Todos los encantos de Turín, la ‘dama del norte’

De paseo

Atrevida e inquieta, la capital del Piamonte italiano vive un proceso de perpetua innovación con una incansable agenda de planes culturales y gastronómicos

Los soportales de Turín que vertebran la ciudad, llegan a sumar hasta 18 kilómetros

Los soportales de Turín que vertebran la ciudad, llegan a sumar hasta 18 kilómetros

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Es la ciudad en la que Cesare Pavese descubrió la fatalidad y en la que Nietzsche perdió para siempre la cordura. La ciudad que se vio revestida por el refinamiento de los Saboya y que adoptó después el tono racionalista de la industria. La ciudad que alcanzó el liderazgo en la producción de automóviles pero que, finalmente, hizo de la cultura su más potente motor económico.

No hay etiquetas para Turín. Acordonada por unos Alpes poderosos y refrescada por el río Po, la capital del Piamonte camina a su propio ritmo, en un desafío constante a los tópicos que la preceden. Inquieta, versátil y multicultural, el encanto de la Dama del Norte reside en no parecerse a ninguna otra urbe italiana.

Hay que pasear despacio por su centro histórico para percibir esa capacidad de innovación constante

Hay que pasear despacio por su centro histórico para percibir esa capacidad de innovación constante que lleva, por ejemplo, a combinar su pátina barroca con instalaciones luminosas de arte contemporáneo. Es el resultado de Luci d’artista, una iniciativa nacida para dar luz y color al tejido urbano, que ha terminado erigida en un símbolo de la ciudad. Hasta existen tours para conocer estas obras con la explicación de guías expertos.

Plazas, galerías y soportales

En Turín la elegancia se expresa de muchas maneras. En sus tres históricas galerías comerciales (Subalpina, San Federico y Umberto I) que conservan la arquitectura del siglo XIX, con una cubierta acristalada por la que se cuela el sol. También en los majestuosos pórticos que vertebran la ciudad y que llegan a sumar hasta 18 kilómetros, 12 de los cuales son continuos.

La preciosa Galleria Subalpina en Turín

La preciosa Galleria Subalpina en Turín

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Es a través de estos soportales dieciochescos como se llega a las dos plazas principales en las que se divide el alma monumental. De un lado, la Piazza Castello, dominada por el palacio Real y el palacio Madama, y dotada de joyas como la iglesia de San Lorenzo de Guarino Guarini (al que comparan con Borromini) y la capilla en la que se exhibe La Sacra Sindone, esto es, la Sábana Santa que sirvió de sudario a Jesucristo.

De otro lado está la Piazza San Carlo, con sus dos iglesias (casi) gemelas y su atmósfera parisina. Es el lugar donde se celebran los acontecimientos festivos (incluidos los triunfos de la Juventus, el popular equipo de fútbol), pero también es algo así como la sala de estar de los turineses, que vienen a tomar el vermú a sus terrazas calefactadas.

Del cine a los faraones

Recorrer Turín una mañana despejada supone doblar una esquina y vislumbrar, de pronto, las cumbres nevadas en una estampa preciosa. Eso si no se asciende al Monte dei Cappucccini para contemplar a la cordillera en toda su extensión, con la ciudad arrebujada a sus pies y la silueta de la Molle Antonelliana despuntando sobre los tejados. Es otro de los iconos: una estructura de hierro y cristal, coronada por una aguja, que alcanza los 168 metros de altura.

Vista desde la parte superior del centro de turín con las montañas de fondo

Vista desde la parte superior del centro de turín con las montañas de fondo

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A la Molle no sólo hay que contemplarla en su osado exterior sino también en sus entrañas. Porque lo que iba a ser una sinagoga diseñada por el arquitecto Antonelli acabo convertido en el Museo Nacional del Cine, cuya visita resulta fascinante. Aquí, en un rompedor concepto de exposición vertical, se desgrana la historia del séptimo arte con emocionantes referencias a películas míticas.

Se trata de una experiencia imprescindible, como también lo es la que propone el Museo Egipcio, el segundo en su género más importante del mundo (después, claro, del que descansa en El Cairo). Una colección de papiros, momias, objetos domésticos y ajuares funerarios, en la que destaca una escultura de Ramses II como joya de la corona.

Algarabía de mercado

Puestos a seguir caminando, habrá que hacerlo por el Quadrilatero, el barrio en el que todos quieren vivir. Una zona hace unas décadas degradada, a la que la apisonadora de la gentrificación (y su subida de precios) cambió de tipología. Hoy es el centro de la vida alternativa, trufado de restaurantes de moda, boutiques de diseñadores emergentes y locales de animación nocturna.

Mercado fresco de Porta Palazzo

Mercado fresco de Porta Palazzo

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También a pie se llega a Porta Palazzo, que es el mercado a cielo abierto más extenso de Europa. En esta algarabía de aromas, colores y sabores se puede comprar de todo (flores, fruta, verdura, queso…), tanto en los animados puestos del centro como en el pabellón cubierto de estilo Liberty. Es aquí donde se emplaza el exitoso Gallina, una pescadería- restaurante, siempre con largas colas, que ofrece un menú del día con un plato de pescado fresquísimo que varía en función de la captura.

No faltan los dulces en este mercado, fundamentales en una ciudad que se autoproclama golosa sin complejos. Turín es la reina chocolatera de Italia, puesto que aquí encontramos el origen del gianduiotto (cacao con avellanas), las tabletas de cuadraditos, el helado de palo de chocolate y la inigualable Nutella. Para probarlo todo en una experiencia multisensorial está CioccolaTò, una feria dedicada a este alimento de los dioses, que tendrá lugar del 27 de febrero al 2 de marzo.

'Apericena' y otros inventos

Para quien se quede corto de azúcar, la cafetería La Farmacia ha inventado el Cubrik, que es un cruasant cúbico, inspirado en el cubo de Rubik. Por no hablar del bicerin, el café por excelencia de la ciudad. Una bomba calorífica de chocolate caliente, café y crema de leche fría, que se toma sin revolver para apreciar la mezcla de sabores y temperaturas. Lo sirven por toda la ciudad, aunque el auténtico será siempre el del diminuto Caffè Al Bicerin, en cuyas mesas de mármol se sentaron en su día el conde de Cavour, Puccini e Italo Calvino. Hasta Umberto Eco le dedicó unas líneas en su novela El cementerio de Praga.

Bicerin, unaa bomba calorífica de chocolate caliente, café y crema de leche fría

Bicerin, unaa bomba calorífica de chocolate caliente, café y crema de leche fría

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Y es que lo de inventar es cosa seria en Turín, que se jacta de haber traído al mundo curiosidades como el cucurucho, los grissini y, por supuesto, la maquina de café expreso. Y aunque en la invención del aperitivo le salen muchos competidores, en lo que no tiene rival es en la autoría del apericena. Esta opción barata a base de bufet libre para la última comida del día está pegando con fuerza en la ciudad que es una reinvención constante de sí misma.

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