Norberto Abdala, médico psiquiatra, sobre el poder del aburrimiento: “Lejos de significar un vacío, es una pausa activa en la que el cerebro se reorganiza y se abre a nuevas ideas”
Salud mental
Lejos de tener una connotación negativa, se revela como un aliado del cerebro, facilitando la introspección y la creatividad en un mundo de estímulos constantes
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Norberto Abdala, médico psiquiatra
Para muchos, el aburrimiento es visto como un defecto, una falla de carácter o un síntoma de pereza. Sin embargo, recientes investigaciones muestran una perspectiva novedosa: el aburrimiento es un saludable estado para la mente como un recurso valioso en un mundo saturado de estímulos, demandas y velocidad.
Lejos de significar un vacío, el aburrimiento es una pausa activa en la que el cerebro se reorganiza, procesa información, crea sentido y se abre a nuevas ideas.
El aburrimiento como aliado del cerebro: cómo la mente se reorganiza en la pausa
Neurobiológicamente, cuando una persona se aburre ocurre un fenómeno interesante. La corteza prefrontal -a cargo de la atención y las funciones ejecutivas- disminuye su actividad y en su lugar entra a funcionar la llamada red por defecto.
Esta se activa cuando no se realiza una tarea específica y la mente comienza a divagar y se vincula con la introspección, los recuerdos, la imaginación y la creatividad. El aburrimiento, por lo tanto, no es la ausencia de actividad mental, sino una actividad distinta por ser más libre y sin finalidades externas.
La red por defecto cumple funciones esenciales para la salud psicológica ya que integra experiencias, une emociones con pensamientos y facilita procesos de simbolización. Cuando se está muy ocupado, híper estimulado o realizando multitareas, este sistema no encuentra espacio para operar.
Aburrimiento
Por eso el aburrimiento se vuelve un territorio fértil para procesar tensiones internas y generar soluciones creativas que no aparecerían bajo presión. Muchos descubrimientos científicos, obras artísticas y decisiones importantes surgieron en momentos en que la mente estaba “sin hacer nada”.
El aburrimiento también tiene un costado adaptativo por ser un indicador interno de que una actividad perdió sentido o dejó de ofrecer estímulos relevantes. En la vida cotidiana funciona como una suave señal de alarma que expresa que algo no está alineado con necesidades o motivaciones propias.
Desde esta perspectiva, el aburrimiento es una brújula que apunta hacia la búsqueda de novedad, aprendizaje o cambio. Sin él, quedaríamos atrapados en rutinas mecánicas y sin cuestionarlas.
Una brújula interna para el cambio y el aprendizaje
Una paradoja del mundo actual es que, a pesar de tantos estímulos disponibles, las personas parecen aburrirse más fácilmente. Esto se debe a que la estimulación constante genera un aumento del umbral atencional. El cerebro se acostumbra a lo intenso y lo inmediato y todo lo que no produce gratificación instantánea se vuelve tedioso.
Esta especie de “híper necesidad a la novedad” hace que el aburrimiento sea menos tolerado y se viva como un estado negativo que deba eliminarse. Sin embargo, esa eliminación suele hacerse con estímulos pobres, lo que produce una sensación de vacío aún mayor.
En niños y adolescentes, el no tolerar el aburrimiento está asociado a impulsividad, dificultades de autorregulación y mayor búsqueda de riesgos. Los estudios muestran que aprender a soportar el aburrimiento mejora la capacidad de gratificación. Dicho de otro modo, aburrirse un poco puede ayudar a madurar.
También permite desarrollar habilidades simbólicas ya que cuando un chico se queda sin entretenimiento inmediato, su mente inventa e imagina.
El aburrimiento es la semilla de la creatividad. A veces, el trabajo mental más profundo y rendidor ocurre precisamente cuando, por fin, no pasa nada.