Experiencia a bordo del legendario Eastern & Oriental Express: el gran hotel rodante
Sobre raíles
Embarcamos en un universo sobre raíles en el que convergen la historia, el espíritu aventurero, una opulencia inspiradora y el 'savoir faire' de Belmond
Momento cóctel en el vagón que conecta a los viajeros; en restaurantes y zonas de ocio no se permiten móviles
Como el sexo, o como la fiesta, el viaje es también un elogio de lo efímero, una celebración de la intrascendencia y una manera digna de combatir el paso del tiempo. La máxima expresión de la mitología del viaje y la metáfora platónica de la huida residen, sin duda, en la imagen del tren, el transporte más armónico, poético y que mejor simboliza el deseo de ir más allá. Y si hay un tren que sublime toda la épica de viajar en vagones con vista al horizonte que se va dejando atrás, ese es el Eastern & Oriental Express, hermano del legendario Venice Simplon Orient Express.
Operado por Belmond en el Sudeste Asiático el Eastern & Oriental Express es un tren de lujo que parte de Singapur y recorre Malasia hasta la isla de Penang y regresa de nuevo a Singapur. Cuatro días y tres noches a bordo de un hotel rodante de 30 habitaciones 60 pasajeros, además del personal a bordo y del Train Manager, que en el andén va dando la bienvenida llamando a cada cliente por su nombre. Embarcamos en la estación de tren Woodlands de Singapur dispuestos a surcar selvas y otros encantos de Malasia. Coche H, Cabina 3.
Operado por Belmond en el Sudeste Asiático, parte de Singapur, recorre Malasia hasta la isla de Penang y regresa a Singapur
Es entonces, antes del arranque, cuando piso la moqueta del Camarote Estado (también hay la superior suite Presidencial y el estándar camarote Pullman), de un estilo colonial asiático con muebles debidamente aterciopelados que aportan un ramalazo vintage con el que se está muy de acuerdo, cuando se entiende que esto no es un simple viaje, es una travesía hacia lo desconocido donde el lujo se hermana con el misterio, un Orient Express sin guion de Agatha Christie, pero una expedición de la memoria a una época fascinante.
Cada habitación tiene asignado un intendente y yo me hago amigo del mío, Kamal, al instante. Como me indica el directorio del Welcome on Board tomo mi tiempo para instalarme, bajo la intensidad del aire acondicionado y me como una pitaya de la cesta de frutas. Me adapto enseguida a las medidas de este santuario, a los tejidos y a la marquetería. Salgo al pasillo revestido de madera pulida y descubro con sumo placer que mi vagón es el último, el anterior a uno de los Bar Car y al Observer Car, un mirador donde me hago fuerte con el primer Negroni para recibir el traqueteo que anuncia la puesta en marcha de este palacio sobre rieles. Todo está en su sitio.
Una de las puertas del tren ante la alfombra con el inconfundible tigre de Belmond
Inaugurado en septiembre de 1993, el Eastern and Oriental Express hizo historia al ser el primer tren en transportar pasajeros entre Singapur y Bangkok. Sus elegantes quince vagones se construyeron originalmente en Japón en 1971 para el tren nocturno Silver Star de Nueva Zelanda, que operaba entre Auckland y Wellington. Veinte años después regresaron a Singapur y fueron transformados por dentro y por fuera. Hoy, estos icónicos vagones en tonos crema y verde en los que brilla el logo del tigre (que adorna cada etiqueta de equipaje, cada plato, cada servilleta, cada zapatilla acolchada) esconden hermosas paredes interiores de madera de cerezo, teca y palisandro.
Cada vez más pasajeros se sientan conmigo a observar el paisaje desde el mirador. A las cinco hay cita en uno de los restaurantes para la hora del té. Es la primera toma de contacto global. Lo bueno es que el té y la merienda (dulce y salada) se acompañan de champagne Veuve Clicquot, lo que ayuda a que la camaradería se expanda. Dos horas después, cuando a las siete se sirvan los primeros cócteles del aperitivo en el Piano Bar donde una pianista interpreta temas de jazz, ya se conoce casi todo el mundo y ya se sabe que esta es una experiencia comunitaria. El dress code impone chaqueta blazer y zapatos. Me sientan a cenar con Amanda, una mujer de Londres que se quedó viuda hace dos años y lamenta que sus hijas ya estén casadas. Para no molestarlas se ha venido a Singapur unos días y, de paso, hace este recorrido.
El tren avanza hacia la noche. La opulencia es como el crimen, nunca descansa. La mesa está tan bien decorada y tan bien puesta que me la llevaría a casa tal cual. Las lámparas de cristal de Lalique con motivos florales conceden la iluminación justa, cruda como el sashimi. La carta parece redactada por Shakespeare y no sé qué es mas bello, si su soneto 116 o las palabras del chef André Chiang, un genio a bordo con una estrella Michelin, tan genio que Apartamento ha editado el libro Penang Recipes & Wandering Around an Island Malaysia acerca de su cocina en este tren. Palabras mayores. Él mismo ha titulado la comida que servirá como El viaje de las especias. “La mayoría de nuestro pescado, carne, té, café y otros ingredientes son de origen local y muchos cuentan con certificación de sostenibilidad” dice, e invita a quien quiera a recibir explicaciones y darle una clase. Su cocina es un crisol de sabores de Penang, la isla donde las culturas china, india, malaya y europea se mezclan.
El menú de hoy incluye Rollito de primavera de tofu crujiente con chile y pimienta de Sichuan, Bisque de camarones, almejas y miso con tofu kai-lan y wakame fresco, Jugo de nueve pimientas, carrillera de res estofada durante dieciséis horas, puré de manzana clásico, Pargo rojo al vapor encurtido en jengibre, aceitunas chinas silvestres, pesto de cebolleta y cilantro, Ganache de guanábana y leche de cardamomo con especias de la selva. Para empezar, no está mal.
Puerta abierta al paisaje de Malasia, antesala del parque nacional Taman Negara
Cuando llego al camarote la cama está preparada y dejo que el traqueteo me acune. Por un momento, en la oscuridad reaparece Hand Luggage Only el fantasma de lo que leí en el blog de viajes sobre esta experiencia: “Es sin duda uno de los mejores viajes en tren del mundo. Podría arruinarte cualquier otra experiencia en tren que tengas”.
Despierto seis horas después, me arqueó como el felino de Belmond bordado en las pantuflas y subo las persianas para recibir el día, que amanece con el sol tratando de alzar su luz por encima de la línea que marca en el horizonte el cultivo a gran escala de palma aceitera, tradicional palmera de Malasia. Hoy el desayuno es en la habitación, de ahí que llamen a la puerta. Dios te bendiga, Kamal. Mil gracias. Nada como el abrazo del café, que ayuda a quien duerme poco y sueña mucho. Hay que ducharse antes de la primera parada del día en la exuberante selva. Hoy la excursión es al parque nacional Taman Negara y el tren llega a las ocho en punto a la estación de Merapoh en cuyo andén de hierba nos recibe un grupo folclórico para realizar una performance de Joget, baile tradicional.
El lujo es descubrir el país desde la ventana
Taman Negara es una selva tropical de 130 millones de años cuya extensión abarca tres estados: Kelantan, Terengganu y Pahang. Nada ha cambiado en este parque en el último siglo. Aquí se protegen al milímetro la flora y la fauna de la que presume ser la jungla más antigua del mundo. Quiero ver al tigre malayo retorcerse con sus brillantes franjas doradas sobre el verde bosque y listo para saltar, pero al final me conformo con ver un mono narigudo de Borneo que canta de rama en rama con la entrega que pone Ute Lemper a los poemas de Kurt Weil, algunas huellas de elefante, un increíble pangolín malayo y la hospitalidad generosa de los miradores.
Como en el restaurante Malaya con Wolfgang Eipeldauer, senior train manager. “Belmond descubrió la belleza del viaje en tren -dice mientras empezamos la Kimchi niçoise del entrante -, en un momento en el que todo el mundo tiene los ojos puestos en el lujo, aquí el lujo es descubrir un país y un paisaje por la ventana, sin televisión y sin teléfono…”.
Detalle de las literas del camarote Pullman
Aprovecho para mirar a mi alrededor. Este es un detalle importante. Antes de cada aperitivo y de cada cena se pide que no se lleve el móvil encima y el 99 por ciento cumple con el requisito. Nadie mira el teléfono. Hay gente conversando. Es increíble, pienso, este es el lugar en el que hasta las parejas hablan y pienso también que ese, el lugar en el que hasta las parejas hablan, podría ser el título de este reportaje.
“Hay que conectar con la historia y con la conciencia -sigue Wolfgang mientras llega el Sukiyaki de ternera de Wagyu” Esta es una experiencia comunitaria, es una de las atracciones del tren. Malasia es un país multicultural, gente abierta y con sensibilidad para comunicarse. No es un viaje más que coleccionar o con el que comparar, es una invitación a conocer lo no obvio. Apostamos por el slow travel… viajar en tren permite conectar, tomarte tu tiempo. Es relajado. No tienes que hacer check-in ni check-out, no tienes que pensar dónde voy a comer esta noche… y esa relajación permite dedicarte a ti mismo y estar pendiente de vivir el momento. Muchos clientes repiten, para vivir la experiencia en navidad o en fin de año. Casi cada semana el porcentaje es el mismo, 30 % de cliente de EE.UU., 30% de Europa, 30% Asia y Oceanía.
Habitación estándar del tren Eastern & Oriental Express
Es hora de retirarme al camarote. De camino encuentro a los que van al vagón de Bienestar con un “spa en movimiento” en el que se ofrecen cinco tratamientos diferentes. Una siesta con masaje. Hay gente con … llamémoslo suerte. Sigo por el pasillo. Tomo asiento frente a la ventana. Escribo unas postales de época de las que vienen como obsequio (seña de identidad del estilo Belmond, en todos sus hoteles) y que enviaré desde el Mail Box que hay en el pasillo. Leo una hora y media mi lectura del verano, Tan poca vida, de Hanya Yanagihara, adictiva como este tren. Antes de la cena me encuentro en el vagón-mirador a Cristina y Alberto, pareja de españoles recién casados que apuran aquí la luna de miel. El atardecer dorado nos enseña que el día se destensa con una suavidad extrema. Damos un trago y nos preguntamos por qué dura tan poco la palabra siempre.
Hoy la cena es en el restaurante Adisson. Me toca sentarme con una pareja de NY, él de origen filipino con brazos de culturista y ella delicada como la porcelana. No sobrepasan los cuarenta. Me cuentan que al terminar este journey van a Bangkok y, como he leído que en 2024 fue elegido mejor hotel del mundo, me permito recomendarles el hotel Capela. Entonces sonríen y dicen al unísono “es ahí donde hemos reservado”, y yo también me río. El escritor de viajes británico Eric Newby escribió: “Viajar en el Orient Express era como participar en una obra de teatro de la alta sociedad: cada vagón, una escena; cada pasajero, un personaje”.
George Town vibra ante arte, templos y cultura Perenakan
La excursión del tercer día es a George Town, vibrante ciudad de la isla de Penang, a donde llegamos tras coger el ferry. Nos esperan unas vespas con sus respectivos conductores. Cada uno se sube en una y vamos descubriendo la ciudad a través de sus artistas, sus talleres, sus templos, su teatro de marionetas, su herencia art déco en lugares impresionantes como la antigua Hin Bus Depot. Son cuatro horas de moto y cultura, shophouses, street art.
Penang es uno de los bastiones más orgullosos de la cultura Peranakan, resultado de la diáspora del Sudeste asiático que influye en la cocina, en la moda, en el diseño. Es una cultura forjada a lo largo de los siglos por las rutas comerciales internacionales que superponen diversas influencias sin dejar de incentivar el arraigo a la región. La Peranakan nyonya es el equivalente a la nonna italiana y gobierna el corazón del hogar, la cocina, con una cuchara de hierro como gobierna André Chiang en el tren Eastern and Oriental. “El gusto es lo que persiste en un lugar -dice Chiang- como chefs, el gusto es el medio a través del cual mapeamos los orígenes de un plato, discerniendo el sutil juego de sabores que le dan vida. Mientras escribía el menú para el tren mi objetivo era guiar a nuestros huéspedes a lo largo de dos viajes diferentes: uno siendo su viaje físico a través de Malasia y el otro su viaje a través del sabor. Quise fusionar el hechizo de las especias y su capacidad de transportar”.
Suite presidencial, la habitación más exclusiva
Por la tarde regreso al piano Bar. Comparto el Negroni del aperitivo con un antiguo piloto de British Airways que junto a su mujer gozan de una jubilación viajera como hacen los bebés con Sophie la Girafe, el mordedor que les estimula la vista, el gusto, el olfato, el tacto y el oído. No existe otra preocupación que buscar el próximo Belmond. Es lo bonito de la vida: dejarse llevar. A estas alturas ya me he dado cuenta de que este es el tipo de viaje de una vez en la vida… aunque para algunos es lo habitual.
Como uno viaja para conocer la “otredad”, quiere la providencia que en la cena me siente con una pareja alemana, Henry y Beatrix. Él es un rico industrial dueño de una cementera que a sus 72 años trabaja seis meses al año. Los otros seis viaja con su mujer. Su locuacidad hace que ella se enfade y que cada tres minutos le pida que se calle. Hace caso cinco segundos, luego da un trago de Riesling y vuelta a empezar. Después de contarme todos los países en los que ha estado y todos los safaris y trenes y hoteles y piscinas y cocoteros que ha visto me dice que ha llegado a la conclusión de que no es suficiente con un mundo. Yo sonrío, asiento: claro, claro, así es… y recuerdo un aforismo de Elias Canetti: “No digas nunca ahí he estado. Dí siempre ahí nunca he estado”.
La tercera noche es la que mejor duermo. El traqueteo del tren se ha habituado a mí. Por eso maldigo que se anuncie la llegada a la frontera con Singapur. Es oficial: me niego a abandonar esta cabina cápsula del tiempo que me ha transportado a una época victoriana tropical, no quiero que el arrullo de las vías, los paseos por los pasillos, las conversaciones con tanta gente, los bordados malayos de la bata y las zapatillas acolchadas con el tigre en el empeine acaben en la lavandería. Se lo digo al intendente que, tras darme el pésame sonriente, se retira un minuto y vuelve para entregarme una maravillosa tote bag bordada a mano por artesanos locales de su querida Malasia: “Hay trenes que conectan ciudades y trenes, como este, que conectan culturas y personas- me dice el dulce Kamal, a quien le debo una”. Qué estrés, más cosas en la maleta. En fin. Es hora de despertar.
Guía práctica
Wild Malasia
La ruta
Tres noches para descubrir la Malasia salvaje, el parque
nacional Taman Negara y aventuras culturales en Penang.
Horarios
Desde Singapur, salida lunes 15.30 h y regreso jueves 10.30 h.
Cómo llegar
Vuelo directo de Singapore Airlines desde Barcelona y Madrid. Con Qatar Airways vía Doha.
Dónde dormir
El Raffles, un icono colonial. Grand Hyatt, Orchard Road, la mejor opción calidad-precio.