El escenario estaba listo para Isabel Sanchís. La marca valenciana aspira a la excelencia en diversos ámbitos: presentando showrooms de alta costura en París, desfilando vestidos de boda en Barcelona Bridal y, aquí, en IFEMA, con la banda sonora relajante de un jardín japonés de fondo: prêt-à-porter. Siempre hay una polinización cruzada de ideas entre esas tres áreas, algo que Sanchís describe como resultado de su deseo de “una alta costura más moderna, dedicada a gente joven”.
El recorrido elegido para las modelos causó una impresión inmediata. Una sala abarrotada, con seis filas de público rodeando la pasarela, no podía pasar por alto el enorme soribashi rojo, el típico puente arqueado japonés, que ocupaba la parte central del desfile. Debajo, sobre una plataforma de espejos por la que caminaban las modelos antes de subir las escaleras hacia el puente, se creaba —cuando las luces brillantes de la pasarela lo iluminaban— la ilusión de un estanque de koi ondulante.

Una modelo desfila con un estilismo de la nueva colección de Isabel Sanchís
Sanchís confesó entre bastidores que estaban tomando un riesgo al utilizar ópera como banda sonora del desfile. Pero pareció una elección inspirada, añadiendo un toque de elegancia a los primeros looks, que combinaban sombreros de ala ancha con trajes y vestidos color menta decorados con salpicaduras rosas de nenúfares. Los primeros conjuntos eran entallados, y las modelos recorrían con seguridad la complicada puesta en escena: salían recto desde bastidores, subían las escaleras, cruzaban el puente, y hacían una curva en forma de U detrás de él para regresar al soribashi. Volvieron a cruzarlo y regresaron.
Sin embargo, la extravagancia de la propuesta retó la funcionalidad del recorrido. A medida que los vestidos se alargaban con bajos más extensos, las modelos adaptaban su trayectoria, muchas levantando ligeramente el vestido como si hicieran una reverencia antes de subir los escalones. En los vestidos largos hasta las piernas, el paso al puente ofrecía potencial para una escena tipo Cenicienta en el baile. “Queremos jugar también con los plisados, que eran también parte del origami de la colección”, explicó Sanchís después del desfile. “Se quiere aportar una espectacularidad cuando los colocas al final, y hacer que el plisado le dé como un toque más rompedor.”
La última parte de la colección, la más volumétrica, siempre está en blanco y negro”
“La última parte de la colección, la más volumétrica, siempre está en blanco y negro”, explicó Sanchís. Maria Callas sonaba por los altavoces mientras las modelos comenzaban a salir con vestidos que la propia Callas podría haber llevado. Un top blanco hecho a partir de un diamante doblado en dos partes coronaba un exquisito vestido negro largo.
A medida que los dobladillos de los vestidos se hacían más largos, también lo hacía el grado de dificultad del circuito. Gabriely Miranda, recientemente casada con el futbolista del Real Madrid Endrick, se agarró con fuerza a la barandilla al cruzar. Uno de los últimos vestidos en blanco y negro se enganchó en el puente. Necesitó ayuda para soltarse.
“Imagínate nosotras,” comentaron Sanchís y su co-directora creativa, su hija Paula Maiques, justo después del desfile. Ambas sufrieron entre bastidores junto al propio creador del puente, al ver a algunas modelos en tacones altos dudar en el centro de la pasarela. Sanchís, con sus cuarenta años de experiencia en la industria, fue rápida en señalar que estos percances no son nada nuevo: “A Dior le ha pasado, a Valentino muchas veces también. Y ellos lo cuidarán, lo recrearán.”
En otras palabras, sucede. En la segunda vuelta por la pasarela se pudo apreciar la magnitud del logro de la marca, al pasar las modelos sin un solo tropiezo. Un elegante y voluminoso vestido azul celeste, realizado con cortes estilo origami en el bajo de la tela. Las costuras intrincadas en los kimonos de inspiración japonesa. Los pétalos plisados que protagonizan algunos volantes. Un vestido blanco regio, elevado por un reluciente cuello del siglo XVIII. Una pieza translúcida, tejida en blanco, destacaba la capacidad tecnológica de la marca, expertos con el 3D. Usaron el silicón de una manera que daba la impresión intencionada de que “el vestido está como suspendido en el aire.”
Gracias a la fuerza de la colección y a la osadía de la presentación, los percances quedarán como una nota al pie. Las modelos posaron frente y sobre el puente para la foto final, mientras Isabel Sanchís y Paula Maiques caminaban desde lados opuestos hacia el frente para la foto, encontrándose en el centro. El dúo de madre e hija fue recibido con el aplauso más fuerte de la semana hasta ahora.
Lola Casademunt by Maite, “safari sofisticado”
Maite Gassó, al frente de Lola Casademunt, se ha propuesto reivindicar el animal print y esa visión quedó clara en su colección ‘Blooming Desert’, la primera primavera-verano desde la muerte de la fundadora y homónima de la marca, la madre de Gassó. Una instalación de flores de tamaño humano recibía a quienes entraban en la pasarela. El desfile no comenzaría de inmediato, ya que los asistentes aprovecharon el telón floral para hacerse sus propias sesiones de fotos.
En el desfile, los temas florales aparecieron desde el principio. Abrieron el desfile vestidos blancos con ramilletes amarillos y rosas desplegados en el frontal. Combinaban bien con los vestidos naranjas brillantes, fruncidos y florales, y con los sujetadores del mismo estilo que se mezclaban con estampados de flores. Todo parecía ir según lo planeado para Gassó: “Queríamos contrastar la delicadeza de un jardín secreto, de unas flores, con la fuerza de la aridez del desierto”. Esto se tradujo en total looks en tonos arena, desde chaquetas bronce hasta tacones dorados.

Desfile de Lola Casademunt by Maite este viernes en el marco de la Mercedes Benz Fashion Week Madrid en Ifema. EFE/ Borja Sanchez-Trillo
La parte salvaje llegó a continuación. Un look masculino destacó por una camisa alineada con el objetivo de la marca de realizar un “safari sofisticado”. El conjunto se completaba con un sombrero plano de ala ancha y un enorme cuello abierto en una resistente camisa color crema. Completaron el atuendo unos bolsillos delanteros capaces de guardar tanto unos prismáticos en la selva como unas gafas de sol en una tumbona de playa. Esta versatilidad es importante para la marca catalana. “La colección primavera-verano, siempre es una colección mucho más vacacional porque hay ese pensamiento de resort”, explicó la directora creativa.
Antes en el fitting Gassó confesó que hubo un día de estrés por los pequeños ajustes que siempre hay que hacer con las modelos. No obstante, también era un día de celebración para la marca, que busca diferenciarse del resto del mercado. “Nosotros no podemos hacer algo normal”, declaró. “Tenemos que aportar nuestra personalidad a las prendas”.
Un diseño en particular concentraba todas las señas de identidad de esta etapa de Lola Casademunt. Era una pieza que ella mostró orgullosa entre bastidores y que fue recibida con una ráfaga de flashes. El espectáculo lo provocaba un tube top, perfectamente dentro del tema safari. Su pequeño cuerpo de lentejuelas multicolores ofrecía un mosaico arremolinado, casi de collage. Combinado con unos pantalones vaporosos de color rosa, Lola Casademunt había creado un intrépido look veraniego: exploradora de la jungla de día, reina de la fiesta en la playa de noche.
Custo Barcelona, listo para la rave
Un león antropomorfizado lanzaba techno desde la cabina de DJ, mirando hacia una multitud en un festival. Mujeres bailaban con libertad en el desierto, en una escena que evocaba una imagen festivalera más cercana a Coachella que a Sirāt. Entre bastidores, Custo Dalmau explicaba que la forma de entender la colección era viendo este video. La presentación audiovisual se proyectaba sin interrupciones, y la anticipación crecía entre el público como si esperaran al número principal de un festival. “La palabra clave es emoción. Hay mucho detalle que te crea esa sensación”, señaló.

Desfile de Custo Barcelona este viernes en el marco de la Mercedes Benz Fashion Week Madrid en Ifema.
La pasarela, concebida por Custo como un tributo al sentido de libertad, arrancó con un ritmo vibrante. Los modelos caminaban con paso ágil, algunos con una mano en el bolsillo, otros con los brazos balanceándose a los costados. Dalmau había descrito las camisas de hombre de la colección, en las que se pueden encontrar diseños dibujados de leones o robots, como: “No necesariamente para ir a una fiesta, un concierto o un festival. Puedes ponértela en casa viendo Netflix”. De esta manera, el diseñador contemplaba todas esas posibilidades. Un modelo masculino, con chaqueta de traje negra, caminaba con determinación, sus largos pantalones cortos dorados de estilo baloncesto se movían al ritmo de sus pasos.
La línea femenina de Custo parece lista para una rave. Gafas rectangulares con cristales tintados completaban looks que iban desde tops finos y con flecos hasta un vestido negro sin espalda. Monos translúcidos hechos de materiales ligeros dejaban ver la piel o ropa interior neón. Las capas causaban impacto. “Estos son piezas para ver en el cuerpo”, había insistido Dalmau de antemano. “Son muy experimentales en cuanto a geometría y volumen”. En la pasarela, donde el movimiento no tenía restricciones y la piel podía mostrarse sin tapujos, la idea de un verano lleno de movimiento se hacía evidente.