Al entrar en Maldita Barra, a solo unos metros de la tienda de Stella McCartney en paseo de Gràcia, uno se encuentra con un pasillo estrecho y animado. Los visitantes desfilan en tacones, zapatos planos y botas. Hace calor con tanta gente pululando, pero apenas se vislumbra un abanico. Esta noche, con un dj al fondo y un techo de estilo industrial a la vista, el lugar recuerda a una versión en miniatura de Printworks, el mítico club londinense de música electrónica que fue en su origen una antigua planta de impresión de periódicos.
Antes de llegar al dj —cuya mesa está decorada con las últimas prendas de una brillante colección en rojo intenso de Ferragamo—, se empieza a percibir la textura del lugar. A la izquierda, junto a una pintura azul multitonos y con relieve, hay una barra móvil donde esta noche el champán fluye sin parar. Al otro lado, un espejo de cuerpo entero amplifica el espacio con reflejos de movimiento y vida. La sensación, como visitante, es la de ser una celebridad elegida para desfilar en la Semana de la Moda: rozando hombros, avanzando con estilo.
Hay gente que pasan el día entero en Maldita Barra”
Más adelante, las paredes están repletas de coffee books y vinilos de gran tamaño. Bowie. The Smiths. Yves Saint Laurent: A Moroccan Passion por Pierre Bergé. A la derecha, unas máquinas de diseño futurista sirven café de especialidad, justo frente a la cocina, cuya carta ofrece desde una gildas caseras hasta una smashburger doble con trufa o un ceviche de lubina.
“Todo lo que hay tiene un porqué”

Ana de Espona, la fundadora de Maldita Barra
Ana de Espona se encuentra al final del espacio, en una sala contigua que ella llama con cariño “maldita galería”. Desde que abrió este espacio gastro hace un año, esta sala —escondida pero no olvidada— ha acogido todo tipo de eventos: clases de yoga, exposiciones de marcas, charlas, eventos corporativos y conciertos. Como la Sala de los Menesteres de Harry Potter, la galería —y el espacio en general— se transforma según quién lo habita.
En el caso de Maldita Barra, la visión es inequívocamente la de De Espona, que apenas tiene veintitrés años. Las portadas de vinilos que decoran las paredes vienen directamente de su habitación. Los libros son sus referencias personales. “Todo lo que hay tiene un porqué”, explica la emprendedora. “Quiero que sea un espacio en el que alguien vea un guiño y diga: ‘Ostras, tienen ese libro de ese autor, me encanta esta música, me gusta el aroma’. Y quienes no lo entiendan, que digan: ‘No sé qué pasa aquí, pero me siento bien. Quiero volver’”.
Un salón moderno

Maldita Barra ha creado un sitio que funciona como una cafetería y com una coctelería
Ana parece inspirarse en una versión contemporánea de los salones parisinos. La esencia del lugar recuerda a Els Quatre Gats, el legendario local modernista que reunía a la élite intelectual de la Barcelona de principios del siglo XX. Els Quatre Gats nació en 1897 como un sitio donde se podía comer y beber a cualquier hora. Podría decirse que fue “el primer after hour de Barcelona”, explicaba el periodista Jordi Notó en Els 4 Gats. Les set vides d’un local emblemàtic de Barcelona.
Para figuras como Santiago Rusiñol o Pablo Picasso, era simplemente el lugar donde había que estar. En ese sentido, Maldita Barra cumple con creces. Más allá de los cascos de las motos, por aquí circulan artistas, diseñadores y creativos. Así como Els Quatre Gats combinaba cervecería, cafetería y cabaret, Maldita Barra propone una mezcla igualmente poliédrica: es posible teletrabajar con el portátil —“yo fui la primera”, recuerda la fundadora—, tomar un vino o un café de especialidad y disfrutar de brunch durante todo el día.
Es posible teletrabajar con el portátil, tomar un vino o un café de especialidad y disfrutar de brunch durante todo el día
Y realmente es así casi todos los días. Cuando Maldita Barra abre a las 9:30 (excepto los lunes, que cierra), el ambiente dista bastante del de una noche de fiesta, como la de la inauguración. Las mesas y sillas están repartidas por todo el local, que por su diseño abierto permite una gran flexibilidad: desde reuniones íntimas hasta grupos de más de veinte comensales. El espacio, que suele cerrar a medianoche, amplía su horario los fines de semana hasta la una. Su naturaleza es moldeable y adaptable al cliente.
Reinvención e interpretación
La confianza de Ana en el proyecto parte de que ella misma disfrutaría de un lugar así. “Como consumidora, busco un espacio fresco y agradable para trabajar, comer y pedirme un matcha latte. Hay gente que viene para comer, luego merienda, y pasan el día entero aquí. Y no molestan, porque al final son parte de la vibra del sitio”.

Servir una matcha frambuesa latte de Maldita Barra es un arte
La esencia del espacio ha cambiado desde que Ana inició el proyecto. Antiguamente, el lugar perteneció a la artista Pepita Teixidor, pionera de la acuarela modernista y considerada, en su momento, a la altura de Ramón Casas o Santiago Rusiñol. Cuando la familia De Espona adquirió el espacio en los años noventa —mucho después de la muerte de Teixidor en 1914—, el lugar aún conservaba algunos elementos de su pasado.
Sin embargo, había algo que no le gustaba a Ana: una gran barra que dominaba el espacio, la que hoy da nombre al bar. En la web de Maldita Barra esa transformación se resume en tres frases: “No la verás, pero antes había una barra que ocupaba casi todo el espacio. La destruimos a mazazos y la transformamos en una declaración de intenciones. Ahora todo lo que ves es lo que nos mueve. Y lo que no ves, es que no ha sucedido, todavía”.
Un futuro emocionante

La primera obra en exponerse en Maldita Galería será de Sandra Modrego (derecha), una pintura realizada durante la fiesta de lanzamiento
Los planes a futuro son diversos. Ana planea convertir Maldita Galería en una galería real en agosto, colgando cuadros y convirtiéndola en un showroom, sin renunciar a su uso como espacio para eventos, que seguirán ocurriendo al menos una vez al mes. “La declaración de intenciones fue que, a partir de ahora, voy a expresar todo lo que a mí me gusta”, afirma.
El arte es una prioridad para Maldita Barra. La primera obra en exponerse in situ será el fruto de su fiesta de lanzamiento. Durante la celebración, la artista Sandra Modrego retrató a cinco talentos creativos femeninos, entre ellas y su hermana Laura, creadora de una agencia de viajes de autor, además de Eugenia Soler, modelo y creadora de contenido, Alba Rocafort, emprendedora tecnológica, y Julieta Rueff, fundadora de FlamAid. Según la organización, la obra de Modrego pretende transmitir el deseo del espacio en “convertirse en un punto de encuentro para el talento femenino emergente de la generación Z”.

Vinilos, libros y velas repartidas por todo el local
Ana de Espona busca que el compromiso con la autenticidad sea lo que conecte a sus clientes bajo esta visión. Maldita Barra lleva ya un año en funcionamiento. Durante este tiempo han hecho cambios y se han adecuado a las expectativas de sus clientes antes de este gran evento de presentación. En ese tiempo, la joven fundadora ha notado que el espacio y su propuesta atraen tanto a visitantes internacionales como locales; “No hay tanta diferencia porque ves que tienen ese punto en común de valorar las cosas reales”, añade.
La idea de mezclar formas de ocio en un solo ambiente es un concepto que aprendió durante el tiempo que estuvo en Hong Kong. “Era una ciudad que rompía con el modelo tradicional de hostelería, y te mostraba que, en un sitio aparentemente complejo, podía convivir una cafetería que por la noche se transformaba en una coctelería”, recuerda la propietaria.
Así se cumplen dos propósitos en Maldita Barra: atender a quienes buscan un lugar previo a una larga noche de fiesta, y también y también a quienes quieren un buen café a primera hora de la mañana. Esta dualidad era común en los locales de Hong Kong. “Había un punto de unión entre la cafetería y la coctelería, y era el amor por el arte y por crear comunidad”, concluye Ana.