En la calle de Rivoli, al sureste del jardín de las Tullerías, se percibe un inusual bullicio cuando el sol apenas comienza a despuntar. Son las ocho de la mañana y, frente a las imponentes pirámides de cristal del Louvre -que permaneció cerrado durante toda la mañana del martes-, un grupo de curiosos se había congregado atraído por el misterio de lo que estaba por suceder.
Louis Vuitton era el plato fuerte de esta segunda jornada de la Semana de la moda de París, y su poder de convocatoria, especialmente entre celebridades, uno de los motivos que justificaron el madrugón de sus seguidores. Las actrices Zendaya y Emma Stone eran las más esperadas y probablemente de las más ovacionadas, un dato que quedó corroborado por el estallido de gritos y flashes que llenaron el aire apenas pusieron un pie en la calle.
Zendaya posa antes del desfile de Louis Vuitton
Emma Stone a las afueras del Louvre
Los apartamentos de verano que un día ocupó Ana de Austria, la Reina de Francia y madre de Luis XIV -ubicados en el interior del museo del Louvre- se convirtieron en una pasarela improvisada gracias a la escenógrafa y diseñadora Marie-Anne Derville, que los actualizó con gusto y en clave contemporánea.
Nicolas Ghesquière, director creativo de la línea femenina de Louis Vuitton, imaginó una colección primavera-verano 2026 como un viaje en el tiempo, desde los salones del siglo XVIII hasta el presente. Una inmersión en el gusto francés, ese art de vivre que la maison ha cultivado desde su fundación y que hoy se traduce en una elegancia íntima o, como definió el creativo minutos después de su desfile: “el arte de vestirse para uno mismo”.
Louis Vuitton primavera/verano 2026
Louis Vuitton primavera/verano 2026
Louis Vuitton primavera/verano 2026
Los salones de Ana de Austria se habían adornado para la ocasión con una selección de muebles y creaciones de varias épocas, que abarcaban obras del artista Robert Wilson; el maestro ebanista del siglo XVIII Georges Jacob; asientos Art Decó de Michel Dufet de los años 30 o esculturas del siglo XIX Pierre-Adrien Dalpayrat que convivían con muebles diseñados por la escenógrafa Marie-Anne Derville. Y, como ya parece ser costumbre, el aforo para celebridades, clientes y periodistas se volvió a reducir a la mitad.
De las primeras en tomar asiento fue Anna Wintour, esta vez no como editora jefa de la estadounidense Vogue, sino como una celebridad más. A su alrededor, las grandes embajadoras de la maison: Zendaya, Ana de Armas, Sophie Turner, Emma Stone o la estrella del grupo Blackpink, Lisa.
Ana de Armas, embajadora de Louis Vuitton, posa a las afueras del Louvre
Sophie Turner fue una de las invitadas estrella del desfile de Louis Vuitton
Lisa, estrella del K-pop, posa a las afueras del desfile
El punto de partida de la colección era un viaje a la intimidad; ese espacio seguro que cada uno crea en su casa. “Por supuesto, no todos los apartamentos son así. La música no siempre suena como la voz de Cate Blanchett leyendo fragmentos de la canción de David Byrne para Talking Heads”, bromeó Ghesquière, antes de explicar que “la atmósfera que quería transmitir es esa serenidad y comodidad que uno siente cuando está en su propia habitación y puede ser quien quiera”.
Lo quería transmitir es esa serenidad y comodidad que uno siente cuando está en su propia habitación”
Los detalles de las grandes solapas en las blusas y camisones
Un vestido recubierto de pedrería en forma de flecos
Para ello, el diseñador jugó con las siluetas: corsés escultóricos, vestidos fluidos que caen como cascadas y largas solapas en los cuellos que desafían la gravedad. La naturaleza estuvo muy presente como inspiración, desde camisas estructuradas, hasta vestidos recubiertos de pedrería en un juego óptico magistral de flecos. Tras el desfile, se escuchó decir en la sala: “¡Cómo me gustaría ser una chica Ghesquière!”. Y es que a pesar del juego de sillas que vive el mundo de la moda, el creativo sigue sin defraudar a su público.
