ya que no se es consciente de ello. Porque si bien no eliges lo que te hicieron, sí puedes elegir qué hacer con eso ahora. “Tu libertad comienza cuando comprendes que no eres un acontecimiento. No eres un insulto, ni un abandono”.
“Eres lo que decides construir con lo vivido”, añade. Por último, el experto concluye: “La pregunta es: ¿por qué te haces daño? ¿Por qué te estás maltratando tú a través del otro? A través de tu historia. ¿Eso es amor propio? Cuando has tenido un trauma y te has quedado en ese proceso de congelación, cuando no se ha resuelto, desde esa edad dejaste de crecer en esa área. Te quedaste en ese niño. No has evolucionado ahí. Sigues perpetuando el conflicto a través de lo que hay más presente”