A medida que llegan los meses más fríos, las infecciones respiratorias comienzan a aumentar: desde el resfriado común y la gripe hasta la COVID. Es una época en la que unos pulmones sanos importan más que nunca.
Sin embargo, el tejido que permite que el oxígeno pase del aire a la sangre es increíblemente delicado, y hábitos como el vapeo pueden debilitarlo justo cuando más se necesita protección.
A menudo se imagina a los pulmones como dos simples globos, pero su funcionamiento es mucho más complejo. Actúan como un sistema de intercambio finamente ajustado, transportando oxígeno del aire inhalado al torrente sanguíneo mientras liberan dióxido de carbono producido por las células del cuerpo.
En el centro de este proceso se encuentra la barrera sangre–aire: una capa finísima donde los diminutos sacos de aire llamados alvéolos se encuentran con una densa red de capilares pulmonares extremadamente delgados.
Esta barrera debe mantenerse a la vez fuerte y flexible para una respiración eficiente, aunque está constantemente expuesta al estrés de la contaminación, partículas microscópicas y microbios infecciosos.
El vapeo añade una capa adicional de presión, y cada vez hay más evidencia de que este esfuerzo extra puede dañar la superficie que hace posible cada respiración.
La nube de un cigarrillo electrónico contiene disolventes como el propilenglicol, químicos aromatizantes, nicotina (en la mayoría de los productos) e incluso trazas de metales del propio dispositivo.
Cuando este cóctel llega a los pulmones, no se queda en la superficie: se filtra más profundo, irritando el endotelio, la fina capa de células que recubre los vasos sanguíneos y se entrelaza con los alvéolos.
Vapeo
Un endotelio saludable mantiene la sangre fluyendo suavemente, evita coágulos innecesarios y actúa como una puerta selectiva para el torrente sanguíneo: controla qué sustancias —como nutrientes, hormonas y células inmunitarias— pueden pasar dentro o fuera de los vasos, mientras bloquea las dañinas o innecesarias.
Los estudios muestran que el vapeo puede alterar estas defensas, causando disfunción endotelial incluso en personas jóvenes y sanas.
Experimentos de exposición controlada en humanos revelan un aumento de micropartículas endoteliales, pequeños fragmentos celulares liberados cuando el revestimiento de los vasos está bajo estrés.
Trabajos de laboratorio muestran que los aerosoles del vapeo (incluso sin nicotina) pueden aflojar la unión estrecha de las células endoteliales pulmonares. Cuando la barrera se filtra, el líquido y las moléculas inflamatorias se infiltran en los alvéolos. El resultado: el intercambio sangre–gas se ve afectado y las infecciones respiratorias se vuelven más difíciles de combatir.
La COVID suele considerarse una infección de las vías respiratorias, pero el virus SARS-CoV-2 también daña los vasos sanguíneos.
Los médicos ahora describen la afección como endotelopatías, enfermedades del revestimiento de los vasos. En casos graves, los capilares se inflaman, se vuelven permeables y propensos a la coagulación.
Vapeo
Esto ayuda a explicar por qué algunos pacientes presentan niveles peligrosamente bajos de oxígeno incluso cuando sus pulmones no están llenos de líquido: el lado sanguíneo de la barrera falla.
El virus aprovecha una proteína clave llamada ACE2, normalmente un “termostato” que regula la presión arterial y la salud de los vasos. SARS-CoV-2 usa ACE2 como puerta de entrada a las células; una vez unido, la función protectora del receptor se interrumpe y los vasos se inflaman y se vuelven inestables.
Vapeo y COVID: una combinación peligrosa
El vapeo irrita e inflama el revestimiento de los vasos sanguíneos, mientras que la COVID inunda los pulmones con moléculas proinflamatorias. Juntos crean una “tormenta perfecta”: los capilares se vuelven permeables, el líquido se infiltra en los alvéolos y el oxígeno tiene dificultades para cruzar la barrera sangre–aire.
La COVID también aumenta el riesgo de coágulos en los vasos pulmonares, mientras que el vapeo se ha asociado con lo mismo, aumentando el peligro.
El vapeo también puede dificultar la recuperación después de un episodio de COVID. La reparación de la delicada superficie de intercambio requiere todo el apoyo posible para los pulmones.
Salud cardiovascular
El vapeo añade estrés adicional a tejidos que el virus ya ha dañado, incluso si el vapeador no percibe síntomas inmediatos. El resultado puede ser falta de aire prolongada, fatiga persistente y un regreso más lento a los niveles de actividad previos a la enfermedad.
La barrera sangre–aire es como una tela delicada: se mantiene bajo un desgaste normal, pero puede romperse si se fuerza demasiado. El vapeo debilita esa estructura antes de que llegue la enfermedad, haciendo que una infección como la COVID sea más difícil de superar.
La ciencia aún evoluciona, pero el mensaje es claro: el vapeo socava la salud vascular. Dejarlo, incluso temporalmente, proporciona a los pulmones y vasos sanguíneos un ambiente más limpio para sanar y mantener cada respiración sin esfuerzo.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.



