A diferencia de otros continentes, cuya delimitación es más nítida, establecer dónde termina Europa y empieza Asia ha sido más una cuestión de voluntad que de realidades geográficas. No hay un océano o una importante cordillera montañosa que ayude a ello. Pero, en términos políticos y culturales, se ha utilizado la convención de que los Urales, en Rusia, era la línea escogida. Casi más porque esa larga cordillera se despliega en sentido norte-sur que porque forme una barrera natural apreciable, ya que ninguno de sus picos alcanza los dos mil metros de altitud.
Más concretamente, el río Ural se ha designado tradicionalmente como el punto de encuentro de los territorios euroasiáticos. Es un curso fluvial que se desplaza entre Rusia y Kazajistán y acaba desembocando en el mar Caspio. En sus dos orillas se asienta Oremburgo, que tiene el “honor” de ser una ciudad transcontinental. Es decir, tiene barrios en ambas riberas.
Oremburgo es una ciudad de historia reciente, sus orígenes se remontan a principios del siglo XVIII. Es cuando el imperio ruso toma conciencia de la importancia de dominar Asia Central para evitar el avance de sus rivales más potentes, especialmente el imperio británico que se ha afincado en el subcontinente indio y que escarcea con ir adueñándose de zonas cada vez más al norte. Así, se funda Oremburgo en 1734, tomando los vocablos burgo (fortaleza) y Or (un río afluente del Ural).
Gostiny Dvor se ha convertido en una moderna galería comercial en la que rusos y kazajos realizan sus intercambios
Oremburgo tiene la mayor parte del núcleo urbano situado sobre tierras europeas. Pero un discreto puente peatonal de tirantes de acero se encarga de salvar el Ural y dejar al pie de una escalinata, ya en el lado asiático, al final de la cual hay un buen mirador sobre las llanas tierras cercanas. Desde allí se dominan visualmente los dos continentes.
Irse hasta Oremburgo por el simple capricho de estar en una ciudad transcontinental podría parecer demasiado. La villa tiene algunos lugares de interés, como el propio monumento a las transcontinentalidad de la ciudad; la estatua del cosmonauta Yuri Gagarin (que cursó sus estudios de pilotaje aquí, antes de convertirse en el más famoso explorador espacial soviético); un museo de bellas artes notable; o el Gostiny Dvor, un complejo de tiendas pensado para el intercambio comercial entre rusos y kazajos. Ahora, ese enorme edificio neoclásico que albergó originalmente 150 establecimientos se ha reconvertido en una moderna galería al estilo occidental.
Otro edificio notable de Oremburgo es la mezquita, que originalmente había sido también concebida como espacio de intercambio comercial. Por su aspecto de caravanserai de inspiración turca se le llamó precisamente así durante mucho tiempo. Pero ha acabado siendo un templo de culto islámico.
Por su proximidad a la frontera kazaja –a tan solo una hora en coche–, Oremburgo ofrece una buena oportunidad para adentrarse en los países de Asia Central desde el norte, una opción poco escogida entre los viajeros. De hecho, la línea férrea, que recorre paisajes desérticos, es una de las más veteranas de la región. El llamado popularmente Trans-Aral conecta con Almaty en un viaje que dura dos días y permite recorrer el sur kazajo, en la frontera con Uzbekistán y Kirguistán.
Cómo llegar
Oremburgo se halla a 700 kilómetros de Kazán, capital del Tartaristán. Es el mejor nudo de comunicaciones para encontrar transporte con autobús, que –excepto en el crudo invierno, en que todo es imprevisible–, tarda unas diez horas en unir ambas ciudades.


