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Incheon, la 'hermana' pequeña de Seúl para adentrarse en la Corea del Sur más auténtica

Asia

En la ciudad vecina de Seúl, el barrio de Bupyeong es un paraíso para las compras gracias a sus centros comerciales subterráneos y sus mercados de comida al aire libre

Songdo Central Park, en Incheon, una ciudad que es conocida internacionalmente por su gran aeropuerto

Getty Images

Seúl, como muchas ciudades enormes, se desplegaba ante mí como un problema de matemáticas de secundaria, una búsqueda de factores comunes más grandes. Lo que sabía que debía esperar de la ciudad era un choque de la tecnología moderna y el dominio imperial. Los templos de miles de años suelen lucir los colores: amarillo, rojo y azul ya que, en el momento en que fueron construidos, esos colores eran los más difíciles de conseguir y, por lo tanto, símbolos de estatus o piedad. Puedes ver estos templos en el distrito financiero, cerca de la ópera y en el camino hacia la cima cercana de Bukhansan.

La historia del éxito económico de los tigres asiáticos se enseña en Introducción a la Microeconomía, Introducción a las Relaciones Internacionales y simplemente en la tele cuando toca el nuevo grupo de K-pop. La Corea corporativa (piensa en Kia, Samsung, LG) no está lejos de las gestas históricas de la capital surcoreana. Un fotógrafo amateur y turista no puede evitar yuxtaponer la era moderna de los rascacielos plateados con los templos de madera y colores vibrantes del centro, como Bongeunsa o Jogyesa.

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Sabiendo qué esperar, lo encontré. Tomé esas fotos. No es que Seúl fuera exactamente como la había imaginado, sino que, dada la extensión de la ciudad, mis expectativas encontraron espacio para jugar. Fui en busca del barrio de Gangnam, descubriendo que el lugar que se volvió viral por su estilo tenía una avenida industrial interminable que lo atravesaba como una columna vertebral. 

El viajero cansado siguió hasta llegar al lujoso Starfield COEX Mall, el centro comercial subterráneo más grande del mundo. Partes de Seúl parecían calles residenciales y pintorescas de Amsterdam, con poco espacio para caminar salvo para amontonarse en el restaurante de la plaza. Otras eran anchas y espaciosas, permitiendo vendedores callejeros, comerciantes de souvenirs, manifestantes y un callejón lateral con unas galletas de chocolate blanco fenomenales. En la mayoría de los momentos, no sabía exactamente dónde estaba, pero nunca me sentí perdido del todo.

El barrio de Bupyeong es conocido por sus calles anchas y concurridas

YOORANPARK

Durante la mitad de mi estancia en la ciudad me alojé justo fuera de ella, en Incheon. Allí, al encontrarme con un amigo que me ofreció un colchón por varias noches, me sentí perdido y en casa al mismo tiempo. La relación entre Seúl e Incheon tiene ciertos matices similares a la de Barcelona y l'Hospitalet, solo que multiplicada por diez. Casi unos diez millones de personas viven en Seúl y tres millones en Incheon. Las ciudades comparten una línea de metro y quienes visitan la capital suelen pasar por el aeropuerto internacional de Incheon.

Mi amigo vivía en el barrio vibrante de Bupyeong. El primer día, con la maleta en mano y mi amigo aún en el trabajo, di una vuelta por allí. Caminando, uno veía numerosos cafés dulces y pastelerías francesas. Pegatinas de cámaras CCTV adornaban las vitrinas de tiendas de streetwear relajado. K-pop salía de los altavoces de las tiendas. 

Si Starfield en Seúl gana en tamaño, Modoo gana en oferta. Hay un poco de todo

Tiendas de dulces infinitos con el respaldo publicitario de Son Heung-min me llamaban. Las compras podían esperar, pensé, eligiendo un lugar para almorzar. Pedí combinando imágenes, rezando y utilizando el traductor de Google y rápidamente devoré los habituales encurtidos antes de atacar un enorme tazón de sopa de tendones de res.

Con el estómago lleno, mi amigo llegó para romper mi burbuja. De la forma en que solo un local, forjado por la experiencia de prueba y error, y que solo se conforma con lo mejor, puede hacerlo, me dijo que dejara de buscar factores comunes más grandes en mis compras de escaparate y, en cambio, buscara denominadores comunes más pequeños. Si lo que quería era ir de compras, claramente no sabía ni por dónde empezar. Con la energía de un amateur, deposité mi fe en sus ojos. ¿A dónde me llevaría? Estaba ansioso por ver su lista de lugares imperdibles y comenzar a tacharlos uno por uno.

Mercado de pescado de Soraepogu en Incheon

Sanga Park

Aprendí que las mejores compras en Incheon estaban en un lugar que mis ojos jamás habrían conjeturado. Nos dirigimos al metro, pero no para ir a una zona desconocida. En su lugar, exploraríamos la vida que había estado bajo mis pies cansados y mi maleta todo el día: Bupyeong Modoo Mall. 1.400 tiendas, 1,8 kilómetros. 

Si Starfield en Seúl gana en tamaño, Modoo gana en oferta. Hay un poco de todo. Un supermercado de cuatro pisos con paquetes gigantes de galletas de miel Yakgwa y muestras gratis de carne al punto. Emporios de papelería repletos de hojas de stickers baratas y sobres bordados. Puesto tras puesto de rebajas de ropa: este especializado en streetwear, aquel te vuelve elegante, ese te hará sentir diez años mayor y aquel otro, diez años más joven.

El barrio chino de Incheon es el único barrio chino oficial en todo Corea

Getty Images

Modoo está dividido en siete secciones. Maldije en voz alta que hubiéramos llegado justo al final del día, cuando los vendedores ya estaban comenzando a cerrar y algunas tiendas ya habían bajado sus persianas. Mis manos sostenían mi nueva promesa de identidad: unos jeans, suéters y material de papelería para escribir cartas, pero el centro comercial no tenía fin. Ante la magnitud de la tarea, mi amigo enderezó el rumbo.

En lugar de ceder a las demandas de mi estómago por los pasteles de arroz que ofrecía la gigantesca zona de comidas de Modoo, me llevó de vuelta a la superficie y por una serie de calles que ya me resultaban familiares. Me llevó por una calle que no había notado antes, hipnotizado como estaba por la posibilidad delirante de un helado. Había otro mercado por ver.

El cielo, si es que debe oler dulce y agrio, y no solo dulce, huele a las distintas zonas del Bupyeong Kkangtong Market por las que entramos y salimos. Solo un olor intrigante y el hambre inmediato que provocaba podían hacernos detener mientras zigzagueábamos entre la multitud. 

Algunos vendedores estaban en sillas plegables, mientras otros se sentaban en el suelo de sus puestos del mercado, cortando col tras col con un cuchillo enorme, suficientes para abastecer de kimchi a varias familias. Un vasto acuario ocupaba el centro del pasillo, haciendo que los compradores con viseras lo esquivaran con sus cestas. Nos detuvimos por Eomuk, un pastel de pescado doblado, relleno de sashimi y pasta de pescado, que hervía en sopa.

Los sentidos toman el control cuando uno está en un mercado de comida coreana

Getty Images

Mi mente se apagó y mis sentidos tomaron el control. En unos días volvería a Seúl para hacer mi recorrido vacacional habitual. Librerías, museos, caminatas, café, buena comida, gente nueva, tal vez algún que otro concierto o espectáculo me esperarían como suelen hacerlo cada vez que estoy en una gran ciudad nueva. 

Por el momento estaba masticando el pastel de pescado, guiado solo por mis sentidos. “Oye”, miré a mi amigo, de pronto recordando cómo olía el patio de comidas de Modoo a pasta de chile rojo y pastel de arroz, ”¿cuándo podemos volver por ese Tteokbokki?”.