Que Madison, la capital del estado norteamericano de Wisconsin, sea ciudad hermana de Friburgo, en Alemania, tiene todo el sentido del mundo si uno considera algunas de sus características típicamente europeas. La urbe es una de las ciudades más apta para ciclistas de Estados Unidos, con senderos que recorren todos sus rincones; está rodeada por dos lagos idílicos, el Monona y Mendota, y en el centro tiene una universidad que insufla nueva vida cada otoño, cuando más de 50.000 estudiantes invaden su exuberante campus verde.
Madison vive las cuatro estaciones de forma intensa. El frío es implacable, obligando a los residentes a refugiarse en encantadores bares para tomar algo o los conduce al lago, donde es común ver a gente pescando en el hielo o simplemente paseando a su alrededor. No es recomendable visitarla en invierno a menos que tengas una chaqueta muy gruesa que estés deseando estrenar. En cualquier otra estación, Madison y su verdor conquistan a cualquiera.
Un refugio universitario

Campus de la Universidad de Wisconsin
La Universidad de Wisconsin comienza prácticamente donde termina el edificio del Capitolio con State Street, la avenida por la que los estudiantes se dispersan tras las clases. Detrás de esa gran vía, el campus está lleno de zonas verdes, con innumerables jardines y una enorme colina, Bascom Hill, en el centro. Pero lo más impresionante es el sendero que parte de Memorial Union, y se adentra kilómetros en el bosque, abrumando con su belleza a cualquier visitante. Ya sea en bici o a pie, el camino serpentea por la Terraza Mendota antes de llevar a un mirador. En invierno, cuando el lago se congela, muchos se aventuran a cruzarlo a pie hasta el mirador, donde suelen encender una hoguera.
El campus ofrece el típico ambiente universitario estadounidense, incluso según los estándares de Hollywood. De hecho, fue el escenario elegido para la película El graduado (1967), protagonizada por Dustin Hoffman. El alumnado vive según el lema “trabajar duro, jugar duro”. Ese espíritu de estudio se equilibra cada otoño con el fervor por el equipo de fútbol americano de la universidad, cuyos partidos los sábados están abiertos al público. Entre las tradiciones, los más de 80.000 aficionados vestidos de rojo y blanco y el ambiente enloquecido. Asistir a un partido en el Camp Randall recuerda a la cultura del fútbol más apasionada.
Comunidad y cultura entrelazada

El capitolio se llena de gente los sábados con el mercado de agricultores
La comunidad es fundamental en Madison. El imponente Capitolio, con su cúpula blanca que recuerda al de Washington D.C., está rodeado por una zona conocida como The Square, que nunca es más acogedora que en otoño. Con la llegada de la primavera, vuelve el mercado de agricultores que ofrece verduras frescas de las granjas de los alrededores. Allí encontramos los adorados —y obligatorios— panes con queso picantes, que pueden saborearse bajo el cálido sol que asoma al final del largo invierno y pasear con calma entre la multitud. Aunque concurrido, el ambiente es relajado y abundan las sonrisas.
Desde esa plaza, las opciones son muchas. Al pie del Capitolio, State Street está repleta de sabores internacionales como las empanadillas rusas de Paul’s Pelmeni o la comida nepalí de Himal Chuli. Y no podemos olvidar el café, porque la cultura moca en Madison es excepcional. La ciudad está repleta de cafeterías como Michaelangelo’s Coffee House, con su amplio abanico de sabores y especialidades que se convierten en el remedio perfecto para afrontar el día.
Si se busca cultura, la música abunda por todo el centro: salas de conciertos indie, como The Majestic, The Sylvee y The Orpheum, están a solo unos pasos del corazón de la ciudad. En Williamson Street se encuentra el icónico club de jazz Cafe CODA, donde los sábados por la noche el público puede incluso levantarse de su silla y coger un instrumento.
Naturaleza desbordante

El Parque James Madison cerca del lago Mendota en Madison es un sitio ideal para un paseo
Sin embargo, para sacar el máximo provecho de Madison hay que salir del centro y del campus. La ciudad es ideal para recorrer en bici, con senderos sombreados por árboles altos que se extienden a lo largo de kilómetros. Uno de los recorridos más populares pasa por Monroe Street —donde se encuentra la popular tienda de discos Strictly Discs— y se aleja hacia el pueblo vecino de Fitchburg. El camino está rodeado de árboles, ciclistas y algunos lugares donde disfrutar de una de las cervezas artesanales locales. Son tan buenas que están a la altura de las que se elaboran en Alemania, país con el que tan a menudo se asocia la ciudad. Si se busca una cerveza ligera y refrescante, Spotted Cow es una elección ideal.
La riqueza natural de Madison no se limita a sus carriles bici o sus extensas zonas verdes. Tampoco hay que pensar que sus lagos solo se pueden disfrutar cuando están congelados. Una actividad veraniega absolutamente recomendable es alquilar un kayak o una canoa y salir a remar por el lago Monona. Desde allí se obtienen vistas panorámicas impresionantes del centro. Para completar un día de verano perfecto, el helado de Babcock —la marca elaborada por estudiantes que se apoya en la fama de Wisconsin como capital lechera del país— es ideal. Disfrutar de un helado del sabor key lime pie en las sillas multicolores de la Terraza Mendota es un auténtico placer veraniego.