Hierve el agua, la cascada petrificada de México

Mundo insólito

Ni el Teotihuacán ni el San Miguel de Allende, lo que no te puedes perder es esta visita espectacular

Cascadas petrificadas en Hierve El Agua, Oaxaca, México.

Cascadas petrificadas en Hierve El Agua, Oaxaca, México.

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Al acercarse a la formación de Hierve el Agua, en la localidad oaxaqueña de San Isidro Roaguía, la primera impresión es que una cascada de hielo gigantesca se ha adueñado de la selva mexicana. Viéndola más de cerca, se advierte que en realidad se trata del trabajo del carbonato cálcico, que se ha tomado varios millones de años para configurar uno de los paisajes más sorprendentes y bellos del país.

Las oquedades que la propia agua ha ido formando en la pequeña planicie situada entre los riachuelos y el abismo han formado unas piscinas naturales que atraen a los ciudadanos de Oaxaca de Juárez –especialmente los fines de semana calurosos– y a muchos foráneos

El nombre de Hierve El Agua es bastante engañoso. Dicen que se le dio por el burbujeo del agua, que parece bullir. En realidad, se trata de bolsas de líquido que las corrientes subterráneas generan, al discurrir por debajo de las capas superficiales del mineral consolidado. Por tanto, no se trata de aguas termales ni nada parecido. Quien se sumerja en las deliciosas piscinas lo notará enseguida: el agua está fría.

La experiencia, sin embargo, es sensacional. Hay algunas piscinas que han sido creadas artificialmente para absorber la gran llegada de visitantes de los últimos años, sobre todo para aquellos que no se resisten a nadar durante un buen rato.

Hierve el agua, Oaxaca, Mexico

Los turistas y locales se acercan a las piscinas naturalesen Hierve el agua, Oaxaca, Mexico

JAKUB ZAJIC

Las dos balsas naturales son más pequeñas, y solo dan para sumergir el cuerpo y extasiarse ante la visión de la impenetrable selva oaxaqueña mientras uno disfruta de ese prodigio natural. Hay que caminar por la zona calzado con unas sandalias que agarren y tener precaución, pues no hay barandilla ni construcción alguna que proteja de la enorme caída.

Muchos de los visitantes se limitan a gozar de las pozas y (cómo no) a tomarse los consabidos selfis para demostrar que lo que explicarán en casa no es una fábula, sino un paisaje que existe. Son minoría quienes deciden atacar el estrecho sendero, muy empinado, que desciende hasta la base de la cascada petrificada. Vale la pena, pues desde el punto de encuentro con el final del precipicio se aprecia la verticalidad de la columna de carbonato, así como las rectilíneas franjas que ha ido creando, mayoritariamente blancas como el mármol, pero también con algunas vetas doradas, rojas y negras de una belleza espectacular

Se rodea la base de la columna y se sube por el lado contrario, en un paseo un tanto esforzado pero que solo toma 45 minutos. Si se realiza en primer lugar, la recompensa posterior del baño en las aguas frías de las pozas aún sabrá mejor. Para evitar multitudes, lo mejor es acudir temprano por la mañana. Ello, además, servirá para contemplar cómo el fondo de las piscinas naturales muta de un azul turquesa a un verde jade a medida que el sol se va moviendo en su camino diario.

La entrada a Hierve El Agua tiene dos peajes –los correspondientes a las dos localidades de acceso, que no se ponen de acuerdo en una gestión común–, pero el lugar merece el pequeño esfuerzo económico. Llegar a la cascada de piedra con transporte público es azaroso, se halla a 70 km de Oaxaca de Juárez y hay que transbordar de vehículo un par de veces. La mayoría de viajeros lo hace con tours contratados en la ciudad. Una buena opción es pactar con un taxista un precio cerrado por media jornada y así disfrutar del paraje con libertad de horarios.

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