El amor es uno de los sentimientos más trascendentes de los seres humanos. Desde que nacemos lo experimentamos de diferentes formas y, con el tiempo, se diversifica en afectos hacia los amigos, la familia y, de manera muy significativa, hacia la pareja. Como seres sociales buscamos compartir la vida con alguien más, no solo por compañía, sino también para construir un proyecto en común que dé sentido a las ilusiones y expectativas del futuro.
La psicóloga Jennifer Florez, experta en amor propio, ha reflexionado recientemente a través de sus redes sociales, sobre un aspecto que aparece con frecuencia en las relaciones: el ‘síndrome de la reformadora’, que describe la expectativa de moldear o cambiar a la pareja hasta convertirla en la persona ideal. “Tienes el síndrome de reformadora en el amor cuando intentas cambiar a tu pareja, intentas encontrar tu pareja ideal en la pareja que tienes cuando sabes perfectamente que no lo es”, señala.

Muchas relaciones inician sin haber definido sus proyectos de vida en pareja.
Este tipo de dinámica resulta problemática porque muchas personas permanecen en relaciones insatisfactorias, intentando convencerse de que con tiempo y esfuerzo la otra persona podrá ajustarse a lo que sueñan.
Una de las consecuencias de este patrón es el conformismo afectivo: “Te conformas y te enamoras de lo disponible”. Es decir, se acepta lo que hay en el momento, sin detenerse a reflexionar si realmente esa persona encaja con lo que se busca a largo plazo. Desde la psicología, Florez cuenta que quienes caen en este patrón suelen iniciar relaciones sin haber definido de manera consciente sus necesidades emocionales ni sus proyectos de vida en pareja. El resultado es que, tras la primera fase del enamoramiento, la realidad empieza a hacerse más evidente y aparece un desajuste entre lo que se esperaba y lo que en verdad se tiene.
Florez también subraya la ausencia de un proyecto afectivo en este tipo de personas. Cuando no se ha hecho un ejercicio de introspección previo, se tiende a dejar que el tiempo o el azar definan el rumbo de la relación, por lo que advierte que este planteamiento implica un gran riesgo. “Así es cómo ganar la lotería y es muy raro que eso pase”, confiesa. Sin claridad ni intención, la probabilidad de encontrar la pareja ideal es altamente improbable y muchas veces eso lleva a la frustración y al desgaste emocional.
La psicóloga invita a reflexionar sobre la manera en que entendemos el amor y la forma en que nos relacionamos, asumiendo la responsabilidad de definir lo que deseamos antes de construir una relación. Por eso, elegir el amor desde la conciencia y no desde el azar, requiere claridad, autoconocimiento, autorreflexión y valentía para no conformarse con cualquier opción por miedo a la soledad.