El río Ebro nace a escasa distancia del mar Cantábrico, pero por caprichos del relieve, desde ahí emprende un descenso de más de 900 kilómetros para desaguar en el Mediterráneo. Una larga travesía regando ciudades y campos de varias comunidades autónomas, al mismo tiempo que sus aguas se enriquecen aquí y allá con infinidad de sedimentos que finalmente se depositan justo antes de desembocar en el mar. El resultado es el delta del Ebro.
El cultivo de arroz está expandido por toda la extensión del delta
Desde el primer vistazo, este territorio al sur de Tarragona es de lo más singular, ya que una vez que se deja atrás la sierra del Montsià se despliega en forma de amplia planicie, donde apenas unas pocas palmeras y algunas construcciones distraen la mirada en una llanura que se alarga hasta el horizonte marino. Puede que de primeras incluso parezca algo monótono, pero nada más lejos de la realidad, porque tras la panorámica inicial hay que empezar a disfrutar de ese paisaje.
Pronto se descubre que el espacio está compartimentado por infinidad de carreteras y caminos rodeados de arrozales. Es la parte más humanizada del Delta. La riqueza que trae el río se transforma en cultivo y en un manjar que luego protagoniza gran parte de los platos locales. No obstante, conforme la tierra se aproxima al mar y el agua dulce se funde con la salada, la naturaleza gana terreno a la agricultura. Hasta que por fin comienza el parque natural del Delta de l'Ebre, el hábitat acuático más grande de Catalunya.
Aquí se desarrolla un humedal repleto de alimento y refugio para numerosos animales. Especialmente aves, muchas de pequeño tamaño, pero otras de una envergadura muy vistosa. Es el caso de los diferentes tipos de garzas y de los señoriales flamencos. Así que no es extraño que el parque natural sea uno de los espacios predilectos en España para los aficionados a la ornitología. O traducido en términos turísticos más modernos, disfrutar del birdwatching.
El río Ebro a punto de llegar a su desembocadura en el mar Mediterráneo
De hecho, en distintos puntos del Delta se encuentran miradores más o menos camuflados entre el entorno para poder avistar esa riqueza faunística. Algunos de los más frecuentados son el mirador que hay junto a la laguna de l’Encanyissada o el que se levanta sobre la Bassa de Les Olles a un paso del pueblo de l’Ampolla. Al igual que es muy visitado el icónico zigurat ubicado en las inmediaciones de la desembocadura del Ebro en el Mediterráneo.
Por cierto, una de las actividades predilectas en el Delta es acercarse lo más posible a ese punto en el que se reúnen las aguas del río con las del mar. Algo que es realizable gracias a los diferentes cruceros fluviales que zarpan desde Deltebre para surcar a diario los últimos kilómetros del cauce. Una singladura corta pero idónea para contemplar el aspecto más salvaje del Delta, viendo parajes como la conocida isla de Buda o las dunas naturales que cercan la playa de Riumar.
Las' waterbike' por su seguridad y fácil manejo son tendencia entre las actividades acuáticas
Esta playa y otras de la zona ofrecen un aspecto bien diferente a la imagen que se suele tener de la Costa Daurada tarraconense. Por supuesto que en los meses de verano estos arenales son ideales para tomar el sol y darse un baño. Pero la verdad es que las playas del delta del Ebro se emplean durante todo el año, en especial por los practicantes del kitesurf que la gozan gracias a las favorables condiciones del viento y el suave oleaje reinante.
El máximo exponente en ese sentido es la playa del Trabucador. Una larga y estrecha barra de arena que durante más de seis kilómetros invita por uno de sus lados al baño en mar abierto, mientras que, por otro, encierra a la bahía de Sant Carles de la Ràpita.
Esa playa salvaje creada por las dinámicas naturales del río y del mar es una barrera fantástica para convertir la bahía en una gigantesca piscina natural capaz de acoger la navegación de diferentes tipos de embarcaciones: desde pequeños veleros hasta kayaks o tablas de paddle surf, pasando por uno de los últimos artilugios que surcan estas aguas: las waterbikes.
El kitesurf es el deporte predilecto en playas como la de Riumar o la del Trabucador
Cualquiera de esas actividades es perfecta para sentir la atmósfera marina del Delta. No obstante, lo que hace diferente este espacio natural protegido es la conjunción entre mar y tierra que propone. Por ello para disfrutar del delta del Ebro también hay que recorrer sus caminos de tierra, tanto a pie como en bicicleta, para así alcanzar lugares emblemáticos como la playa de la Marquesa, el faro del Fangar o las antiguas salinas de Sant Antoni.
Los caminos llanos invitan a hacer rutas en bici por el parque natural
Lo llano del terreno y la habitual climatología benigna invita a adentrarse en este paisaje haciendo deporte al aire libre. Es la forma más respetuosa de conocerlo. Y además, ofrece una doble recompensa. Por un lado, se descubren los atractivos de la zona, pero tampoco es nada desdeñable la tradición culinaria local para recuperarse de los esfuerzos. Una gastronomía dominada por los productos de cercanía. No solo arroz. También aparece el pescado fresco (de mar y de río), las típicas anguilas de las lagunas deltaicas o los moluscos en forma de mejillones y ostras que se crían en la zona. Todo un banquete de sabores y olores para degustar a fondo el delta.
Alojarse en la naturaleza: Camping Taïga Delta de l’Ebre
La naturaleza es la gran protagonista de cualquier viaje a esta zona de Tarragona, de manera que lo más apropiado es alojarse con el mayor contacto posible con el entorno. Eso ofrece el camping Taiga Delta de l’Ebre ubicado en l’Ampolla y a las mismas puertas del parque natural. De hecho, solo unas pedaladas lo separan del espacio protegido y de una tranquila playa donde comenzar a sentir las esencias del paisaje.
Cabaña de 'glamping' del Taïga Delta de l’Ebre
El camping es un clásico en la zona, pero ha sido remozado en profundidad por Taïga Campings & Resorts. El resultado es un establecimiento con distintas opciones de alojamiento. Desde las parcelas para tiendas de campaña y caravanas hasta cómodos bungalows de varias categorías para toda la familia, incluidos los modelos de glamping que aportan un toque de distinción a la estancia.
Además el Taïga Delta de l’Ebre cuenta con dos piscinas, áreas de juegos infantiles y el restaurante Bama cada vez más frecuentado por lugareños y visitantes. Es decir, es un camping con espíritu de resort, pero como es habitual en la marca Taïga también busca la interacción con el entorno. Así que cuenta con una larga lista de propuestas de experiencias en la naturaleza de los alrededores. No podía ser de otro modo en el delta del Ebro.


