Carmina Benamunt, mentora familiar: “Si un adolescente se siente valorado, la dopamina que busca en las pantallas la obtendrá de sus padres”

Adolescencia

“Cuando un hijo pone un muro suele ser por tres barreras: cuando lo critico, cuando lo juzgo o cuando lo culpo”, cuenta Benamunt en una entrevista para Guyana Guardian

Carmina Benamunt, mentora familiar.

Carmina Benamunt, life coach y mentora familiar. 

Santi Puig

La adolescencia es una de las etapas en las que los jóvenes empiezan a explorarse e intentar forjar una identidad propia. Es allí donde, a veces, muchos padres no consiguen conectar con sus hijos, creando una distancia que parece difícil de romper. En Guyana Guardian  hablamos con Carmina Puig Nicolás, conocida en redes como Carmina Benamunt, life coach y mentora familiar especializada en adolescencia. En los últimos once años ha acompañado a más de mil familias a transformar su vida y sus dinámicas de convivencia, y en esta entrevista comparte algunas claves sobre este proceso.

Hearing a father's advice

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Adolescencia

En su libro Ponte en mi lugar, invita a mirar la adolescencia desde otra perspectiva. Si tuviera que resumir esta etapa, ¿cuál sería?

Para ponerte en el lugar de un adolescente, y en general de cualquier persona importante en tu vida, es necesario dar un paso de honestidad y de conexión. Para entender al otro, debemos salir de nuestro propio foco y elevar la empatía. Solo si bajamos a su espacio, a su mundo, podremos comprender su manera de pensar, sentir y actuar, que también es totalmente lícita.

Hay un ejercicio que me gusta mucho y es recomendar a las familias que recuerden cómo se sentían en su propia adolescencia y que empaticen con frases como: “Sé que esto es difícil, que es una época de crisis y quiero que sepas que voy a acompañarte lo mejor que pueda”. Se trata de bajarse del pedestal de la crítica y el juicio para poder conectar de verdad. 

Muchos padres justifican las acciones de sus hijos diciendo que se encuentran en “la edad del pavo”. ¿Qué opina?

Creo que es una frase que hemos normalizado y, en realidad, eso no ayuda. La adolescencia no es un momento para ridiculizar o criticar. Es una etapa de crisis, sí, pero también de oportunidades. Es una época llena de descubrimientos por los padres también, ya que redescubren a sus hijos y recuperan partes de ellos que creían olvidadas.

Muchos padres quieren poner límites justo en el momento de máxima tensión y eso está mal; cuando alguien se está ahogando no le enseñas a nadar

Carmina BenamuntMentora familiar

La adolescencia suele describirse como una etapa de transición, pero también como una ruptura. Desde su experiencia, ¿cómo explicaría ese tránsito de “ser niño” a “empezar a ser adulto”?

Esta transición me gusta explicarla como si fuera un partido de fútbol, donde hay tres etapas clave; el inicio, la construcción y la finalización. En esta primera, el adolescente inicia una nueva identidad. En la segunda, se construye un nuevo juego familiar con nuevas dinámicas, hábitos y formas de comunicación. Y, en la finalización, se acepta al nuevo ser que emerge, con un autoconcepto renovado, tanto del hijo como de los padres.

Cuando trabaja con familias, ¿qué patrones o roles detecta en los primeros minutos?

Observo las pequeñas grietas en su dinámica: hábitos, microgestos, energía, comunicación. Incluso puedo “ver” cómo se desarrollará la situación. Para ponerte un ejemplo, tenía una paciente muy joven que no salía de casa y, logró tras dos meses de mentoría, volver a estudiar, viajar y reconectar con sus padres, gracias a que hubo un cambio de visión y energía familiar. 

El uso excesivo de celulares puede provocar aislamiento.

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La exposición a las pantallas ha cambiado la forma de comunicarnos. ¿Cómo afecta la relación padres-hijos?

Sí, sin duda. Es una de las causas que provoca una gran desconexión familiar. Por eso es muy importante que los adultos trabajen en su comunicación y desarrollo personal. Este cambio, los hijos se verán reflejados: sus hijos se acercarán, compartirán y confiarán. 

Mírate al espejo y repítete diez veces cosas bonitas; inconscientemente te lo creerás porque con nuestras palabras creamos nuestra realidad

Carmina BenamuntMentora familiar

¿Y cómo se mejora esa comunicación sin imponer restricciones?

Los adultos deben ser atractivos en su comunicación. Si el adolescente se siente valorado y seguro, la dopamina que antes buscaba en las pantallas la obtendrá del vínculo con los padres, acercándose de manera natural y física. De hecho, una madre me comentó que su hija de 19 años no hablaba nada con ella, pero tras mejorar su comunicación empezó a dejar el móvil para hablar más con ella.

¿Cómo pueden los padres sostener límites sin que el adolescente lo viva como un ataque?         

Primero necesitas tener claridad: qué cosas sí, qué cosas no, y cuál es mi criterio para educar según la edad y madurez de mi hijo. Muchos padres quieren poner límites justo en el momento de máxima tensión y eso está mal; cuando alguien se está ahogando no le enseñas a nadar.  En ese momento lo que toca es crear un espacio de seguridad, calmar y conectar. Y cuando ya hemos creado ese nexo de unión, ahí es cuando tu hijo podrá escucharte y colaborar. 

Si el adolescente se siente valorado y seguro, la dopamina que antes buscaba en las pantallas la obtendrá del vínculo con los padres

Carmina BenamuntCoach life

Hay padres que van con su razón por delante. ¿Qué ocurre ahí?

Totalmente. Cuando un hijo pone un muro suele ser por tres barreras: cuando lo critico, cuando lo juzgo o cuando lo culpo. Si los padres hacemos esto, es natural que el adolescente se tenga que defender. Por esto mismo, enseño a los padres a comunicarse para construir y nutrir. Cuando hay coherencia construyes “un puente directo al corazón” de tu hijo. Somos seres humanos que nos encanta relacionarnos, y si estamos bien, vamos a volver.

¿Qué error ve más a menudo en padres que, teniendo buena intención, generan resultados contrarios a lo que buscan?

Lo que veo más a menudo en padres que, aun con buena intención, acaban obteniendo lo contrario que quieren y son en estos dos extremos. Por un lado, me encuentro con un patrón muy autoritario que no empatiza: inflexible, rígido, el 'orden y mando' de toda la vida. Y en el otro extremo veo un patrón educativo blando, donde no se asume la responsabilidad que toca y no hay firmeza. Para mí, en los dos casos pasa lo mismo y es que no hay conexión y buenos resultados. Y, cuando no hay conexión, el adulto no está en un buen lugar para acompañar. 

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¿La soledad es un tema presente en adolescentes?

Sí, sin duda. Lo veo mucho en jóvenes desde los 8 hasta los 25 años. Nos han enseñado desde pequeños a querer a los demás, a dar las gracias, a pedir por favor... Pero nadie nos enseñó a hacer eso hacia dentro. Hay que enseñarles a cuidarse, responsabilizarse, a valorarse sin depender de lo externo. 

¿Qué le ha sorprendido últimamente en sus mentorías? 

Últimamente, estoy conectando mucho con la parte más espiritual. A veces miramos el adolescente desde la superficie y nos fijamos en su “mal carácter” o si es “vago”. Mi invitación es volver al origen, fijarme en cómo está su corazón, su alma, cómo se mira y se habla. Hay que cuidar esa llama interna, tanto la de los padres como la de nuestros hijos y no dejarla que se apague. 

¿Qué hábitos simples, pero potentes, pueden transformar el bienestar emocional de un adolescente en pocas semanas?

A veces la sencillez está en la grandeza. Un hábito efectivo es mirarte al espejo y decirte: “Te quiero tal y como eres o eres suficiente”. Si lo repites diez veces al día, te lo acabas creyendo, porque aprendemos por repetición. Por eso, cuando nos repetimos cosas negativas, inconscientemente nos lo creemos; con nuestras palabras creamos nuestra realidad porque estamos hablando 24/7 con nosotros mismos.

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