Mientras trabajaba en el prestigiosísimo laboratorio Curie parisino, Ernesto Sábato, doctor en Ciencias Físicas y Matemáticas, fue consciente de que su incipiente y prometedora carrera de investigador estaba ya vacía de sentido para él, que anhelaba dedicarse al arte aún sin haberse decidido todavía entre la literatura y la pintura.
“En la vida existe un un valor –escribe el autor de El túnel y Sobre héroes y tumbas– que permanece muchas veces invisible para los demás, pero que el hombre escucha en lo hondo de su alma: es la fidelidad o la traición a lo que sentimos como un destino o una vocación a cumplir”. Las protagonistas de esta historia –seis mujeres– se encontraron un día en ese mismo punto de inflexión, y, como Sábato, decidieron obedecer a una voz interior imposible de acallar que les urgía a dejar la abogacía, el marketing o la banca para dedicarse por completo a una postergada afición común: pintar cerámica.
Plato pintado y elaborado hecho a mano artesanalmente
El caso de Andrea Zarraluqui (Londres, 53 años) es paradigmático: “Yo de pequeña quise estudiar Bellas Artes, pero mi padre no estaba de acuerdo y lo que hice fue Marketing, que a él le parecía convencional, serio. Pero compaginé la carrera con varios cursos de arte, y en paralelo empecé a pintar mis cuadros y después porcelana, por mi ex suegra, que me incitó a probarlo. Al César lo que es del César. Llevé el marketing de AC Hoteles durante siete años, hasta que un día –un domingo–, en una convención en París me vi en una sala enorme, rodeada de 350 personas haciendo team building y pensé ‘¿qué hago yo aquí?’. Al día siguiente le pedí a mi jefe que me despidiera; no podía hacerlo, pero se portó muy generosamente conmigo. Y, así, dejé el trabajo con un primer encargo debajo del brazo”. Casi una década después, la diseñadora y pintora jerezana lo describe como “un momento de sorprendente claridad”, y subraya el hecho de que se trató de una auténtica catarsis personal: “Lo mío fue ante todo un momento vital, que reunió un cáncer, una separación y la decisión de atender por fin una vocación que siempre había tenido”.
Juqui Suárez de Lezo (Madrid, 45 años) –y sus socias, María José González-Moro y Marta Cotoner– también convirtieron su gusto por la porcelana decorada a mano en un proyecto empresarial, la firma Molecot, que este 2025 celebra su décimo aniversario. Y si su previa amistad y esa afición en común son claves para explicar “un cambio muy fuerte”, aún lo es más cierta coincidencia vital que ella misma nos explica: “La idea surgió en un momento de parón laboral y baja maternal que las tres vivimos a la vez. Estamos muy alineadas en todo, la verdad. Nos apuntamos a cursos de pintar cerámica, y cuando iba llegando la hora de reincorporarnos a nuestros respectivos trabajos no nos apetecía nada, así que decidimos profesionalizar una pasión que había ido creciendo dentro de nosotras. Y enseguida tuvimos pedidos de friends & family que nos permitieron arrancar”.
Belén Martínez-Aldama y su madre, socia y tocaya, trabajan en su taller madrileño, donde dialogan, dan forma a sus ideas, pintan, hornean y dedican sus piezas 100% hechas a mano y personalizadas
Para Belén Martínez-Aldama (Madrid, 34 años) todo empezó, en cambio, buscando un hobby que compartir con su madre y tocaya. “Siempre hemos tenido en común la creatividad y un interés natural por todo lo que tiene que ver con lo manual. Juntas, comprábamos telas para hacer vestidos; ella restauraba muebles… y un día nos apuntamos a clases para aprender la base técnica de la pintura: los pigmentos, la pincelada, etc. Fuimos mejorando y enganchándonos, y llegó el día en que me propuso comprarnos un horno para hacer nuestras propias piezas de cerámica. Invitábamos a amigas, enseñábamos cosas que hacíamos, regalábamos, y así empezó todo hace ya cuatro años”. Se refiere, por supuesto, a Indiana Tableware, la marca que llevan al alimón: “cuando empezamos a recibir encargos –rememora Belén–, buscamos un nombre bonito, sonoro, fácil de pronunciar y recordar, y se nos ocurrió este, que nos gustó a las dos”.
Yo nunca he querido ser empresaria sino artista y mi experiencia en el marketing me ha ayudado mucho”
Ahora, una cosa es lanzarse al barro –nunca mejor dicho– de vivir de tu creatividad, y otra muy distinta ser capaz de emprender, para lo que, dejando aparte el talento, son imprescindibles una visión estratégica de negocio, la resiliencia necesaria para superar obstáculos de muy diversa naturaleza –de la incertidumbre económica a cuestiones administrativas, productivas, logísticas e incluso legales– y, por supuesto, tener la capacidad de diferenciarse en un ámbito del diseño tan poblado como competitivo. Sin olvidarnos de la soledad del taller y sus desafíos emocionales.
Andrea lo tiene clarísimo: “Yo nunca he querido ser empresaria sino artista, pero al final, además de pintar, atiendo los pedidos, empaqueto, gestiono las facturas… y la verdad es que mi experiencia en el marketing me ha ayudado mucho. Eso sí, no quiero crecer ni contratar gente, sino trabajar despacio siendo absolutamente consciente de lo que hago –y de lo que dejo de hacer–, debiéndome solo a mi arte y a mis clientes, y sumando piezas nuevas cuando pueda”. No es poca cosa.
Madre de Belén Martínez-Aldama, socia y tocaya trabajan en su taller
Echando la vista atrás, Juqui añade otra de las condiciones sine qua non del éxito comercial: “Los inicios nunca son un camino de rosas, pero a lo largo de estos diez años hemos sabido encontrar nuestro público objetivo, tanto en plataformas online de productos de lujo –como la norteamericana Moda Operandi– y ferias internacionales –como Maison&Objet París–, como entre profesionales, interioristas y decoradores, y clientes particulares, en nuestro caso sobre todo extranjeros”.
Y Belén, por su parte, señala un tercer factor esencial (y, de paso, a un aliado poderosísimo): “La comunicación es clave, y las redes sociales te permiten llegar de forma muy directa a un público muy amplio. Nosotras hemos tenido desde el principio una cuenta en Instagram que, junto al boca-oreja, ha sido definitiva para consolidar la marca”. A lo que Andrea –que cuenta nada menos que con 159.000 seguidores en Instagram– suma su propia experiencia: “Cuando yo empecé no era aún el escaparate comercial en que se ha convertido, pero, con todo, ha sido muy importante para mí. Ahora con los algoritmos es más difícil, pero su potencialidad es enorme. ¡Y encima es gratuita!”.
“Al acabar una vajilla y al ver todas las piezas juntas, sentimos casi euforia”
Pero dejemos de lado cifras, targets, estrategias y herramientas corporativas y volvamos a los talleres para dar las últimas pinceladas a este reportaje. ¿Qué tienen actualmente entre manos nuestras protagonistas? Belén rompe el fuego: “Después de una fuerte temporada de bodas hemos hecho una vajilla completa decorada con hojas de arce y también unas jarras pintadas muy delicadas porque no se pueden lavar más que a mano. Y estamos dándole vueltas a nuevas líneas de trabajo de cara a un futuro próximo: nos encantaría crear todo un universo de cerámica para decorar la mesa. Sin prisa, pero ya lo tenemos en mente”.
María José González-Moro, Juqui Suárez de Lezo y Marta Cotoner retratadas en su 'showroom' madrileño
Andrea vuelve a seguirla: “Yo llevo bastante tiempo pensando en hacer un parón para poder darle impulso a unas flores de cerámica decorativas en las que he trabajado últimamente pero no las encuentro. Me gustaría lanzarlas después de Navidad, y para ello es necesario tener algo de stock. Estoy con eso en la cabeza, más que en las manos, pero necesitaría tiempo. Enero y febrero son meses tranquilos, quizá entonces lo encuentre”. Y Juqui, la más reservada, remata: “Nosotras presentaremos otra vez las nuevas colecciones el próximo enero en París, en Maison&Objet. No puedo contar mucho, pero una pista es que están relacionadas con nuestra vajilla Sevilla”.
Estamos muy contentas con el recorrido, con cómo nos han ido las cosas, y muy ilusionadas”
Sólo nos queda pedirles una última valoración personal de sus respectivas aventuras entre pinceles, colores, platos y motivos. “Estamos muy contentas con el recorrido, con cómo nos han ido las cosas, y muy ilusionadas tanto con los próximos lanzamientos como con nuevas colaboraciones que iremos desvelando a su tiempo. Los momentos más increíbles de la vida ocurren siempre alrededor de una mesa: celebraciones, encuentros… y Molecot va a seguir proponiendo compartirlos entre belleza y alegría con la gente a la que quieres”, dice Juqui.
Exquisitas piezas de porcelana de Limoges pintándolas a mano con originales diseños que combinan tradición y contemporaneidad para proponer un auténtico estilo de vida, tan sofisticado como disfrutón
Andrea, orgullosa y consciente, toma la palabra: “Es lo mejor que he hecho en mi vida, porque no soy madre. Pero sí soy dueña de mi tiempo, el verdadero lujo hoy, y vivo de expresarme a través de la pintura, que es lo que siempre quise. Hace tiempo, el movimiento slow propuso tomarnos nuestro tiempo, reconectar con los demás, volver a lo analógico y manual, priorizar la calidad a la cantidad o la variedad… disfrutar la vida, en resumen. Y aunque se ha quedado un poco parado, yo trato de contribuir a ello. Eso y hacer énfasis en la belleza del mundo”. Y Belén, la benjamina, concluye: “Al acabar una vajilla, al ver todas las piezas juntas, sentimos casi euforia. Y el feedback de los clientes, que nos mandan fotos de sus mesas y comparten con nosotras historias relacionadas con nuestras piezas –que se han convertido en suyas– nos hacen felices. ¿Cuánta gente tiene un trabajo así?”.


