La primera exposición de Max Saula, el heredero de la mirada de Galería Alta
Arte
Pancho Saula y Michelle Ferrara han educado con su amor a la fotografía y su desempeño profesional el criterio de su hijo Max, que ahora espera enamorar a su generación con el arte de la luz
‘Smoke+Veil x 3, Paris (Vogue)’, 1958
La belleza ha rodeado a Max Saula desde que nació. Al abrir los ojos lo primero que vio fue a su madre, Michelle Ferrara, supermodelo de élite (y de Elite, la agencia); luego siguió contemplando el privilegiado entorno de sus hogares, uno en la parte alta de Barcelona, en medio de un tranquilo jardín, y otro más tarde en Anyós, en una espectacular casa a la distancia justa de Andorra la Vella donde las vistas y la paz hacen pensar en el título de la película de Warren Beatty El cielo puede esperar. Y en ambas viviendas le rodeó siempre la gran pasión de sus padres, la fotografía.
‘Max Saula, París’, 2023
Pancho Saula, su padre, hizo un largo camino antes de aterrizar en lo que reconoce como su vocación: abogado en España y Francia, agente de fotógrafos, director de la agencia de modelos Élite, fotógrafo —con obra publicada y vendida a algunas de las mejores colecciones— y, por fin, galerista de fotografía junto con Ferrara. Ambos decidieron que su espacio de exposición, Galería Alta, fuera su propia casa. “Allí recibimos a los clientes nosotros mismos, previa cita, y les explicamos las obras expuestas; huimos de la idea de galería como lugar blanco, frío y desatendido, ofrecemos un espacio habitado: nuestro salón, nuestra cocina...”.
En ese ámbito doméstico, en Anyós, el próximo jueves inaugurarán la exposición Inheriting dreams (Heredando sueños), comisariada por Max, su primera iniciativa de este tipo y un esfuerzo de toda la familia. Explica el joven que “son fotografías que he visto a lo largo de muchos años y que he escogido con la idea de que tengan coherencia, pero siguiendo mi propio criterio e intentando no ser repetitivo”.
Son fotografías que he escogido con la idea de que tengan coherencia y siguiendo mi propio criterio”
Son obras que recorren un siglo de historia la fotografía, con nombres enormes: Frank Horvat, William Klein, Ray K, Metzker, Bruce Davidson, Ramon Masats, Vivian Maier, Joel Meyerowitz, Steven Meisel, Bruce Weber, Jessica Lange, Txema Yeste... Parte de ellas pertenecen a la colección privada de la familia y por tanto no estarán a la venta. Porque el propósito de la muestra es múltiple.
“Por supuesto necesitamos vender para que la galería siga y para que sea real —explica Pancho—. Pero nuestros clientes se hacen mayores y llega un momento en que dejan de comprar. Necesitamos generar una conversación, un debate, con las nuevas generaciones que viven en un mundo que da más importancia a un reloj o a un coche que a la cultura en general. Esta exposición es un ejercicio basado en la realidad, queremos casar lo útil con lo agradable”.
‘Wisconson’, de la serie ‘Highway 61’, 2011-2018
“Somos conscientes de ser unos privilegiados y de movernos en un ámbito muy nicho como es la fotografía –reflexiona Pancho sobre su actividad–, tanto que, en un mundo tan complejo y problemático como el de hoy, puede parecer hasta una banalidad”. Pero, en ese ambiente, añade, “a mí, la buena fotografía me da pausa, me tranquiliza, aunque también me puede generar incluso intranquilidad, pero me protege de la geopolítica y del poder del dinero. La nuestra es una actividad que, contra la aceleración general, abraza la lentitud y además nos permite conocer a gente que coincide con nuestros intereses”.
En cuanto a Max, explica que su manera de acercarse a la fotografía es “hacerme en la mente la historia que explica e intentar pensar como pensaba el fotógrafo en el momento en que la hizo”. Reconoce la dificultad que encuentra al explicar su interés por este arte a sus compañeros de generación, más interesados en las redes sociales y los famosos: los amigos que han visitado su casa, llena de prints (“es más apropiado llamarlas prints que copias, como en español”, explica Pancho, por la manera artesanal y única en que se hace cada una) de imágenes famosas, se impresionaban más con las caras de las celebridades que reconocían que con la calidad de obras que a él, explica, le cuesta aceptar que sus padres vendan, porque él nunca se desharía de ellas. A su modo de ver, “la buena fotografía no necesita mucha explicación”.
La buena fotografía no necesita mucha explicación”
Y, sin embargo, el reto familiar que se han puesto es atraer a tantos jóvenes como puedan, “contagiarlos”, en expresión de Pancho. Si puede ser, acompañados de sus familias, a las que quieren implicar en este esfuerzo educativo que empieza en Anyós y después viajará a la casa de Barcelona. Pancho quiere explicar a los amigos de Max cualidades únicas de este arte: “Es una ventana al pasado. Tiene una parte visual, la que tiene que ver con la composición y demás; una histórica, ya que desde hace doscientos años casi todo lo importante que ha pasado ha sido fotografiado; otra tecnológica, hay una asociación entre el coche y la fotografía, y si ves una imagen de un coche de los años cincuenta, lo fotografió una cámara de los años cincuenta con la tecnología de aquel tiempo. Y también es una fuente de información y de preguntas, que es lo que más me gusta, las fotos que me interrogan cada vez que las miro y las que innovan”.
¿Con esta exposición quieren Pancho y Michelle además comenzar a pasar el testigo a Max? No esconde Pancho que le gustaría. Desde pequeño han contado con su opinión a la hora de comprar obra, aunque no siempre le hayan seguido a pies juntillas, porque no tienen los mismos gustos. Pero Pancho entiende que no se puede pedir a los jóvenes más de lo que pueden dar, porque estamos en tiempos extraños, algo incomprensibles para todos: “Los políticos se han quitado la careta, ya está claro que solo importa el negocio, todo es vulgar y brutal”. Hasta le sorprende que Max haya decidido seguir estudiando en vez de ponerse a trabajar, en un entorno de tanta incertidumbre –quiere hacer un grado de Digital Business, Design and Innovation (“todo el mundo estudia ADE”, apunta Max)–.
Pancho y Max charlan y confrontan sus gustos personales: Sarah Moon, Bruce Weber, Meyerowitz y otros gigantes fluyen en la discusión entre un galerista de 52 años y un chaval de 19 que hablan de estilos y periodos. Y el que escribe esto piensa entonces que a lo mejor el arte sí que tiene futuro; a fin de cuentas, él también debatía sobre literatura y novela gráfica —o cómics— con su hijo cuando los dos tenían más o menos esas edades, y seguro que otros padres hacen lo mismo sobre esto o sobre cine o música... el arte tiene tantas ramas y son tan fáciles de conectar —todo es sensibilidad—, que el esfuerzo de Galería Alta puede que tenga mucho sentido.