Desde las sardinas hasta el salmón, la merluza o el lenguado, el mar es un lugar lleno de vida. Sean peces, crustáceos o invertebrados, una casi inconcebible cantidad de animales conviven en harmonía. Sin embargo, según una investigación publicada por la Universidad Nacional Autónoma de México, solo conocemos un 30% de las más de 250.000 especies que viven en nuestras aguas. Aunque solo se ha explorado con éxito un 5% de los océanos, ha sido suficiente para traer grandes manjares a nuestros platos.
Uno de los pecados que más se come en España es el atún, con cinco millones de toneladas anuales según un estudio de Alimentta Think Tank, el 5,9% del consumo mundial. Este puede llegar a nuestra mesa de distintas formas: fresco, en tartar o en lata, por ejemplo. Desgraciadamente, esta última podría estar haciéndonos mucho más daño de lo que creemos. El doctor Manuel Viso, formado en la Universidad de Santiago de Compostela, explica su principal problema.
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Aunque esta opción, incluso en su versión enlatada, contiene grandes cantidades de proteínas, nutrientes y ácidos grasos omega-3; también suma un problema por culpa del mercurio, “un metal pesado que tu cuerpo elimina con dificultad”. El organismo “lo va acumulando, afectando principalmente al sistema nervioso y provocando daño neuronal y estrés oxidativo. Como consecuencia se produce retraso cognitivo, problemas de atención, alteraciones de la memoria, disminución del coeficiente intelectual, alteraciones motoras y hasta alteraciones del lenguaje”.
“Todo este daño aún es mayor en niños pequeños y en mujeres embarazadas. Además, puede afectar a neurotransmisores como la serotonina produciendo alteraciones del humor, ansiedad o depresión”, añadía el investigador. A pesar de todas estas contraindicaciones, Viso no recomienda estrictamente eliminarlo de nuestra dieta. Más bien, mandarlo “de vacaciones”. Según sus palabras, existen otros pescados y alimentos no marinos que proporcionan beneficios similares.
Atún en lata
Pescados e incluso frutos secos
“Algunas alternativas son el bonito, las sardinas o la melva. Incluso el salmón o las nueces porque todos ellos son muy ricos en omega-3. El atún es un buen amigo, pero nunca una buena pareja estable”, concluía el doctor. Estas opciones permiten mantener las recomendaciones de la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) sobre el consumo de pescado. Estas se sitúan entre las tres y cuatro raciones por semana, variando entre variedades blancas y azules.
Estos números se limitan debido a la aparición de mercurio en las especies previamente mencionadas. Una advertencia que se incrementa al hablar de mujeres embarazadas, en lactancia o niños, los cuales no deberían comerlos bajo ningún concepto. Una excepción se puede aplicar a partir de los 10 años, limitando su ingesta a tan solo 120 gramos por mes.


