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Curaçao, la colorida isla de la curación

Caribe

Perdida en el mar de las Antillas, sorprende por su pasado y sus singulares paisajes

El puente de Queen Emma es uno de los atractivos de Willemstad, la capital de Curaçao 

Ramón Villeró

Perdida en el mar de las Antillas, la isla de Curaçao fue descubierta hace 500 años por el navegante Alonso de Ojeda. Para situarla bien en el mapa, si se mira al Caribe y al cinturón de las Antillas, aparece, junto a Aruba y Bonaire, más hacia el sur, muy cerca de la costa venezolana. A la primera presencia de españoles, le siguió una etapa de cierto abandono, hasta que fue tomada por la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales, aunque por la isla también pasaron barcos portugueses. 

Como consecuencia de todo ello, la lengua nativa es el papiamento. Tiene su origen en los judíos sefardíes que fueron expulsados de España a Portugal, a los Países Bajos y a Brasil para acabar en Curaçao, donde también se habla holandés y, en gran medida, inglés e incluso español.

Antigua sinagoga de de Mikve Israel-Emanuel, en Curaçao

Getty Images

¿Tiene el nombre de la isla relación con el verbo curar?


La respuesta es sí, aunque originalmente los españoles la llamaron la isla de los Gigantes. Parece ser que, al contrario de lo que era habitual por estas tierras, los indios caquetíos, los habitantes del lugar, eran altos y corpulentos. Con el paso del tiempo, quedó fuera de las rutas comerciales; aquí no había oro ni piedras preciosas, y se llegó a conocer como las islas Inútiles. Años más tarde, un barco portugués abandonó en la playa a enfermos aquejados de escorbuto que sobrevivieron a la afección gracias al consumo de fruta. A partir de ese momento, fue bautizada con el nombre actual: Curaçao, la isla de la curación.

Willemstad, la capital

En Willemstad enseguida se percibe que Curaçao es diferente en comparación con otras islas del Caribe. El ritmo de vida es más pausado y la gente todavía se muestra receptiva al turismo. La capital se divide en dos barrios, Punda y Otrabanda, situados cada uno de ellos a un lado de la bahía Santa Ana. Están unidos por el puente flotante de Queen Emma, uno de sus atractivos turísticos, que se abre varias veces al día para dar paso a los mercantes.

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Punda recuerda a una ciudad holandesa, con casas de colores pastel construidas en el paseo portuario Handelskade, donde también está la sinagoga de Mikve Israel-Emanuel, con su suelo de arena, construida en 1651. También debemos ver la fortaleza de Amsterdam, actual sede del Gobierno, un bonito edificio de color mostaza que se encuentra cerca del puente Queen Emma. Y sin duda, otro de los sitios interesantes es el mercado de pescado, o mercado flotante, que abre cada día a partir de las seis y media de la mañana en el extremo norte del muelle de Punda.

Otrabanda

Al otro lado, en Otrabanda, hay diversos hoteles y galerías, aunque sin duda lo más interesante es el museo de la esclavitud Kurá Hulanda, un lugar que, aparte de reunir una destacada colección de arte africano, nos permite recorrer la historia de la esclavitud. Se trata de una muestra de la barbarie humana que no debe ser olvidada y que recuerda que entre 50 y 100 millones de personas de raza negra perecieron, sin contar los millones que fueron explotados y torturados. 

El museo de la esclavitud sumerge al visitante en la historia negra de la isla

-JvL- / Flickr (CC BY 2.0)

En Curaçao, el comercio de esclavos fue la principal fuente de ingresos de los traficantes europeos. Miles de ellos procedentes de todos los rincones de África llegaban mensualmente a Curaçao para ser vendidos a los países del continente americano y condenados a trabajar en condiciones infrahumanas. El museo custodia documentación oficial; cartas de los estados y de la iglesia, que toleraban la esclavitud; grabados de las monstruosas condiciones en las que eran trasladados, e instrumentos de castigo y tortura. Ante la magnitud de la barberie, el visitante queda paralizado, pero es una visita obligada.

Las playas

Una advertencia antes de seguir: a menos de una milla de Willemstad, en la bahía de Santa Ana, se encuentra la refinería de petróleo de Curaçao que durante décadas fue el motor económico de la isla, y a la que sus habitantes están más que agradecidos. A algunos lectores les sorprenderá esta proximidad, pero es una realidad visible desde la capital. La refinería, que antes pertenecía a Shell, ha permanecido inactiva durante los últimos cinco años, pero todo indica que podría reanudar su actividad.

Las playas de Curaçao no responden a la imagen típica de los arenales caribeños

Frank van den Bergh

En cuanto a las playas, las de Curaçao se parecen más al litoral español que al Caribe puro. Es difícil encontrar los típicos arenales con palmeras y cocoteros; en su lugar, se trata de pequeñas playas de arena blanca o de calas que bien podrían encontrarse en el Levante español. Y para alargar esta similitud, también en Curaçao, acceder a algunas de ellas obliga a pasar por caminos particulares y, en este caso, pagar un mínimo peaje. La mayoría de estas vías pertenecen a antiguas plantaciones que, a pesar de su nombre, se dedicaban principalmente a la extracción de sal.

Las playas de Porto Mari y Abao son bonitas y, cerca de Westpunt, al norte, sobresalen Groot Knip y Kleine Knip. Cada una de ellas es diferente y la mejor manera de explorar la costa y de hacerse una idea de la isla es alquilando un vehículo -su superficie tiene poco más de 400 kilómetros cuadrados-.  

En Curaçao, al atravesar las fincas particulares, es frecuente encontrarse con paisajes sorprendentes y hermosos, en los que los cactus y los matorrales se asoman por bahías y salinas. La recomendación es conocerla poco a poco, sin prisas, hablando con la gente y descubriendo rincones insospechados.