Tierra de frontera, limítrofe con las provincias de Valencia y de Castellón, la comarca turolense de Gúdar-Javalambre atesora una marcada identidad. La región ha sido históricamente lugar de paso y un importante enclave comercial entre la montaña y el litoral, como se refleja en sus majestuosas construcciones.
Arcos de la Salinas es un pequeño pueblo de calles antiguas y estrechas, con medio millar de casas, cien habitantes, una iglesia barroca, un par de bares, una tienda, un hotel y un horno de pan. Es el entorno ideal para pasear, respirar, comer y dormir con tranquilidad y también para observar azores, verderones y abubillas, oír a los chotacabras, escuchar el rumor del río que sube entre los pinares y, sobre todo, ver el firmamento.
Arcos de las Salinas es un lugar con el cielo más limpio del planeta
Aquí, la vida rural, los sabores de siempre y un cielo sin contaminación lumínica se funden en un destino que invita a bajar el ritmo y a mirar la vida con calma. El paisaje único de sabina rastrera -una de las mayores extensiones del mundo de esta especie y de pino negral- tiene una de las salinas mejor conservadas, y puede presumir de Galáctica, el mayor centro de divulgación astronómica de Europa, donde observar sus cielos certificados Starlight.
Y es que Arcos de las Salinas es un lugar con el cielo más limpio del planeta. Sin contaminación lumínica, a mil metros de altitud, y con un clima seco de pocas lluvias y menos niebla, este rincón de Teruel está lleno de sorpresas.
Las antiguas salinas
Las antiguas salinas permiten conocer el proceso de elaboración de la sal
Aunque existe constancia de que Arcos de las Salinas está habitado desde los tiempos de los íberos, lo que realmente lo caracteriza son sus antiguas y gigantescas salinas. Producían toneladas de sal por evaporación en el siglo XVII y en la actualidad forman parte del patrimonio industrial de Aragón y están protegidas como Bien de Interés Cultural.
Descendiendo por el valle del río Arcos, y a menos de un kilómetro antes de entrar en la localidad, el paisaje se abre en una hondonada de balsas, tablares donde se cuajaba la sal, pozos de agua salada y muros de piedra. La gran casa sigue en pie y también los corrales, cuadras y un pajar. Este viejo complejo salinero, hoy silencioso, explica el porqué de su nombre.
Las referencias escritas sitúan los orígenes de la explotación en la edad media, cuando Jaume I se reservó la propiedad real y hasta visitó las salinas en 1259. El motivo era claro: la sal era uno de los medios de financiación de los monarcas, de modo que imponían el monopolio de su venta y obligaban a los habitantes de Teruel y de su entorno a comprarla en Arcos de las Salinas. Las familias tenían asignada una cantidad determinada, por lo que, si no la recogían del almacén oficial, se veían obligadas a pagarla, al tratarse de un impuesto real.
Con el tiempo las salinas pasaron al Real Patrimonio de Aragón, que retuvieron el monopolio de la sal, hasta ser privatizadas. Los propietarios actuales han constituido la Fundación Reales Salinas de Arcos para estudiar, conservar y ponerlas en valor. Y es que su estado es bueno y son las mejor valoradas de entre las más de cien salinas de interior que hubo en la Península, donde se llegaron a obtener 600 toneladas anuales de sal.
La ermita de San Roque, ubicada en centro del pueblo, es una joya barroca
Sin embargo, la competencia de grandes compañías marítimas y los cambios en el mercado acabaron pasando factura. En 2006, estas instalaciones que dieron soporte a la trashumancia, salazones y que jugaron un gran papel económico, cerraron definitivamente. Y, aunque las referencias escritas las sitúan, como hemos indicado, en la edad media, las últimas dataciones arqueológicas han ido mucho más atrás, porque el carbono 14 ha fechado la producción salinera ya en torno al 2.500 a.C.
Calles estrechas, huertos y la vida local
Lo mejor de Arcos de las Salinas es su ritmo pausado. Hay que sentarse en la plaza a escuchar las conversaciones de los vecinos, charlar con el panadero al recoger una hogaza, caminar entre huertos y acequias, o tomar un café en el bar del pueblo mientras los mayores juegan a las cartas.
Los alrededores de Arcos están cuajados de frutales
Y también hay que pasear por su trazado de calles estrechas, con casas empedradas y teja árabe que conservan la esencia de la arquitectura serrana, y contemplar sus casas solariegas con portadas de piedra labrada que hablan de un pasado próspero ligado a la ganadería y al comercio de lana.
En Arcos se conservan dos puertas de la antigua muralla que lo rodeaban, la de Teruel y la de Catarra y diversas ermitas entre la que sobresale la de San Roque, en el mismo centro. Es una maravilla barroca que empezó a construirse a finales del XVII con una nave única con bóveda de cañón, un atrio pequeño con estructura de madera soportado por ocho columnas dóricas, y un pequeño campanil. En una zona algo más alejada, en el caserío de Hoya de la Carrasca, descubrimos la ermita de Santa Quiteria, punto de encuentro y lugar de culto de los fieles y lugar de paso de diversas rutas de senderismo.
En el emplazamiento más elevado de la villa, y casi enredada con las casas del pueblo, llama la atención la iglesia de la Inmaculada, del siglo XVIII que es Bien de Interés Cultural y Monumento Histórico Artístico. Situado frente a la pequeña plaza Mayor, su atractivo se concentra en la fachada principal, con una gran portada a modo de retablo barroco en piedra.
Huertos, productos de temporada, y tradición panadera
En Arcos, hay que pasear por los huertos familiares que la rodean y se extienden a lo largo del cauce del río. Allí se cultivan patatas, judías verdes, tomates de sabor intenso y frutas que maduran con el frío de la sierra. En verano, los vecinos sacan a la venta excedentes en pequeños puestos improvisados con productos recién cosechados.
Los gatos descansan en las estribaciones de las huertas de Arcos
Y, además, Arcos huele a pan recién hecho, horneado con leña. Las hogazas de corteza crujiente, las rosquilletas anisadas y los dulces sencillos, como las tortas de alma rellenas de calabaza confitada, son una delicia en el horno moruno El Mollete.
El destino 'top' del astroturismo europeo
Sin duda, la joya de la corona de Arcos es Galáctica, el mayor centro de divulgación astronómica de Europa. Aquí, la ciencia dialoga con la naturaleza, la gastronomía y el patrimonio de esta villa que ha sabido convertir la oscuridad de su cielo en un gran tesoro.
La estructura exterior de Galáctica parece una nave espacial recién descendida del espacio
Por fuera, el edificio de Galáctica parece un platillo volante recién descendido de espacio. Y por dentro, guarda nueve cúpulas de telescopios, uno solar, dos nocturnos, tres semiprofesionales y un gran espacio para acoger y montar los telescopios de los visitantes. El centro cuenta con un equipo de guías astrónomos referentes en astroturismo a escala internacional.
En su museo interactivo, de casi 1.600 metros cuadrados, se aprende todo sobre el sistema solar, la contaminación lumínica, los observatorios y la astrofísica. Es una maravilla que a muchos les permite ampliar sus conocimientos del cielo y a otros, sencillamente, admirarlo. En su exterior hay que pasear por el espacio Estrellas de la Astrofísica, que rinde homenaje a descubrimientos realizados por nueve grandes mujeres de la astronomía, la física estelar, la cosmología y las galaxias: Caroline Herschel, Annie Jump Cannon, Henrietta Leavitt, Jocelyn Bell, Vera Rubin, Cecilia Payne, Margaret Burbidge, Wendy Freedman y Margaret Geller son las estrellas.
En el museo interactivo se aprende todo sobre el sistema solar, la contaminación lumínica, los observatorios y la astrofísica
Y cuando cae la luz sobre este cielo tan limpio que parece recién estrenado, los científicos ponen en marcha los telescopios para interpretar constelaciones, cúmulos y nebulosas. Porque en Arcos, la oscuridad es un patrimonio tan importante como el románico o la trufa, y se ha convertido en referencia europea de astroturismo y ciencia. Galáctica demuestra que la astronomía no es un lujo para científicos, sino una experiencia universal al alcance del ojo humano.
El recorrido arranca con módulos que explican desde la luz y las constelaciones, hasta cómo piensan los grandes telescopios. La visita se redondea fuera, entre cúpulas operativas, donde las noches se programan para observaciones con instrumentación profesional y astrónomos-guía.
La recomendación
Las salinas están en una hondonada rodeada de montes que ofrece un juego de luces muy especial al amanecer y, sobre todo, al atardecer, para hacer fotografías. La zona, además es ideal para el senderismo, para BTT y la inmortalización de cielos nocturnos. Para visitar Galáctica, es aconsejable reservar con tiempo, llevar ropa de abrigo incluso en las noches de verano, calzado de montaña, y linternas de luz roja para evitar deslumbramientos.
Dónde dormir
En Arcos de las Salinas:
El Cierzo de Javalambre. Hotel sencillo de solo 19 habitaciones. Se recomienda reservar con antelación.
Casa Rural Verde Salvia. Situado en una zona muy tranquila. Dispone de terraza.
En Manzanera:
Balneario de Manzanera El Paraíso. A unos 20 kilómetros de Arcos este 3 estrellas certificado con la Q de Calidad tiene piscina exterior en verano y parque infantil. Cuenta con centro termal.
Hotel Restaurante Duque de Calabria. Con jardín, terraza y buenas vistas a la montaña.
Dónde comer
Si el cielo es la joya astronómica, la trufa negra de Teruel es la joya gastronómica por su extraordinaria calidad y su aroma. En invierno sobresalen los menús con trufa negra de Sarrión en forma de revuelto trufado o las patatas al horno con aceite local. Hay que probar los guisos de caza, el jamón de Teruel con DO, el ternasco de Aragón, los quesos artesanos y los dulces de almendra.
Bar Restaurante Arcos (Arcos de las Salinas). Imprescindible la olla turolense, el guiso de garbanzos, la caldereta de cordero y los embutidos.
Masía La Torre (Rubielos de Mora). Sus migas a la pastora con embutido y huevo a baja temperatura y su medallón de terrina de rabo estofado al vino tinto con jamón de Teruel son inmejorables.


