Cuentan que llegó desde Tupelo con la ropa raída, la guitarra a cuestas y un puñado de canciones que a nadie interesaban. Y que logró grabarlas a cambio de unos pocos dólares y mucha insistencia. Así comenzaba el mito de Elvis Presley. Corría el año 1953 y Memphis, la ciudad recostada sobre el Misisipi, era la tierra prometida del blues.
Aquí donde explotaron aquellos ritmos que nacieron como un lamento desgarrado en las plantaciones de algodón, el rey encendió su voz negra, dejando para la eternidad el rastro de su memoria. Hoy, todo en la metrópoli más extensa del estado de Tennessee encierra una evocación, a veces explícita y a veces velada, a quien sembró las simientes del rock and roll con su carismático tupé y el frenesí de sus caderas.
En Beale Street hay locales tan míticos como el BB King Blues Club o el Rum Boogie Café, con guitarras de 300 músicos
Pero, más allá de la alargada sombra de Elvis (que tiene en Graceland, su casa-museo, el mayor foco de peregrinaje), Memphis lleva grabada a fuego una tradición musical con la que otras muchas figuras han escrito su leyenda. Como aquel virtuoso Riley Ben King que, de tanto tocar en los clubes de Beale Street, le empezaron a llamar Beale Boy y finalmente B.B. King.
Vibrante de día y de noche
Beale Street sigue siendo, mucho tiempo después, el centro neurálgico del blues, con locales tan míticos como, precisamente, el BB King Blues Club o el Rum Boogie Café, en el que se pueden admirar las guitarras originales de 300 músicos (Sting, Alice Cooper, Aerosmith…) que lucen colgadas del techo a modo de jamones ibéricos. Es en esta calle donde la noche hierve durante todo el año a golpe de neón y madrugada.

El histórico estudio de Sun Records en Memphis, donde grabaron grandes artistas como Elvis, Jonnhy Cash, Jerry Lee Lewis, Roy Orbison y muchos mas
Pero la Memphis ojerosa de los tugurios y los conciertos en vivo tiene su plácido reverso a la luz del día. Es entonces cuando emerge una ciudad vibrante y cargada de planes culturales, sobre todo, claro, relacionados con la música. Nadie debe perderse una visita a Sun Records, el estudio en el que finalmente se grabaron las canciones de Elvis.
Es un edificio de ladrillo, elevado a la categoría de santuario, que no sólo permite retratarse con el micro que capturó la voz del autor de Suspicious Minds, sino también contemplar las fotos de otros músicos que pasaron por allí, tales como Muddy Waters, Roy Orbison o Jerry Lee Lewis. En otro estudio, Stax Records, reconvertido en el Museo del Soul, emociona descubrir la sala donde Otis Redding inmortalizó Sittin’on the dock of the bay.
La buena mesa

El Arcade, el restaurante más antiguo de la ciudad, era el favorito de Elvis
Memphis también ha sabido despertar a lo extramusical, especialmente en los últimos años, en los que ha recuperado el lustre después de décadas marcadas por un estado decadente. Es ahora cuando vive un luminoso despertar que está sembrando las calles de galerías de arte y tiendas alternativas. Una regeneración urbana que está prestando especial atención al apartado gastronómico.
En la ciudad famosa por las que (dicen los expertos) son las mejores barbacoas del mundo, proliferan los restaurantes sofisticados como Itta Bena, situado en la escalera de incendios que hay sobre el BB King's Blues Club, donde se sirve comida sureña en un ambiente estupendo. El mismo que encontramos en Edge Ally, donde un aclamado chef ofrece un menú de temporada con cócteles artesanales, o en Catherine and Mary's, que propone un viaje de mesa y mantel a Sicilia y a la Toscana.
Todos ellos compiten con Central BBQ que, con su oferta de costillas, alitas picantes y sándwiches de pulled pork (pollo laminado), es toda una institución que genera larguísimas colas a la entrada. Y por supuesto, con Arcade, el restaurante más antiguo de la ciudad, fundado por una familia griega en 1919. Era el favorito de Elvis (de nuevo, Elvis) que solía sentarse en la mesa de la esquina a zamparse un sándwich de plátano y mantequilla de cacahuete.
La voz de Martin Luther King
A pesar de este nuevo rostro, no hay que olvidar que Memphis fue la ciudad que alzó el grito por los derechos civiles. Para ello tuvo que ocurrir algo trágico: el asesinato de Martin Luther King, en el motel Lorraine, el 4 de abril de 1968. El líder del movimiento pacifista hablaba con otros compañeros desde el balcón de la habitación 306 cuando, de pronto, una bala le atravesó la garganta. Fue así como el icono de la lucha por la justicia social, el autor de los discursos más coherentes del siglo XX, vio como su voz se apagaba para siempre.

Museo de los Derechos Civiles, en el Lorraine Motel, donde fue asesinado Martin Luther King
Para mantener viva su memoria, hoy este alojamiento de la ciudad, que conserva triunfante su neón, es el Museo de los Derechos Civiles, erigido no sólo en honor del reverendo sino en el de todos los afroamericanos. Un símbolo de reflexión sobre el dolor y la vergüenza, en el que se pueden admirar fotos, vídeos y documentos sobre aquel movimiento que logró cambiar el curso de la nación. Incluso se puede visitar el propio cuarto, contemplar los zapatos desatados en el suelo, los platos con los restos de comida, la cama desecha en la que durmió por última vez quien había pronunciado, apenas cinco años atrás, I have a dream.