Hay gestos que repetimos a diario con tanta naturalidad que apenas caemos en que los hacemos: encender el móvil antes de abrir los ojos del todo, tomar un café nada más despertarnos, picar algo frente al ordenador mientras revisamos correos… Comer, en la mayoría de los casos, se ha vuelto un acto automático. Lo hacemos con el piloto puesto, como quien conduce de vuelta a casa cada día después del trabajo, casi sin que seamos conscientes.
Sin embargo, hay días en los que cuesta tirar del cuerpo. Notamos el cansancio como si viniera de dentro, como si algo nos hubiera vaciado sin previo aviso. Dormimos, pero no descansamos, nos alimentamos, pero seguimos sintiéndonos apagados. En esa contradicción silenciosa que supone tener el estómago lleno, pero la energía por los suelos, se esconde una pregunta que rara vez nos hacemos: ¿y si el problema no fuera lo que descansamos, si no, precisamente, lo que estamos poniendo en el plato?
El gran dilema es que hay muchos hábitos que damos por buenos, solo porque “se ha hecho así siempre”, cuando no tienen ninguna justificación. Hay alimentos que asociamos con energía, simplemente porque hemos crecido viéndolos en cada desayuno, en cada cena ligera, en cada dieta que prometía ser “equilibrada”, pero en realidad no hacen más que arrebatárnosla. Lo difícil no es comer mejor, sino desaprender lo que creíamos que funcionaba, y para ello debe haber gente que nos explique cómo.
¿Sabías que hay alimentos que no solo no te dan energía, sino que te la restan?
Una de las expertas que trata de hacerlo a través de sus redes sociales es la farmacéutica y dietista-nutricionista Carlota Serra. La experta asegura que hay ciertos alimentos que, aunque pensemos que nos dan energía, lo cierto es que provocan todo lo contrario, pero no somos conscientes. Algunos de estos son el pan blanco, la pasta y el arroz no integral, pues para digerirlos el cuerpo gasta vitaminas del grupo B y magnesio, lo que provoca más cansancio, irritabilidad y sensación de baja energía.
Según Serra, estos alimentos provocan picos de glucosa, seguidos de caídas bruscas, lo que genera hipoglucemia reactiva, que se traduce en hambre a las pocas horas, antojos de dulce y “apagón” físico y mental (necesidad de siesta, falta de concentración, etc). Por eso, para evitar esto, la clave está en apostar por alimentos nutritivos, que no solo llenan, sino que aportan energía real y sostenida.
Aunque la experta no los menciona explícitamente, entre las opciones más recomendables podrían incluirse alimentos como el pan, la pasta y el arroz en su versión integral, además de aquellos ricos en fibra, proteínas de calidad, grasas saludables y micronutrientes esenciales. Lo que comemos no solo influye en nuestro nivel de energía o concentración diaria, también impacta de forma directa en nuestra microbiota intestinal, un ecosistema clave para la salud digestiva, inmunitaria y mental. Por eso, adquirir conocimiento nutricional y ser más conscientes de lo que ponemos en el plato puede marcar una gran diferencia, tanto en nuestro bienestar cotidiano como en nuestra salud a largo plazo.

El pan blanco, la pasta y el arroz no integrales contribuyen a disminuir nuestra energía
Referencias. Diversos estudios han demostrado que los carbohidratos refinados, como el pan blanco, la pasta o el arroz no integral, pueden generar picos rápidos de glucosa en sangre, seguidos de caídas abruptas que afectan directamente el nivel de energía y el estado de ánimo. Este fenómeno, conocido como hipoglucemia reactiva, se ha asociado a síntomas como fatiga, irritabilidad, somnolencia y antojos de alimentos dulces. Un estudio publicado en la revista The American Journal of Clinical Nutrition concluyó que un mayor consumo de alimentos con alto índice glucémico se correlaciona con un mayor riesgo de desarrollar síntomas depresivos y de fatiga en adultos sanos (Gangwisch et al., 2015).
Además, la calidad de los carbohidratos consumidos influye directamente en la salud de la microbiota intestinal, un factor cada vez más reconocido en el equilibrio energético, inmunológico e incluso emocional. Según una revisión publicada en Nature Reviews Gastroenterology & Hepatology, las dietas ricas en fibra —presentes en alimentos integrales, frutas, verduras y legumbres— favorecen una microbiota diversa y resistente, mientras que una alimentación rica en ultraprocesados y cereales refinados puede reducir su diversidad y alterar su función (Valdes et al., 2018). Estos hallazgos refuerzan la importancia de optar por fuentes de carbohidratos más completas y nutritivas como parte de una estrategia integral de salud.