Miriam Caparrós, profesora de primaria, 32 años: “Decir que tenemos demasiadas vacaciones en Navidad o verano es no entender cómo es el curso”
Un día en la vida de una profesora
La docente explica cómo el cansancio físico y emocional se acumula durante el trimestre y por qué el parón de Navidad es una necesidad, no un privilegio

Aunque lleva pocos años dedicándose a la docencia, Miriam ha sabido siempre que esta era su verdadera pasión y vive cada día con mucha intensidad en el aula

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Miriam Caparrós llega cada mañana al colegio con mucha antelación. Le gusta tener tiempo para preparar el aula, ordenar materiales y revisar mensajes de las familias antes de que suene el timbre. Es su forma de trabajar: dejarlo todo listo para que, cuando entren los niños, nada quede al azar. Esa atención al detalle, ese intento constante de que todo salga bien, marca también su forma de vivir el curso.
A las nueve, cuando el aula se llena de mochilas, emociones y ruido, empieza una jornada que no admite piloto automático. Cada día es distinto y exige improvisar, sostener conflictos, y responder a lo inesperado. Un trabajo intenso que no siempre se ve y que tampoco termina cuando se cierra la puerta de la clase.
Por eso, cuando llegan las vacaciones de Navidad y vuelve el debate sobre si los profesores tienen demasiados días libres, Miriam no habla de privilegios. Habla de cansancio acumulado, de un trimestre vivido sin tregua y de una profesión que se ejerce también fuera del horario lectivo. Para ella, este parón no es un lujo: es la única forma de coger aire antes de volver a empezar.
Un día en la vida de una profesora
Un trabajo que va más allá del aula
¿Cómo es un día normal para usted en el colegio, desde que entra por la puerta hasta que sale?
Un día normal empieza bastante antes de lo que la gente imagina. Suelo llegar sobre las ocho y media para dejarlo todo organizado: revisar mensajes de las familias, preparar materiales y tener claro cómo va a ir el día. Ese rato previo es tranquilo, pero también genera tensión, porque sabes que en cuanto llegan los niños todo puede cambiar.

A las nueve entran al aula y ahí empieza la verdadera jornada. Observas cómo llegan, qué energía traen, qué les ha pasado antes de entrar… Nunca sabes cómo se va a desarrollar el día, la improvisación es constante. Puedes llevarlo todo preparado y, aun así, tener que cambiarlo sobre la marcha.
Cuando acaba la jornada lectiva, el trabajo no termina. Al llegar a casa continúas corrigiendo, preparando actividades, respondiendo correos o pensando cómo abordar situaciones concretas del aula. Es un trabajo que no se queda en el colegio.
¿Qué parte de su trabajo es invisible para la mayoría de la gente?
La gente suele pensar que nuestro trabajo es solo dar clase, pero hay muchísimo más detrás. La atención personalizada al alumnado, especialmente en aulas con mucha diversidad, requiere un esfuerzo enorme.
Hay niños con necesidades educativas específicas, situaciones familiares complejas, conflictos entre alumnos… Actuamos como mediadores, orientadores y acompañantes emocionales. Todo eso no se ve, pero ocupa gran parte del día.
La gente suele pensar que nuestro trabajo es solo dar clase, pero hay muchísimo más detrás
¿Qué es lo más duro de ser profesora hoy en día?
Es una mezcla de muchas cosas. La burocracia pesa mucho, porque resta tiempo a lo verdaderamente importante: estar con los niños. También influyen las ratios, el ritmo constante y la presión por llegar a todo.

A eso se suma el comportamiento del alumnado, que refleja muchas veces lo que ocurre fuera del aula. Gestionar emociones, conflictos y expectativas es agotador cuando se acumula día tras día.
Un día en la vida de una profesora
El debate de las vacaciones de Navidad
Con la llegada de la Navidad vuelve el debate de siempre: “los profesores tienen demasiadas vacaciones”. ¿Cómo lo vive usted?
Lo vivo con bastante frustración, porque no tienen en cuenta cómo es realmente el curso. Decir que tenemos demasiadas vacaciones en Navidad o verano es no entender cómo es el curso.
Las vacaciones no son un privilegio, son una necesidad. Llegamos muy cansados física y emocionalmente. Durante el trimestre no hay pausas reales. El ritmo es muy intenso y continuo, y no existen espacios para desconectar. Cuando llegan las vacaciones, el cuerpo y la mente ya están al límite.
¿Cómo llega emocional y físicamente a las vacaciones de Navidad?
Llegas agotada. No es solo cansancio físico, es mental. Has ido acumulando situaciones, preocupaciones y decisiones sin parar.
Las vacaciones son un descanso necesario para no quemarte. No es que desconectes del todo, porque siempre hay cosas pendientes, pero sí bajas el ritmo y recuperas un poco de energía.
Las vacaciones no son un privilegio, son una necesidad
¿Consigue desconectar en ese parón o sigue trabajando?
Es un poco de todo. Intento desconectar, pero siempre hay correcciones atrasadas, preparación del segundo trimestre o reflexiones sobre lo que ha funcionado y lo que no. No es una desconexión total, pero sí una pausa que te permite volver con algo más de fuerza.
¿Qué le gustaría que la sociedad entendiera mejor sobre su trabajo?
Que no se trata solo de explicar contenidos. Nuestro trabajo va mucho más allá. Acompañamos procesos personales, damos seguridad y ayudamos a que los niños se sientan capaces. Todo eso implica una carga emocional muy grande que muchas veces no se valora ni se reconoce.

¿Hay más estrés del que se percibe desde fuera?
Muchísimo más. El estrés es constante y se acumula en silencio. No siempre se habla de ello, pero el ritmo del trimestre es muy exigente.
Cuando eres docente, entiendes que los niños no saben lo que te pasa por dentro ni lo que ocurre en tu vida personal, pero tú tienes que seguir sosteniendo el aula cada día.
¿A qué tipo de situaciones inesperadas se enfrenta durante el curso?
Prácticamente a diario. Conflictos entre alumnos, cambios de planificación, dificultades de aprendizaje que aparecen de repente… La improvisación es clave. Muchas veces entras al aula con una idea clara y tienes que cambiarlo todo en función de lo que ocurre ese día.
Un día en la vida de una profesora
La sociedad se refleja en el aula
¿Ha cambiado mucho el alumnado y la forma de enseñar en los últimos años?
Sí, el cambio ha sido considerable. Antes la enseñanza era más directa; ahora tienes que encontrar el equilibrio entre dejarles espacio y saber cuándo intervenir. La sociedad ha cambiado y eso se refleja en el aula. Los niños son distintos y las necesidades también.
¿Qué es lo que más le llena de su profesión?
Ver la evolución personal de cada niño. Notar su progreso, su agradecimiento y su afecto diario. Cuando ves que todo el esfuerzo vale la pena, encuentras el sentido a seguir adelante a pesar del cansancio.

¿Qué papel juega el equipo docente en su día a día?
Es fundamental, los compañeros son un apoyo imprescindible. Compartir experiencias y sentirte acompañada marca la diferencia.
Si pudiera cambiar una sola cosa del sistema educativo para mejorar la vida del profesorado, ¿cuál sería?
Reducir la carga burocrática y permitir que el tiempo se centre en lo verdaderamente importante: los alumnos y el aula.
