De Olmedo a San Bernardo: una ruta auténtica en la Ribera de Duero

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El recorrido enológico por excelencia para sibaritas y amantes de lo auténtico en la provincia de Valladolid

Monasterio de Santa María de Valbuena

Monasterio de Santa María de Valbuena

Getty Images

Otoño -y en especial los meses de septiembre y octubre- es ideal para una escapada perfecta por la “milla de oro” de Ribera del Duero, donde vivir las experiencias sensoriales que ofrece la vendimia. Se trata de la ruta enológica por excelencia para sibaritas y amantes de lo auténtico, en los que se encuentran hoteles icónicos.

Y es que, en esta estación, la Ribera del Duero huele distinto. No solo al dulzor de las uvas maduras, si no, también por esa mezcla entre el aire fresco que baja por los meandros del Duero y el ritual de lo ancestral. Aquí, la vendimia y su entorno es mucho más que recoger racimos; es sentir la memoria colectiva, la celebración, y vivir lo mejor de dos exquisitas denominaciones de origen, la de Rueda y la de la Ribera del Duero.

En Olmedo no todo son bodegas monumentales, aquí la vida gira alrededor de pequeños lagares familiares

Aunque la Ribera del Duero tiene grandes nombres y rutas famosas, es en lugares como Olmedo y San Bernardo, donde se descubre el alma verdadera de la vendimia, la que es discreta, generosa y profundamente ligada a la tierra.

Olmedo

Si la Ribera del Duero es sinónimo de grandes bodegas, de vinos premiados y de paisajes infinitos de viñedos, Olmedo , en plena Tierra de Pinares y a 40 kilómetros de Valladolid, es sinónimo de Denominación de Origen Rueda, y un rincón que se escapa de las rutas habituales. En Olmedo no todo son bodegas monumentales, aquí la vida gira alrededor de pequeños lagares familiares y en las meriendas improvisadas en la viña con pan candeal, chorizo de matanza, tomates y pimientos de la tierra, bajo un cielo tan limpio que convierte lo sencillo en un banquete.

Puerta de San Miguel, en Olmedo

Puerta de San Miguel, en Olmedo

MAP/APG

En Olmedo sorprende su entramado de bodegas subterráneas familiares como un laberinto secreto, donde guardan el vino joven y fresco. Y también asombra su día a día entremezclado con lo religioso, lo señorial y lo cultural.

Y es que lo religioso tiene mucha presencia en la villa por lo que no hay que perderse la iglesia de San Miguel y la cripta de la Soterraña, una joya del siglo XIII; ni la iglesia de Santa María del Castillo, levantada sobre un templo del siglo XII, la iglesia de San Juan, ni, por supuesto, las ruinas de San Andrés, con su ábside de ladrillo y campanario de arcos superpuestos, que hoy es un auditorio al aire libre. También hay que deambular por sus calles para disfrutar de sus construcciones señoriales como la casa de los Dávila, la de los Ortega, la del Pósito, y la casa de los Trocha.

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Aquí nació y vivió Teresa de las Cuevas y Oviedo, la abuela de Santa Teresa de Jesús, en un edificio que todavía hoy se puede ver y entrar porque en su planta de calle hay una farmacia.

Monasterio de Sancti Spiritus

Sin duda, en Olmedo hay que pararse frente a sus monasterios y conventos. Como el de Concepción que, junto al centro histórico, hoy acoge el Museo de la Semana Santa de Olmedo. También, es recomendable no perderse el monasterio convento Madre de Dios, y el cenobio de la Merced Calzada.

Pero, sin duda, uno de los monasterios más icónicos y que guarda una historia arrebatadora, es el de Sancti Spiritus, del siglo XII. Algunos relatos cuentan que entre sus muros, patios y arcos estuvieron la reina Juana la Loca, y Santa Teresa de Jesús.

Con el paso de los siglos, Sancti Spiritus fue abandonado por las monjas bernardas, porque las aguas salinas que corrían por el monasterio estropeaban los productos de la huerta. Pasaron los años y, en 1956, lo compró la familia de Roberto García que lo utilizó para almacenar aperos del campo e incluso se utilizó como gallinero. Medio siglo más tarde, Roberto García lo rehabilitó y lo convirtió en Castilla Termal Olmedo, el espectacular hotel que hoy es.

Tras una concienzuda rehabilitación, Castilla Termal Olmedo ha conservado todos sus elementos originales. Los arcos, la antigua y altísima bóveda de la capilla, los muros de piedra, los jardines y patios mudéjares hoy son un paseo por el siglo XII. Y aquella agua salada que estropeaba los productos de la huerta es la joya de la corona que emana directamente del antiguo manantial de Sancti Spiritus y abastece la piscina termal.

Una huerta para comérsela ¡entera!

Una de las experiencias que ofrece Castilla Termal Olmedo es pasar una jornada en la huerta de la finca Fuentepalacios, de la mano de los mayores expertos. Ofrece pimientos, tomates, sandias, melones, calabazas, rabanitos, piparras y berenjenas son algunos de los productos cuya pureza y sabor son tan delicados que no necesitan ningún aderezo. Y lo mejor es que estas verduras y hortalizas pasan directamente a la cocina de Castilla Termal Olmedo. Así que la huerta de la finca es la experiencia ideal para disfrutar en pareja o con niños, porque además culmina con un almuerzo campestre en pleno vergel.

Bodega De Alberto, donde el vino es oro

A unos 30 kilómetros de Olmedo, es imperativo visitar la bodega De Alberto, fundada en el siglo XVII por monjes dominicos. Su historia es centenaria; son kilométricas y poseen una espectacular playa de damajuanas, una joya única donde se cría el exclusivo vino dorado.

La espectacular playa de damajuanas es una joya única en nuestro país

La espectacular playa de damajuanas es una joya única en nuestro país

Irene González

La bodega, que llegó a tener cien mil damajuanas, hoy conserva alrededor de diez mil, con capacidad de 16 litros. A cada damajuana, siguiendo una tradición heredada de siglos, se le aplica una crianza oxidativa bajo el sol, el frio y el viento durante todo un año. Pasado este tiempo, el caldo oxidado se vuelve anaranjado y es cuando pasa al proceso de solera que suele durar hasta más de cinco años.

Otra de las sorpresas de la bodega es su laberinto secreto de galerías a 15 metros bajo tierra que huelen a silencio, a madera y a vinos centenarios. Solo los pasillos de las galerías tienen más de un kilómetro y medio de recorrido, a los que hay que sumar cientos de recovecos de esta excelente bodega perfectamente conservada porque siempre ha estado en funcionamiento. La bodega De Alberto es célebre por la calidad de sus verdejos blancos, que casi se convierten en el epicentro de la DO Rueda. Tras la visita, la cata final es todo un lujo, pero si se quiere algo todavía más especial, se puede realizar una sensorial e innovadora cata sonora.

Valbuena de Ebro, la calma conventual de la vid

Si Olmedo es la entrada al cielo, a unos 70 kilómetros, se llega a San Bernardo, una pedanía de Valbuena de Ebro, convertida en el edén en estado puro. Aquí se alza el monasterio cisterciense de Santa María de Valbuena que, a pie del Duero, vigila los viñedos desde el siglo XII como si fuera un centinela de piedra. Los muros de Santa María de Valbuena cuentan que fueron los monjes quienes hace siglos enseñaron a podar, injertar y fermentar con una disciplina casi espiritual, hasta obtener los mejores caldos.

El claustro de Santa María de Valbuena, en el lado sur de la iglesia, se conserva de manera excepcional

El claustro de Santa María de Valbuena, en el lado sur de la iglesia, se conserva de manera excepcional

Irene González

El cenobio es una joya porque es uno de los conjuntos monásticos mejor conservados de Europa, y uno de los primeros asentamientos de la orden del Císter en la Península. Con claustros de piedra y unos impresionantes salones abovedados, aquí llegaron los monjes desde la abadía francesa de La Ferté y, con ellos, trajeron su estilo austero, y su modo de vida basado en la oración, el trabajo y la autosuficiencia.

Así que, durante los siglos XII y XIII, Santa María de Valbuena fue un importante centro espiritual y económico de cuyas fértiles tierras cultivaron cereal y vid, orígenes de la actual riqueza vitivinícola de la zona. A pesar de los avatares que sufrió durante su larga historia, el monasterio sobrevivió más o menos en buen estado, hasta que Castilla Termal lo rehabilitó y lo convirtió en un sensacional alojamiento de cinco estrellas con 79 habitaciones.

Pinturas murales conservadas en la capilla de San Pedro del Monasterio de Valbuena

Pinturas murales conservadas en la capilla de San Pedro del monasterio de Valbuena

Irene González

Hoy se puede visitar todo el monasterio y también su sensacional iglesia abacial construida entre los siglos XII y XIII, en el más puro románico de transición al gótico. También se exhibe su magnífico claustro de líneas sencillas y la sala capitular, uno de los espacios más emblemáticos, donde los monjes celebraban reuniones diarias para leer la regla de San Benito.

Otro de los placeres que no hay que perderse en Santa María de Valbuena es un almuerzo bajo la pérgola del Anguilero a base de productos del huerto ecológico del hotel. En esta zona, junto al lugar donde los monjes criaban anguilas y casi a pie del Duero, los calabacines, berenjenas, tomatitos, piparras y un buen pincho de lechazo churro se convierten en un festival de sabores.

La gallina castellana negra, la favorita de Isabel la Católica

Otra de las experiencias del monasterio son sus gallinas castellanas negras, la raza autóctona más antigua de la península Ibérica, y una de las primeras de Europa. Importadas por los árabes en el siglo VIII, según la historia, era la raza favorita la reina Isabel la Católica, por lo que Cristóbal Colón las embarcó hacia América.

Las gallinas castellanas negras son la raza autóctona más antigua de la península Ibérica

Hoy se ven en el gallinero del monasterio, donde se pueden coger sus huevos de un blanco tan puro como la nieve y con un valor nutricional superior. Estos huevos son una de las mejores opciones del magnífico desayuno del hotel, así que es imprescindible pedirlos.

Fundación de las Edades del Hombre

Sin duda, una experiencia que no hay que perderse es la visita a la Fundación Las Edades del Hombre, y a su taller de restauración, ubicados en el monasterio.

La fundación es la encargada de organizar cada año la exposición itinerante Las Edades del Hombre, donde muestra los tesoros ocultos de las catedrales, pero también pinturas, esculturas, códices y orfebrería que, en muchos casos, permanecían olvidados en sacristías y archivos desconocidos.

Las expertas y delicadas manos de los restauradores trabajan con las joyas más antiguas de nuestro país

Las expertas y delicadas manos de los restauradores trabajan con las joyas más antiguas de nuestro país

Irene González

Aunque lo que pocos saben es que detrás de cada muestra hay un intenso trabajo de investigación y de restauración de un legado único en Europa. Así que es todo un lujo visitar el taller especializado en restauración de estas piezas de Santa María de Valbuena, únicas en el mundo. Y lo mejor de todo es que se puede ver en directo cómo las manos expertas y minuciosas de los restauradores se deslizan sobre piezas de un valor incalculable.

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