Nuestro bienestar es clave para poder afrontar el día a día con relativa normalidad. En una sociedad cada vez más revolucionada en múltiples ámbitos, tanto el cuerpo como la mente deben estar preparados ante los distintos rompecabezas de la jornada. Sin embargo, la mente es un elemento que se tiene poco en cuenta. Tan pronto como nos despistamos, podemos encontrarnos sintiendo dolor, agotamiento, pulsaciones, ansiedad, nervios y muchas más afectaciones.
Sobre esta cuestión, una de las figuras más conocidas por sus declaraciones es Mario Alonso Puig, doctor y fellow en cirugía por la Harvard University Medical School. El madrileño comparte sus conocimientos en entrevistas, conferencias y redes sociales, donde cuenta con millones de seguidores. Una de sus últimas reflexiones se centra en el poder que la gente de nuestro entorno tiene sobre nosotros, especialmente si nos aportan amor.
“Tenemos que tener muchísima confianza en el poder transformador y curativo del amor. La investigación que se ha hecho en este sentido es absolutamente sobrecogedora. Cuando una persona se siente amada de esa forma, y en eso nos tenemos que entrenar todos porque no es fácil amar sin condiciones, el famoso Agápē de los griegos, cuando amamos de esa manera se producen cambios incluso a nivel genético”, exponía en una entrevista.
Hay expresión, por ejemplo, de genes que tienen que ver con la inteligencia. Hay expresión de genes que tienen que ver con el sistema inmune, con el sistema de defensa. Hay expresión de genes que tienen que ver con la interacción social. De hecho, yo recuerdo con enorme cariño y admiración al gran filósofo norteamericano Emerson, que decía: ‘La mayor desgracia de un ser humano no es morirse, es no encontrar en su vida a nadie que le ayude a lograr lo que es capaz de lograr’”, remarcaba.
Unión de oro
Alonso Puig también extrapolaba a la vida real una técnica ancestral japonesa: “En el Japón medieval se inventó algo que se llama kintsugi, la laca de oro. Cuando se rompían piezas muy valiosas de cerámica, no se tiraban al cubo de la basura, sino que se unían con laca de oro. Y así aparecía una vajilla única, una pieza única, irrepetible. Quiero que tus heridas, tus fracturas, tus traumas, cosa que todos tenemos, que todos compartimos... las llenes con ese oro de la aceptación del amor.
“Reconocer que muchas veces nuestras heridas se han convertido en nuestros motores. Y hemos llegado, pues donde hemos llegado, en parte gracias a aquello que fuimos capaces de superar. Nunca te veas como una pieza rota. Claro que sí. Tienes tus fracturas, las tengo yo, las tenemos todos. Ahora están cubiertas con ese oro del amor, de la aceptación y de la celebración de que eres alguien único”, insistía.