En los próximos días, la plataforma de televisión Movistar Plus+ comenzará a emitir una serie que, ya antes de estrenarse, está dando mucho contenido a los aficionados a la fábula basada en una historia real, quienes, como la abajo firmante, creen que la realidad siempre, siempre supera a la ficción. Y cuando en ella entra la política… entonces, la fascinación sobrepasa la incredulidad y uno, simplemente, se engancha.
En Escandalosas, de nuevo salen a escena, pues llevan haciéndolo cien años, las seis archimíticas hermanas Mitford para contarnos su historia a través de la voz de Nancy, la hermana escritora, lista y sarcástica, para vivir, en modo espectador, las convulsiones de su época, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, junto a los espasmos, a veces aristocráticamente rosas, otras, escandolasamente amarillos, y siempre políticamente negros, de este sexteto tan ambivalente. Algunos comentaristas las comparan con las actuales Kardashian.
Si no se supiera que las hermanas Mitford existieron realmente, ni el más genial de los realizadores las hubiese podido inventar
Pero aquellas las superan en todo: sororidad, crueldad, frivolidad, provocación, alboroto y… presencia masiva en la prensa de la época, desde ecos de sociedad hasta sentencias de cárcel. Por si esto fuera poco, hay en el mercado diversas biografías y otros estudios en torno a las maneras excéntricas de esta familia. El libro de Mary S. Lovell, The Mitford Girls ha significado el punto de partida para la realización de esta serie británica.
Si no se supiera que las hermanas Mitford existieron realmente, ni el más genial de los realizadores hubiese podido inventar a seis protaganistas de apariencia tan bella, comportamiento tan histriónico y discurso tan desafiante. Cada hermana era un ejemplar único de la especie mitfordiana y participante en el círculo social de la aristocracia británica de entreguerras, que se arrimó al fascismo europeo como único medio de conservar su superioridad endogámica y sus privileligios socioeconómicos.

Nancy, la escritora. Se juntó con los aristócratas gamberros, con quienes publicó sátiras en las columnas de chismorreo
Así fueron educadas las Mitford, en casa, por unos padres que iban más allá de la extravagancia y el surrealismo. Normas arbitrartias, juegos crueles y prohibición de pisar escuelas o universidades. “Yo crecí tan ignorante como una lechuza”, comentó Nancy Mitford, la mayor y más inteligente, exitosa autora de A la caza del amor (1945), la novela que relata sarcásticmente los infortunios amorosos y las maniáticas relaciones de una familia totalmente disfuncional.
El padre, David Freeman-Mitford, segundo barón de Redesdale, y la madre, Sidney Bowles, engendraron a seis niñas y un niño en una mansión en el campo en la que no entraban los medicamentos ni los baños con agua caliente, y sin embargo abundaban los juegos de caza y las diatribas del padre contra todo lo que fuera extranjero.

Deborah, la duquesa. La más joven y la más mimada. Encantada de no ir al colegio y de no saber casi nada. Se casó con el duque de Devonshire
Nancy Mitford, una joven de lengua afilada como un escalpelo, se juntó en los años veinte con la pandilla londinense de Cecil Beaton y Evelyn Waugh, los Bright Young Things, que se dedicaban a dar carnaza a las columnas de cotilleo con un lenguaje novedoso y malévolo. Nancy estaba en su salsa: acopló el idiolecto de los Mitford a los ingenios de su pandilla de sátiros, y se convirtió en la escritora que iba a tener mucho éxito riéndose de sí misma y de su círculo social, sin salir nunca del mismo y sin encontrar el amor.
Así nació el mito de las Mitford, presentadas en sociedad una a una a los dieciocho. La reacción de cada hermana a la educación recibida, si es que puede llamarse así, fue la rebeldía en sus versiones más extremas.

Pamela, la granjera. Nancy la tachaba de pasiva, se retiró al campo con sus ponis y se transformó en una maestra de las artes femeninas de su época
La pasiva Pamela, apodada Woman por Nancy, se retiró al campo con su marido, bisexual infiel, para rodearse de animales domésticos y flores. Aun asi, se convirtió en el leal paño de lágrimas de sus hermanas. Deborah, la más joven y mimada, abrazó su condición desde niña, se casó con el duque de Devonshire y su vida fue extremadamente convencional. Tanto, que Nancy la llamó Nine refiriéndose a su edad mental y a su analfabetismo.
En el hogar familiar, la habitación compartida de Jessica y Unity tenía una división en la mitad señalada con tiza. En el lado de Unity, esvásticas y propaganda nazi; en el deJessica, un busto de Lenin y hoces y martillos. Esta última, la hermana apodada la Oveja Roja, se fugó con su primo a los diecinueve años para luchar con los republicanos en la guerra civil española.

Jessica, la comunista. A los 19 años huyó con un primo para unirse a los republicanos en la Guerra Civil. Tuvo una vida surcada por pérdidas trágicas
A su regreso vivió con los pobres del East End hasta que emigró a EE.UU. para trabajar como periodista defensora de los derechos civiles. Nunca perdió el contacto con sus hermanas, con las que mantuvo una vívida correspondencia. Su monumental desobediencia a las reglas de la familia no impidió que llorara la muerte de la extremista Unity, la groupie de Hitler.
Unity, la más empecinada de las hermanas, debió sufrir problemas mentales nunca diagnosticados. A los veintiun años viajó a Munich para adherirse al partido nazi y ofrecerse por entero a Adolf Hitler. Pasó diez meses acechando al Führer hasta que pudo abordarlo y demostrarle lo aria y nazi que era ella. Cuando Inglaterra declaró la guerra a Alemania en 1939, Unity se disparó un tiro en la cabeza con la pistolita de mango perlado que Hitler le había regalado.

Unity, la nazi fue una sociópata desde la infancia. Con 21 años, en Munich, llamó la atención de Hitler. Todo en ella era vil
Sobrevivió, pero con el tiempo, esa bala alojada en su cabeza la mató como la peor de las metáforas. Unity competía sin esperanza con su bellísima y astuta hermana Diana, que era tan influyente como la mayor y, a la vez, su némesis.
Pues la oscura mente de La Diosa perseguía algo más que el dinero de su matrimonio con un Guinness millonario, a quien abandonó en menos de dos años para unirse a sir Oswald Mosley, el fundador de la infame y fracasada Unión Británica de Fascistas. Se casaron en la casa berlinesa de Goebbels y Hitler fue su invitado de honor.

La diosa. Lamás bella de las hermanas tuvo escarceos con los fascistas británicos y losnazis alemanes. Fue encarcelada en 1940. Nunca se arrepintió
Diana quería medrar en política para impedir que la democracia se instaurara en su amado país; Hitler le confió planes secretos -desinformación estratégica-, sabiendo que ella los difundiría entre sus aristocráticos amigos, y así fue como el MI5 recibió un aviso, firmado por Nancy Mitford, en el que la hermana mayor confiaba al servicio secreto las traidoras simpatías de Diana, a quien describía como “una despiadada y perspicaz egocéntrica, una fascista devota, más peligrosa que Mosley, su marido”.
Fue arrestada y confinada en 1940, hasta el final de la guerra. Nunca se disculpó, nunca se retractó. Y aun así, las dos hermanas hicieron las paces cuando terminó la contienda. En su novela, Nancy Mitford escribió: “ Siempre en la cumbre de la felicidad o ahogándose en las negras aguas de la desesperanza , amaban u odiaban, pues vivían en un mundo de superlativos”. Nancy y sus hermanas, ¡qué historia!