Un gesto tan cotidiano como ver a nuestro hijo mirando la tele con la boca abierta puede esconder mucho más de lo que parece. Lo que a primera vista parece inofensivo puede estar señalando problemas de respiración, un desarrollo inadecuado de los maxilares o incluso dificultades de descanso y concentración. La respiración oral, ya sea durante el día o mientras dormimos, no solo afecta a la salud bucal, también repercute en el sistema nervioso, en la calidad del sueño y en el bienestar general.
La odontóloga miofuncional e integrativa Núria Noguerón lleva años alertando sobre las consecuencias de hábitos que pasan desapercibidos, pero que condicionan la salud de niños y adultos. Su enfoque conecta la boca con el resto del cuerpo: desde el riesgo de gingivitis, caries o periodontitis hasta su relación con la postura, el rendimiento deportivo o enfermedades como la hipertensión, la obesidad o la diabetes.
En esta entrevista con La Vanguardia, Noguerón explica por qué respirar por la nariz es tan importante, qué señales deben encender las alarmas en los padres, cómo influye la alimentación moderna en el desarrollo de los maxilares y por qué nunca es tarde para reeducar la respiración. Una conversación que invita a tomar conciencia de la importancia de la boca no solo como puerta de entrada de la salud oral, sino como pieza clave del equilibrio de todo el organismo.
¿Qué consecuencias tiene dormir con la boca abierta, tanto en niños como en adultos?
Dormir con la boca abierta suele ir de la mano de un patrón diurno: quien lo hace de noche, probablemente también la mantiene abierta durante el día. Esto afecta directamente a la boca, porque la saliva se seca al pasar el aire, se vuelve más ácida e irrita las mucosas. Aumenta la sequedad, el riesgo de caries y enfermedades como gingivitis o periodontitis, pero también hay consecuencias más allá de la boca: las vías respiratorias se resecan, el aire entra sin filtrar porque no ha pasado por la nariz, y eso obliga al sistema inmunitario a estar en alerta constante. Además, respirar por la boca activa el sistema nervioso simpático, como si estuviéramos corriendo o en peligro todo el día. Es vivir en modo alerta.
¿Qué relación hay entre la apnea del sueño y la forma de la boca o los maxilares?
Muy directa. Las personas que respiran por la boca suelen tener un maxilar pequeño, y esto muchas veces se remonta a la infancia: si el paladar no se desarrolla bien, la lengua queda en una posición baja, apoyada en la mandíbula, lo que facilita la respiración oral. Cuando esa persona se acuesta, la lengua cae hacia atrás y colapsa la vía aérea, dificultando el paso del aire y provocando ronquidos o apneas, que son pausas temporales en la respiración durante el sueño.
Noguerón estuvo trabajando en un voluntariado en Ruanda y asegura que allí no ve tantas maloclusiones como aquí, probablemente a causa de que los niños comen menos alimentos ultraprocesados
¿Respirar por la nariz cambia la salud general?
Sí, y mucho. Las prácticas ancestrales de salud como el yoga, la meditación o el mindfulness siempre insisten en la respiración nasal porque es clave para calmar el sistema nervioso. El aire entra más limpio, más hidratado y más desinfectado, lo que mejora tanto la salud del sistema respiratorio como la regulación del sistema nervioso autónomo, impactando directamente en el bienestar general.
En los niños, ¿cómo influye la alimentación moderna en la salud bucal?
La dieta actual es uno de los factores que contribuyen al desarrollo de maxilares más pequeños en los niños, aunque no es el único. También influye la respiración oral, la contaminación o la menor duración de la lactancia materna. Antes se comían productos menos procesados: frutas y verduras crudas, carnes menos tiernas, panes densos... Ahora, con purés, pan de molde o saquitos de fruta, los niños apenas ejercitan la musculatura masticatoria. Y si los músculos no trabajan, los huesos no se desarrollan bien.
Respirar por la boca activa el sistema nervioso simpático, como si estuviéramos corriendo o en peligro todo el día
¿Qué señales deberían alertar a los padres?
La más clara es ver al niño con la boca abierta mientras está tranquilo, como mirando la tele o pintando. Eso ya debería llamar la atención sobre que algo no está funcionando bien. También hay otros indicadores: mostrar mucha encía al sonreír, sacar la lengua al hablar, infecciones respiratorias frecuentes, ronquidos, mocos, ojeras, terrores nocturnos, despertarse para hacer pipí, ser mal comedor o tardar mucho en comer. Incluso se ha visto relación con la hiperactividad o con niños que se hacen pipí por la noche más allá de los cinco o seis años.
¿Respirar mal desde pequeño puede cambiar la forma de la cara?
Sí. La boca es el suelo de la nariz, y ambas estructuras están conectadas. Si un niño respira por la boca, el paladar deja de crecer a lo ancho y crece en vertical, porque la lengua está abajo y no lo estimula. Esto da lugar a caras más alargadas, con encías visibles, boca entreabierta, ojos caídos y cabeza adelantada. Es lo que se conoce como “fascies adenoideas”, y muchas veces pasa desapercibido porque el niño hace vida normal.
Un odontólogo siempre debe mirar más allá de los dientes, es importante salir de la zona de confort
Se habla cada vez más del bruxismo. ¿Está causado por el estrés o por problemas respiratorios?
Antes se pensaba que el bruxismo era solo consecuencia del estrés o del mal encaje de los dientes, pero cada vez hay más evidencia de que muchos bruxistas también tienen problemas respiratorios, como ronquidos o apneas. Cuando el cuerpo no se oxigena bien durante el sueño, lanza una señal de microdespertar para que activemos la musculatura, lo cual hacemos apretando los dientes. Esa acción ayuda a abrir la vía aérea. En cambio, el bruxismo diurno sí suele estar más relacionado con el estrés y con hábitos como morderse el labio, las uñas o el carrillo.
¿Por qué cada vez más adultos necesitan ortodoncia?
Porque desde pequeños no se han desarrollado bien los maxilares. Cuando un maxilar es pequeño, no hay espacio suficiente para todos los dientes, y por eso acaban saliendo montados. No es que los dientes estén torcidos por sí solos: es que se colocan donde pueden. Esto es consecuencia directa de no haber usado bien la boca en la infancia, por ejemplo comiendo alimentos blandos, respirando por la boca o masticando poco.
Si no se puede masticar bien, se tiende a tragar sin masticar, lo que afecta a la digestión
¿Una buena salud bucal y respiratoria puede mejorar el rendimiento deportivo?
Totalmente. La boca es la puerta de entrada al cuerpo, y si hay infecciones crónicas como una caries profunda, las bacterias pueden pasar directamente al sistema circulatorio y afectar a otros órganos. En pacientes con diabetes, por ejemplo, mejorar la salud oral mejora la respuesta a la insulina. También se ha observado que bacterias presentes en la boca aparecen en arterias con problemas cardiovasculares. Y una respiración nasal adecuada regula el sistema nervioso autónomo, lo que mejora directamente el rendimiento físico.
¿Qué relación hay entre la salud de la boca y enfermedades como hipertensión, obesidad o diabetes?
En el caso de la hipertensión, si hay respiración oral constante, el sistema simpático se mantiene activo y eso puede generar una hipertensión sostenida. En cuanto a la obesidad, si no se puede masticar bien —por dolor, por falta de dientes o por una mordida ineficaz— se tiende a tragar sin masticar, lo que afecta a la digestión. La masticación es la primera fase del proceso digestivo y también envía señales de saciedad al cerebro. Con la diabetes, cualquier infección bucal puede entrar al sistema circulatorio y dificultar el control metabólico, así que la salud oral influye de forma clave.
Un mal desarrollo de nuestra boca desde niños puede condicionar nuestra vida futura
¿Una mala mordida puede afectar a la postura o provocar dolores de cabeza?
Sí, aunque no siempre. El cuerpo tiene una gran capacidad de adaptación, pero si los dientes no encajan bien, la articulación temporomandibular —la que está al lado del oído— puede verse afectada. Esta articulación tiene una relación directa con las cervicales, el cuello y la postura general de la espalda, por lo que una mala mordida puede derivar en tensiones musculares, dolores o desalineaciones posturales.
¿Tener una boca sana puede alargar la vida?
Sí. Muchas personas viven con infecciones bucales de bajo grado, como un sangrado leve de encías o pequeñas caries que no duelen, pero que mantienen al sistema inmunitario activado constantemente. Esta inflamación crónica y sostenida tiene un impacto directo sobre la salud general y puede afectar al organismo entero sin que nos demos cuenta.
Nunca es tarde para empezar a respirar mejor y cuidar nuestra boca
¿Qué tres hábitos sencillos recomendarías para mejorar la salud de la boca y la respiración?
Primero, entrenar el hábito de tener la boca cerrada. Detectar si tendemos a mantenerla abierta y corregirlo, y si hay dificultad, acudir a un profesional que valore posibles obstrucciones. Segundo, practicar la masticación consciente: durante los primeros minutos de la comida, masticar en silencio, con la boca cerrada, alternando ambos lados de la boca. Y tercero, incorporar alimentos duros que nos obliguen a masticar, como manzana a mordiscos, coco o zanahoria, y en caso de no poder cepillarse los dientes después de comer, enjuagarse varias veces con agua para equilibrar el pH bucal.
¿Cuál dirías que es el peor hábito diario para nuestros maxilares?
Respirar por la boca. Y también abusar de alimentos blandos y ultraprocesados, que no ejercitan la musculatura, no limpian los dientes de forma natural y favorecen el desarrollo insuficiente de los maxilares. Estos hábitos nos están debilitando de forma silenciosa.
¿Es demasiado tarde para un adulto reeducar su respiración o mejorar su salud oral?
Nunca es tarde. Cuanto antes se detecte una disfunción, mejor, porque es más fácil reeducar los patrones musculares. Pero cualquier mejora, por pequeña que sea, ya suma. Hay parafunciones como la deglución atípica, que también afectan al desarrollo bucal y pueden corregirse con el tiempo. Libros como Respira, de James Nestor, explican muy bien todo esto. El mensaje es claro: nunca es tarde para empezar a respirar mejor y cuidar nuestra boca.
