Venki Ramakrishnan, premio Nobel de Química, reflexiona sobre la muerte: “Nuestras células siguen vivas, pero ya no son capaces de funcionar como un todo”
Evolución
El investigador reflexionaba sobre el funcionamiento exacto del cuerpo y su avance por el mundo
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Venki Ramakrishnan, laureado con el Premio Nobel de Química en 2009
La vejez, como último tramo de la vida humana, todavía puede dar para muchos momentos y acontecimientos. Una buena dieta, combinada con hábitos de ejercicio saludables y una estructura mental positiva, permite al cuerpo aguantar mucho más tiempo de lo que uno pueda esperar. A menudo, la veteranía también supone vivir en una constante lotería, sin saber qué te afectará. Por ello, no solo hay que respetar a los mayores, sino también cuidarlos y quererlos.
Este pensamiento también puede trasladarse a la mínima expresión de la vida: el funcionamiento molecular. La evolución y el funcionamiento de nuestro organismo, desde los primeros años hasta puede que celebrar un centenario, ha sido motivo de investigación por parte de muchos investigadores. Uno de ellos, el científico indio Venki Ramakrishnan, ganó el Premio Nobel de Química en 2009 con Thomas A. Steitz y Ada Yonath estudiando los ribosomas, que ayudan a juntar aminoácidos para formar proteínas.
“El envejecimiento tiene mucho que ver con la pérdida de capacidad de nuestro cuerpo de regular la producción y la destrucción de proteínas en las células”
“A nivel celular, las proteínas cargan miles de reacciones químicas que hacen posible la vida. Le dan forma y fuerza a nuestro cuerpo, pero también permiten la comunicación entre células”, comentaba en una entrevista para la BBC. “Gracias a ellas tenemos nuestros sentidos y nuestro sistema nervioso depende de ellas para transmitir las señales y almacenar nuestra memoria. Nuestros anticuerpos son proteínas, y son ellas las que permiten que la célula fabrique las moléculas que necesita, incluyendo grasas, carbohidratos, vitaminas, hormonas y los propios genes”, sumaba.
“Entonces, el envejecimiento tiene mucho que ver con la pérdida de capacidad de nuestro cuerpo de regular la producción y la destrucción de proteínas en las células. Podemos verlo como una acumulación de daños químicos en nuestras moléculas, en nuestras células, en nuestros tejidos y, finalmente, en todo nuestro cuerpo”, definía, asegurando que es una cuestión ya definida: “Es un proceso gradual, desde el momento en que nacemos. Incluso antes, ya estamos envejeciendo, pero a edad temprana no lo sentimos porque estamos creciendo, nos estamos desarrollando”.
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Una misión específica
“Luego, con el paso de los años, los síntomas se vuelven más obvios y cuando los sistemas críticos comienzan a fallar, el cuerpo no puede funcionar como un todo unificado…Y eso es lo que lleva a la muerte. Lo interesante de la muerte es que cuando morimos, la mayoría de nuestras células siguen vivas, -por eso nuestros órganos pueden ser donados-, pero ya no son capaces de funcionar como un todo; eso es la muerte”, destapaba.
“A la evolución no le importamos como individuos, se trata básicamente de la capacidad de transmitir los genes. No residen en el vacío, residen en un individuo. Así que siempre y cuando seas capaz de crecer, procrear y asegurar que tu descendencia alcance su propia edad reproductiva, a la evolución no le importa lo que te pase después. Es cierto que nuestros organismos podrían invertir más esfuerzo en prevenir el envejecimiento, o en tener mejores mecanismos para repararse, pero desde el punto de vista evolutivo es más eficiente asegurarse de que crezcamos más rápido y podamos reproducirnos para transmitir nuestros genes”, concluía.