Vivir más años, pero, sobre todo, vivirlos con salud, fuerza y lucidez, se ha convertido en una de las grandes aspiraciones de nuestra sociedad. En ese objetivo confluyen múltiples factores, desde el ejercicio físico y la alimentación hasta la calidad de las relaciones sociales.
Peter H. Diamandis (Nueva York, 1961), médico, ingeniero y divulgador especializado en innovación y biotecnología, ha dedicado su carrera a estudiar los avances científicos que podrían alargar la vida humana o, al menos, mejorar de forma radical la calidad del envejecimiento. En La biblia de la longevidad (Deusto), su último libro, plantea qué podemos hacer para frenar el deterioro asociado a la edad.
Para Diamandis, la primera herramienta es la alimentación. Por ello, en su obra cuenta que ha eliminado de su dieta los azúcares añadidos y los alimentos con un índice glucémico elevado. Considera que el consumo continuado de azúcar está en el origen de problemas que aceleran el envejecimiento, como la obesidad, la diabetes tipo 2, las enfermedades cardiovasculares, la inflamación crónica o ciertos tipos de cáncer. Su postura es tajante: “El azúcar es uno de los peores estímulos que puede recibir un organismo que aspira a llegar a viejo en buenas condiciones”, explica.
Dieta vegetal
También ha desterrado los lácteos, después de someterse a pruebas que revelaron que la caseína le provoca una respuesta inmunitaria que deriva en inflamación. Otro alimento que evita es la carne roja —en particular la ternera— por su elevado contenido en grasas saturadas.
Ni las bebidas azucaradas ni las light tienen cabida en una dieta orientada a la longevidad
Su dieta se basa en verduras y alimentos integrales. “Como espinacas, brócoli, coles de Bruselas, aguacate, espárragos y aceite de oliva virgen extra”. Todos estos alimentos conforman la base de sus comidas. A ello suma una ensalada griega con aguacate y una fuente de proteína saludable, ya sea pescado, pollo o legumbres. “Para el picoteo, opto por nueces y arándanos, dos alimentos ricos en antioxidantes capaces de reducir la inflamación, combatir el estrés oxidativo y proteger la función cognitiva”, explica. Y subraya que una ingesta adecuada de proteínas es imprescindible para reparar tejidos, mantener el sistema inmunitario, producir hormonas y transportar nutrientes.
El ejercicio es crucial para la longevidad
Otra de sus reglas estrictas que sigue en su alimentación enfocada a la longevidad tiene que ver con las bebidas. Ha eliminado por completo los refrescos: “Ni los azucarados ni los light tienen cabida en una dieta orientada a la longevidad”. Los primeros por su enorme carga de azúcar —una lata estándar contiene 35 gramos— y los segundos porque, asegura, también alteran los mecanismos metabólicos. Tampoco consume zumos de fruta con alto contenido en fructosa, ya que señala que elevan de forma brusca la glucosa en sangre y pueden aumentar la tensión arterial. Su consejo es simple: “Si te gustan las naranjas, cómetelas enteras y no en forma de zumos”. Sobre el alcohol, apunta que ha reducido su consumo a copas ocasionales de vino tinto, ya que considera que el resto apenas ofrece beneficios y sí un notable impacto negativo sobre el microbioma intestinal.
Para el picoteo, opto por nueces y arándanos, dos alimentos ricos en antioxidantes capaces de reducir la inflamación y combatir el estrés
La otra pieza clave de su estrategia para vivir más es la fuerza muscular. Diamandis entrena con pesas cuatro veces por semana, alternando tren superior e inferior en sesiones de 40 a 50 minutos. Cuando puede, trabaja con un entrenador personal para incrementar la intensidad. Ni siquiera los viajes interrumpen su rutina: “Convenzo a mis acompañantes para entrenar juntos a primera hora. Es la mejor forma de evitar excusas y mantener la constancia, porque ganar músculo es uno de los marcadores más fiables de longevidad”, afirma.
El enfoque de Diamandis no promete milagros, pero sí ofrece consejos sencillos que él mismo sigue para quienes buscan envejecer mejor. Una alimentación basada en vegetales, eliminación del azúcar, suficiente proteína, ejercicio constante y hábitos que reduzcan la inflamación. Su tesis, en esencia, es que la longevidad no depende solo de la genética, sino de las decisiones que tomamos cada día. Y que, mientras la ciencia trabaja en fórmulas para alargar la vida, nosotros podemos empezar por algo mucho más sencillo: cuidarla día a día.


