En España, la situación laboral en muchos sectores, y especialmente en el ámbito sanitario, ha sito un tema recurrente de debate en los últimos años. A pesar de contar con un sistema público de referencia, los profesionales del sector se enfrentan a condiciones de trabajo cada vez más complicadas. Las largas jornadas, las plantillas insuficientes y la falta de recursos, han sido algunas de las principales quejas de médico, enfermeras, auxiliares... El personal sanitario muchas veces se ve obligado a hacer malabares para ofrecer la mejor atención a los pacientes, pero sin que su remuneración o condiciones reflejen ese esfuerzo.
Es algo que ha llevado a muchos profesionales a replantearse su futuro, buscando mejores oportunidades fuera de nuestras fronteras. Este es el caso de Marta Peñalver, ginecóloga española que decidió dar un giro a su carrera hace dos años y mudarse a Dubái en busca de una carrera profesional que se ajustase más a sus expectativas. Tras años de formación y dedicación, Marta sentía que en España su trabajo no estaba siendo valorado de la manera que merecía.
María Peñalver, ginecóloga
“No nos cuadraba la forma de trabajar, la vida que teníamos. Pensábamos: hemos hecho muchas cosas, hemos invertido mucho esfuerzo y tiempo en formarnos, y no estamos viendo un rendimiento adecuado a ese grado de formación. Fue entonces cuando pensamos en mejorar nuestras vidas, y un día navegando por LinkedIn vi una oferta de ginecología en Emiratos. Aplicamos a la oferta, hicimos todos los procesos, y decidimos marcharnos”, explica en el pódcast Efecto Dubai.
La situación laboral en España no era mala, pero Marta y su pareja sentían que su etapa en el país había llegado a su fin. “Yo llegué a trabajar más de 70 horas a la semana, pero la nómina no subía, incluso te tocaba pagar más. Casi pagabas por trabajar, y ese fue el punto de inflexión. Estaba esforzándome por intentar mejorar mi vida y no lo notaba, me estaba dando golpes contra una pared”, recuerda.
En Dubái, Marta encontró una realidad laboral distinta. “La principal diferencia con España es que valoran mucho al empleado y nos preguntan qué horario quieres tener, cuánto tiempo necesito por paciente, qué tipo de herramientas necesito para ejercer mi trabajo... cosa que en España era inviable. Ahora mismo tengo treinta minutos por paciente y en España a penas diez minutos”, dice.
Para Marta, ese tiempo adicional no es solo un lujo, sino una necesidad en su especialidad. “En ginecología, la paciente se cambia de ropa una o dos veces, si hace falta tiene que tener su ortografía, tiene que hablar contigo, tienes que ver analíticas... entonces en mi especialidad no puedes tener 10 minutos. Si tienes 10 minutos es que algo no habéis hablado algo o no se ha mirado como se debería mirar. Yo creo que las pacientes necesitan tiempo, necesitan tener confianza contigo, poder contarte las cosas, porque al final algo bastante íntimo: hay problemas sexuales, infecciones y hay problemas de todo tipo. Y muchas veces necesitan saber qué hacer, que consideras tú, recomendaciones, precauciones… no te da ese tiempo”.
Para ella, esa falta de trato con el paciente y ese tiempo se traduce en tratar a las personas como “un cuerpo que no tiene ni voz ni voto”. A su parecer, esta rapidez en el sistema español impide establecer una relación con los pacientes y siente que lleva a los profesionales de salud a actuar como máquinas y a no pensar que el paciente es una persona que tiene sentimientos y emociones que afectan a su organismo. “Tienes que saber todo el conjunto de las cosas: si tiene estrés, una patología, un trastorno alimenticio o algo similar… Solo así puedes conectar con la paciente”.
Médico
En definitiva, este testimonio refleja una realidad cada vez más común entre los profesionales de la salud en España: el sentimiento de que los esfuerzos no son reconocidos ni valorados. Muchos profesionales se ven obligados a emigrar en buscar de un entorno en el que puedan desarrollar mejor su labor. Y esta “fuga de cerebros” no solo afecta a los médicos, sino a otros muchos sectores, lo que plantea una reflexión seria sobre cómo se está gestionando los recursos humanos en nuestro país.
“Irme me ha dado muchísimas herramientas que no tenía y me ha puesto en el lugar que sentía que tenía merecía después de 10 años formándome como ginecóloga. La medicina avanza y tú tienes que avanzar con ella, no te puedes quedar atrás, y ese esfuerzo diario me hizo tener una vida feliz, pero no supercómoda. Para mi forma de pensar, todo ese esfuerzo debía conllevar que me pudiera ir de viaje 6 o 7 veces de viaje al año, y en España eso es inviable. No solo por las horas que trabajas, sino porque económicamente tampoco te lo puedes permitir”.
