En el atelier de Lorenzo Caprile, en la Calle Claudio Coello de Madrid, los utensilios de costura, convenientemente guardados en cajas metálicas de bombones, aguardan el momento de entrar en escena. En este lugar en el que todo es a la vez único y familiar, porque las cosas se hacen respetando la forma en la que se hicieron durante mucho tiempo. Se avecina la “temporada alta”, como la llama el diseñador, marcada por las bodas, el principal encargo de sus clientas. “Hacemos unas 50 al año, con una media de dos o tres trajes por enlace. En total, alrededor de 150 trajes anuales entre novias, invitadas y madrinas”, explica.
Mientras en el taller se preparan para el periodo de mayor actividad, en la Sala Canal de Isabel II lo viven desde octubre, cuando se inauguró Caprile, Lorenzo, la exposición que recorre sus 30 años de carrera y que ya ha recibido cerca de 80.000 visitantes. Sin quererlo, estos días replican la construcción de sus vestidos: la muestra es la apariencia, la belleza evidente; el taller, la construcción interna con sus problemas y complicaciones.
En la Sala Canal de Isabel II se inauguró 'Caprile, Lorenzo', la exposición que recorre sus 30 años de carrera
“No me quiero meter en líos, pero el problema de este negocio, que compartimos con muchas pequeñas empresas, es la estacionalidad”, reflexiona Caprile en su estudio. “Ojalá estuviera más repartido el trabajo y siempre hiciéramos los mismos números y las mismas horas. Hacemos como en la cigarra y la hormiga, en invierno tratamos de prepararnos y de adelantar, pero por mucho que quieras prever, siempre te coge el tren”.

Caprile posando en el taller con uno de sus diseños
Dice mucho eso de que no se quiere meter en líos.
Y para lo expuesto que estoy no me he metido en muchos. Quizás porque voy por delante y aviso: “Esto no va a sentar bien” o “Me van a poner verde en redes sociales. Que se vea que es una cosa que he reflexionado. Trato de ser prudente y respetuoso con las opiniones de todo el mundo, pero tengo fama de ser políticamente incorrecto porque hay muchas cosas del siglo XXI que no entiendo.
Sí entendió que debía dejar a los comisarios de la exposición trabajar sin su ayuda.
Primero, porque bastante tengo con mi trabajo de todos los días como para ponerme yo a bucear en lo que hice o dejé de hacer. En segundo lugar, es la visión que tienen de mí dos comisarios maravillosos, Eloy Martínez de la Pera y José Luis Massó Guirao. Ahí no tenía nada que decir.
Mirar su archivo a través de los ojos de otras personas, ¿le ayudó a ver cosas que no había visto?
Hay muchos trajes que están fatal, que volvería a hacer. Vi defectos por todas partes.
¿Le pasó sólo en la sala o le pasa siempre?
Siempre. El día que uno esté satisfecho con lo que hace ya está bajo tierra.
El día que uno esté satisfecho con lo que hace ya está bajo tierra”
Creo que se emocionó al visitarla por primera vez.
Mucho. Muchos trajes no los había visto desde que se entregaron. Se te remueven cosas. Para empezar, gente con la que compartiste esos momentos y que ya no está entre nosotros: mi padre, dos hermanos, cuatro personas queridísimas del equipo... lo primero es lo más humano, los recuerdos de gente que ya no está y con la que te habría gustado haberlo compartido. De repente dices: treinta años… han pasado volando. Te enfrentas al paso del tiempo, el gran misterio del ser humano, que nacemos, nos desarrollamos y, por mucho que en Silicon Valley quieran experimentar, nos vamos a morir.
¿Este trabajo, que implica pensar siempre en un momento del futuro, afecta más a esa percepción del tiempo?
En mi caso, y mis momentos de crisis vocacional han sido motivadas por ello, me influye que a veces es un poco el día de la marmota. Como este ha sido un taller muy lineal, salpicado por trajes mediáticos de vez en cuando, los momentos se repiten: la temporada de venta, la otra en la que estás intentando organizar, pero da igual; el minimotín en el taller que luego se calma, y de vuelta a empezar. Decía Balenciaga que este trabajo es como el mar. Siempre es diferente, porque nunca está igual, pero al final es mar. Es siempre lo mismo.
Las colecciones están para disfrutarlas. En parte la cesión al Museo del Traje fue por eso”
La exposición se inicia con su mesa de trabajo y su mochila.
Sí, me han hecho una putada porque la echo mucho de menos.
¿Cuál es la historia de esa mochila?
Vino de un viaje a Nueva York en el 94 en el que coincidí con Icíar Bollaín. Me la regaló o me la compré, no lo recuerdo. Dimos un paseo precioso desde el Soho hasta el Upper. La que llevaba en ese momento estaba hecha una mierda, apareció esta… y desde entonces.
Como buen coleccionista siente apego por las cosas, aunque ahora su archivo de alta costura está en el Museo del Traje.
Sí, me he quitado. Ahora tengo otro Diógenes, pero el más gordo me lo he quitado.
¿Se refiere a las casas de muñecas?
(Ríe al mirar la estantería, donde hay una de ellas) Sí.

Vestido de la infanta Elena para la boda de Victoria de Suecia
Lo ha heredado de su madre.
Es una cosa que estaba latente. En casa había varias, sobre todo recuerdo dos: una que ha desaparecido y otra que conservamos y con la que hemos jugado muchísimo.
Entonces, aparte de coleccionar, les dan vida.
Las colecciones están para disfrutarlas. En parte la cesión al Museo del Traje fue por eso. Toda esa barbaridad de vestidos en un almacén no tiene ningún sentido. Lo de las casas de muñecas estaba ahí y, a raíz de que he perdido a dos hermanos en los últimos dos años y medio, es una manera de conectar con esa infancia que idealizamos. Me llegan flashes: la emoción de un mueblecito nuevo, la de ir al rastro con mi madre todos los domingos a ver si encontrábamos alguna pieza…
¿Cree que el creador tiene que ser obsesivo?
Sí. Al final la creatividad es una colección de recuerdos. Y más en este momento, que es todo la versión de la versión. Mientras el ser humano tenga el cuerpo que tiene, las formas son las que son. En este post todo, la creatividad va unida a la memoria, y los coleccionistas somos todos obsesivos compulsivos.
La exposición está dividida en inspiraciones o influencias. ¿Es un trabajo mantenerse inspirado?
No, sale natural. Si te lo tomas como un trabajo, estamos hablando de otra cosa, de un profesional del producto. Yo no considero trabajo ir a ver una exposición o una obra de teatro o pasear por la calle u observar a la gente en el aeropuerto. Los creadores somos muy voyeurs. Hay que saber mirar. Me considero un privilegiado. Hago lo que me gusta y me pagan un buen dinero por ello. ¿Qué más puedo pedir?