La capital aragonesa es un cruce de caminos. Su emplazamiento estratégico tanto entre Madrid y Barcelona, como entre València y Bilbao, la ha convertido tradicionalmente en lugar de paso. Y cuando las visitas se detienen a orillas del Ebro, en muchas ocasiones lo hacen con el tiempo justo para ver lo más tópico. Pero está comprobado que quién se para, decide regresar sin apreturas de reloj para disfrutar con más calma de los atractivos maños.
1. Descubrir el tesoro de la Seo
La catedral de San Salvador, casi escondida en un extremo de la plaza del Pilar
La fama del Pilar a veces opaca a todo lo demás, incluida la vecina catedral de San Salvador más conocida como la Seo. Este templo está en la misma plaza que la célebre basílica, en un lateral, una posición menos llamativa pese a lo interesante que es este edificio. Al fin y al cabo, la Seo resume gran parte de la historia del arte aragonés, desde el románico hasta el siglo XIX, y guarda auténticas joyas como su retablo mayor o los muros mudéjares considerados patrimonio de la humanidad.
2. La mejor foto del Pilar
Imagen típica de Zaragoza: el Ebro, el puente de Piedra y al fondo el Pilar
Aunque la Seo es una visita imprescindible, es evidente que todo el mundo que acude a Zaragoza por primera vez desea contemplar la basílica de Nuestra Señora del Pilar. Pues bien, aunque parece lógico observarla desde la plaza, quizás la mejor perspectiva del templo se tenga al otro lado del río. Desde ahí se saca la foto más atractiva del binomio inseparable que es el Pilar y el río Ebro.
3. Ante los orígenes de Zaragoza
Estatua de César Augusto, el emperador que gobernaba cuando se fundó la ciudad
Precisamente el Ebro está en el origen de la ciudad, ya que cuando llegaron los legionarios romanos comprendieron todo el potencial agrícola y la vía transporte que el río suponía. Así que no dudaron en fundar la urbe de Caesaraugusta, en honor de ese emperador. La estatua de Augusto recuerda tan lejanos orígenes y se ubica junto a los restos de murallas que protegieron la colonia romana original.
4. Mercado Central y gastronomía local
El decimonónico mercado Central tras ser remodelado sigue en uso
A un paso de la estatua de César Augusto está el mercado Central. En este emplazamiento siempre se comerció con los productos agrícolas y ganaderos, pero el edificio del mercado Central se diseñó a finales del siglo XIX, en plena fase de desarrollo modernista de la ciudad. Desde entonces es el mejor escaparate de las verduras y carnes locales, además de que tal y como está de moda en otros lugares de España, también tiene su área de ocio y restauración.
5. De tapas por el Tubo
Tapas, raciones, vinos de la tierra y vermús, el plan perfecto para recorrer el Tubo
Hablando de ir a tomar algo, el área por antonomasia en Zaragoza es el Tubo, un pequeño laberinto de calles y callejas repleto de bares, tabernas y restaurantes. Obviamente, es posible sentarse a una mesa para almorzar o cenar, pero lo más habitual es salir de tapas, disfrutando así de las coloridas barras donde compiten desde los pinchos más clásicos como las gildas o los “guardia civiles” hasta otras creaciones más modernas y creativas.
6. Caminar por el casco viejo
El palacio de los Condes de Argillo en la plaza de San Felipe
En realidad, las tapas abundan por todo el casco viejo zaragozano. Así que andar en busca de distintos pinchos es una buena excusa para darse un paseo y al mismo tiempo descubrir un buen número de iglesias y de señoriales palacios construidos en tiempos del Renacimiento y el barroco. Aquel fue un periodo esplendoroso y los viajeros hablaban de Zaragoza La Harta por su riqueza. Recordando esa época quedan palacios de los Torrero, de Argillo o de Sástago.
7. De 'shopping' alternativo en La Magdalena
Los diseñadores y sus productos con personalidad abundan en el barrio de la Magdalena
Casi unido al casco viejo se encuentra el barrio de la Magdalena, otro de los históricos y que surgió alrededor de la iglesia mudéjar de la Magdalena construida en el siglo XIV. Este barrio hasta hace unas décadas estaba algo degradado y no era demasiado recomendable. Sin embargo, ahora es todo lo contrario. Es obligada su visita debido a que aquí se han establecido algunos de los negocios más alternativos y novedosos de la ciudad.
8. La Aljafería, ¿palacio o castillo?
El palacio de la Aljafería es visita inexcusable para los turistas en Zaragoza
El casco histórico de esta urbe bimilenaria muestra patrimonio a raudales. Pero para visitar el que tal vez sea el monumento más especial hay que alejarse un poquito del centro. Fue construida por los reyes musulmanes en el periodo de taifas, de ahí que tenga aspecto de fortaleza amurallada por fuera. Si bien dentro es una preciosa residencia palaciega que aprovecharon los reyes cristianos. Y hasta hoy, al ser la sede de las Cortes de Aragón.
9. Pasear por el legado de la Expo 2008
'El Alma del Ebro' de Plensa junto al palacio de Congresos y la torre del Agua al fondo
El último gran acontecimiento en Zaragoza fue la celebración de la Exposición Internacional de 2008 dedicada al tema del agua. De ahí que el recinto elegido para el evento se situara junto al río. De aquellos fastos quedaron infraestructuras para la ciudad y además un área con interesantes muestras de arquitectura y arte actual como la torre del Agua, el pabellón Puente de Zaha Hadid o la escultura Alma del Ebro que ideó Jaume Plensa.
10. Terminar con una sorpresa: el Galacho de Juslibol
El Galacho de Juslibol es un tesoro natural situado a un paso de la ciudad
Aguas arriba del recinto de la Expo y a escasos veinte minutos del bullicio de la ciudad, se encuentra un tesoro natural que da la sensación de alejarnos decenas de kilómetros del asfalto. Y, sin embargo, seguimos en el término zaragozano. Se trata del Galacho de Juslibol, un meandro que tras una fuerte riada de hace décadas quedó abandonado por el río Ebro y con el paso de los años se ha convertido en un humedal perfecto para darse un paseo en familia.
Delicatessen
Restaurante Gamberro
Zaragoza en un destino gastronómico tanto por la cantidad de su oferta como por la calidad y variedad. Sobre todo variedad, porque las tabernas de tapas más clásicas o los restaurantes con platos típicos conviven con locales de lo más vanguardistas. Uno de ellos es el restaurante Gamberro, cuyo nombre da idea de su espíritu rompedor. Algo que se refrenda al sentarse a su mesa y leer algunos platos de su carta como los sesos de cordero en tempura de maíz nixtamalizado con alioli de perejil. ¡Buen provecho!


