“Tatuarse no es un juego”, dice Adriana, conocida en Instagram como @minitattoos_barcelona. La frase podría sonar obvia, pero para ella resume años de experiencia y una manera muy particular de entender su profesión. En esta entrevista para La Vanguardia, desvela cómo empezó en 2016, ya con 31 años, cuando la mayoría de sus compañeros jóvenes pensaban en tatuajes como un hobby o una moda pasajera. Ella, en cambio, llegó al mundo del tatuaje desde otra perspectiva: dibujaba desde pequeña, siempre había tenido vocación artística y decidió apostar por una profesión que la hiciera feliz, aun viniendo de estudios de derecho y empresariales.
Adriana optó por empezar con tatuajes minimalistas y detalles pequeños, adaptándose a quienes no querían un brazo completo o estilos más agresivos. Fue así como se abrió camino en un terreno nuevo, convirtiéndose en una de las primeras en consolidarse en la disciplina en Barcelona. Lo que empezó como un salto valiente a lo desconocido, hoy la ha posicionado como referente en el mundo del tatuaje.
¿Qué cree que revela de nuestra sociedad que cada vez más personas se tatúen? ¿Es una moda o un cambio cultural más profundo?
Antes, el tatuaje estaba más vinculado a ciertos estilos de vida, pero ahora se ha democratizado. Desde estudiantes hasta profesionales como médicos o abogados se tatúan, y también personas mayores. Ha habido una apertura del mercado que ha generado más demanda. No creo que sea solo una moda; el tatuaje lleva siglos y ha llegado para quedarse.
Por ejemplo, estilos como el fine line nunca se habían popularizado y ahora están para quedarse. Los nuevos estilos hacen que más gente se anime a tatuarse, y además ha surgido toda una cultura alrededor: córneres de tatuaje en eventos, colaboraciones con marcas, festivales… ya no es algo marginal, sino una profesión reconocida artísticamente.
¿Sigue habiendo prejuicios hacia los tatuados en ciertos ámbitos profesionales o sociales?
Todavía existen prejuicios en algunas áreas porque hay gente más clasista. Pero la generación nueva casi todos llevan tatuajes, así que es una cadena: los altos directivos del futuro serán personas tatuadas. La sociedad española está avanzando en aceptar que llevar tatuajes no significa ser un mal profesional.
Tatuaje de Adriana
Hoy todavía hay comentarios en broma de gente mayor que se tatúa por primera vez, como “¡Ay, a esta edad me tatúo!” y se les dice “¡Venga, que ya eres una malota!” La gente asociaba el tatuaje con el mundo del “malote o el presidiario”, y eso es un reflejo del clasismo que existía.
¿Qué le sorprende más del tipo de clientes que recibe hoy en día en comparación con hace unos años?
El abanico es muy amplio. He tatuado a personas de 80 y 90 años, lo que demuestra que ya no es un tabú. Recuerdo a una señora viuda que quería llevar a su marido eternamente grabado en la piel y se tatuó dos corazones; o a otra señora que participó en un evento solidario para la Maratón de TV3. Son historias que me marcan y muestran lo emocional que es este mundo.
¿Cómo es el día a día de una tatuadora y qué responsabilidades conlleva además de trabajar directamente con la piel?
El día a día no es solo tatuar; hay que estar al día en tintas, agujas, tipos de piel y cuestiones sanitarias. Hay gente con dermatitis, psoriasis, vitíligo o embarazadas con dudas sobre si pueden tatuarse. No somos sanitarios, así que derivamos a los profesionales correspondientes. Es una batalla complicada porque tatuarse es un tema de salud y no un hobby, y la sociedad no siempre lo entiende.
¿Cree que tatuarse debe ser algo consciente o se está haciendo demasiado a la ligera?
Hay dos perfiles: los que se lo piensan y cumplen con el formulario sanitario, y los que se tatúan de manera más improvisada, incluso en casa. La influencia de redes sociales ha hecho que algunos jóvenes no valoren que tatuarse es un tema serio y vinculado a la salud. Es necesario concienciar sobre esto.
¿Qué opina sobre el intrusismo en el sector?
Hay un intrusismo enorme. Hoy en día la gente compra máquinas baratas y empieza a tatuar sin formación ni medidas higiénicas, lo que nos perjudica como profesionales. Es fundamental educar a la sociedad para que entienda que tatuar no es un simple dibujito; implica responsabilidad sanitaria y técnica.
¿Qué mensaje podemos lanzar para concienciar a la sociedad?
Tatuar es una profesión, no un hobby. Debe hacerse en centros habilitados y regulados. Tatuarse no es un juego y una mala práctica puede poner en riesgo la salud. La prevención y las condiciones higiénico-sanitarias son prioritarias.
Tatuaje de Adriana
¿Qué parte de su trabajo diría que es más psicológica que artística?
Atender al cliente desde el primer contacto es un proceso emocional. Muchos están indecisos, nerviosos o nunca se han tatuado. Acompañamos al cliente en este proceso, porque tatuarse es una decisión importante y para toda la vida. Además, muchos tatuajes están vinculados a emociones: pérdidas, recuerdos, logros… Por eso muchas veces actuamos también como pequeños psicólogos. Escuchamos la historia detrás del tatuaje y guiamos a la persona para que se sienta segura y acompañada durante todo el proceso.
En cuanto al auge de la eliminación de tatuajes, ¿cómo afecta este fenómeno a su trabajo?
Nos afecta positivamente. Mucha gente se quita tatuajes antiguos o mal ejecutados y eso abre la puerta a hacer un cover o empezar de nuevo. Incluso hay clientes que se tatúan algo significativo y saben que si no les gusta, pueden quitárselo. Esto da más seguridad y anima a más personas a tatuarse.
