Así renació de sus cenizas el pueblo “fantasma” de Málaga 50 años después: una aldea blanca con puertas de colores y un pasado ligado a la guerra
VIAJES
En los años 50 fue abandonado debido a la Guerra Civil, pero ahora se ha convertido en una especie de pueblo fantasma restaurado
El Acebuchal
Enclavada en un pintoresco valle de la sierra de Málaga, se encuentra una pequeña aldea que, a lo largo de los años, ha sido testigo de la evolución del paisaje y las gentes de la región. Rodeada por imponentes montañas y un mar de verdes bosques, sus casas de piedra y tejados de teja roja transportan a una atmósfera de tiempos antiguos, como si el paso de los años no hubiera logrado borrar su esencia. A pesar de su ubicación, la aldea logró mantenerse viva en la memoria colectiva hasta que, tras décadas de abandono, un proceso de restauración logró devolverla a la vida. Este es El Acebuchal, un lugar que ha resucitado de su historia y tradición malagueña, ofreciendo una experiencia única a aquellos que se atreven a descubrirlo.
El Acebuchal
Desde Frigiliana, a unos ocho kilómetros, se inicia un recorrido a través de un camino de tierra de un solo sentido, rodeado de un mar de pinos que forma el Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama. A medida que avanzas, el pueblo aparece de forma sorprendente entre las montañas, con un paisaje impresionante que ofrece vistas espectaculares tanto del pueblo como del mar y las montañas. Es habitual encontrarse con ciclistas y viajeros que disfrutan del sol sobre la piel mientras recorren este bello paraje. Una experiencia que mezcla naturaleza, historia y un toque de aventura.
Pero allí no se podía vivir. Estuvo prohibido desde que la Guardia Civil, durante la guerra, conoció que los 200 habitantes de aquella humilde aldea daban ayuda a los rebeldes antifranquistas. Durante los años 40 y 50, fue escenario de luchas de guerrilleros, conocidos como maquis, que operaban en las montañas. El pueblo fue quemado y sus habitantes desplazados, lo que le dio una historia cargada de tensiones. Fue en 1949 cuando el último vecino abandonó para siempre el lugar.
Durante décadas estuvo prácticamente deshabitado y se convirtió en lo que muchos consideran un pueblo fantasma. Lo curioso es que en 1998, y tras 49 años de abandono y misterios, la familia García Sánchez y el resto de propietarios decidieron restaurar la aldea. Sin luz, ni agua, fueron reconstruyendo las casas y calles hasta conseguir lo que hoy es el verdadero Acebuchal.
Aunque fue restaurado, el pueblo mantiene un aura de autenticidad. Las casas, aunque renovadas, conservan una estética rústica y tradicional, y las calles, empedradas y con tejas rojas, recuerdan a tiempos antiguos, lo que le hace parecer una especie de museo al aire libre que transporta al pasado. Tras su restauración, se permitió a algunos de los antiguos vecinos regresar, y nuevas personas se mudaron al pueblo. Sin embargo, la población sigue siendo muy pequeña y es raro encontrar turistas y nuevos residentes en este lugar tan aislado, aunque su atmósfera es tan única que se ha convertido en un lugar muy atractivo para los viajeros.
El Acebuchal
Su ubicación privilegiada lo convierte en un lugar único y digno de visitar. Rodeado de un paisaje natural repleto de bosques de pinos y vegetación autóctona, este lugar combina una belleza salvaje con algo de misterio. Durante las décadas que estuvo deshabitado, muchas de sus casas fueron invadidas por la maleza y las raíces de los árboles, integrándose casi por completo en el entorno. Hoy, este rincón especial cuenta con un pequeño restaurante y alojamiento situados en las mismas casas restauradas, ofreciendo una experiencia auténtica que transporta a otra época.
Hoy en día El Acebuchal es un símbolo de resistencia y resiliencia. Su restauración ha sido vista como una forma de recuperar la memoria histórica, sobre todo por aquellos que buscan honrar la historia del pueblo y sus habitantes.