Lago Atitlán, el espejo de los grandes volcanes guatemaltecos

Mundo insólito

Volcanes, lagos y lugares paradisíacos de ensueño. Estos son los puntos geográficos que no te puedes perder durante tu visita a Guatemala

Lago de Atitlán y de fondo, los volcanes Atitlán y San Pedro.

Lago Atitlán y de fondo, los volcanes Atitlán y San Pedro.

Getty Images

Los viajeros que se toman la molestia de la ascensión nocturna hasta la roca conocida como Rostro Maya desde la localidad de San Juan la Laguna, tienen una recompensa inenarrable: desde la absoluta negrura, va apareciendo la silueta del lago Atitlán a medida que el Sol anuncia su salida. 

Como si se tratara de un papel fotográfico que va tomando tono sumergido en líquido revelador, ese paisaje prodigioso se va dibujando cada vez con mayor nitidez. Hasta que, por fin, con el cielo teñido de naranja, la superficie lacustre se muestra perfectamente.

De los lagos de Guatemala, tal vez el Atitlán sea el más bello y paisajísticamente diverso. La mayoría de geólogos optan por pensar que se trata de un antiguo cráter que ha sido rellenado con aguas superficiales. Pero por sus enormes dimensiones -130 km2-, otros científicos lanzan la hipótesis de que en realidad sea el encuentro de tres ríos propiciado también por las diferentes erupciones de la región, que los habría desviado y recogido en una sola cuenca.

Sea cual sea la explicación preferida, que Atitlán tiene origen volcánico no le genera dudas a nadie. Solo hay que ver los conos que le rodean, imponentes volcanes que superan los tres mil metros de altitud rodeándolo: Tolimán, Atitlán o San Pedro.

El lago Atitlán es de origen volcánico

El lago Atitlán es de origen volcánico

Getty Images/iStockphoto

En el mirador del Rostro Maya –que se llama así porque las rocas que componen ese paraje dibuja la forma de la cara de una persona mirando hacia el cielo–, el viajero se halla a 2.200 metros de altitud. Ha estado caminando un par de horas por la selva en una cuesta a tramos nada sencilla y llega transpirando al borde del risco. 

Y entonces se da cuenta de que se está helando. Providencialmente, aparecen oportunos puestecitos que venden chocolate o café caliente, para endulzar la espera de quienes desean ver el amanecer sobre la lámina de agua.

Todavía a oscuras, el ambiente se llena de unos sonidos extraños que provienen del flanco occidental. Es el Volcán de Fuego, situado a más de un centenar de kilómetros al suroeste. 

Es un cono que lanza rítmicas y repetitivas nubes de vapor y cenizas al cielo. Algunos montañeros se atreven a su ascensión, una ardua excursión de trece horas para acercarse a sus coloridas explosiones de lava.  

Vista desde uno de los miradores del lago Atitlán

Vista desde uno de los miradores del lago Atitlán

Lucy Brown

Quienes no están dispuestos a tamaño esfuerzo físico, se deleitan con esas muestras rítmicas de actividad desde el Rostro Maya. Un penacho que primero es una bola blanca y luego deja un rastro alargado hasta que el viento se lo lleva… y entonces se produce el siguiente.

Además de gozar del mal genio del volcán de Fuego, desde el mirador del Rostro Maya se distinguen los otros volcanes de más de tres mil metros de la zona. Y se reconoce perfectamente la costa recortada del Atitlán. 

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Se pueden hacer planes de cómo ir visitando las poblaciones que motean su litoral: San Pedro, San Juan, Panajachel, San Marcos, Santiago, San Lucas... A nadie extraña que las localidades lleven generalmente nombre de apóstol o evangelista –además de otros santos–, pues no estará mal encomendarse a ellos para sentirse protegido ante los excesos de las tripas de la Tierra.

Sin excepciones, son poblaciones coloristas, encajadas en cuestas inmisericordes, repletas de talleres artesanos, iglesias, mercados y, en general, de la vida tradicional de los mayas. Un barco que hace las veces de autocar de línea va tocando todos los puertos. Hay que armarse de paciencia, las travesías se pueden hacer largas, máxime teniendo en cuenta el viento que suele levantarse a mediodía que zarandea las embarcaciones y enlentece su velocidad media.

San Juan La laguna, un pueblo a orillas del lago Atitlán

San Juan La laguna, un pueblo a orillas del lago Atitlán

Magda Bigas

Pero así se van conociendo también los embarcaderos, las playas y las ensenadas más hermosas. La tentación del baño siempre está presente, aunque los análisis bacteriológicos de la calidad del agua no lo aconsejen.

Alguno, sin embargo, acaba sucumbiendo a la transparencia del líquido, embobado por los volcanes que rodean a este lago situado a 1.500 metros de altitud y que en su punto más ancho tiene 18 kilómetros de longitud.

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