Hay en el perfil futurista de Hong Kong un poso de sabiduría ancestral que da sentido a su abigarrada estética de acero y de cristal. Una ciencia sagrada que rige la verticalidad de esta ciudad caótica e inagotable que, pese a su ritmo acelerado y sus dimensiones brutales, deja escapar destellos de serenidad.
El feng shui, la filosofía china que busca armonizar la energía en los espacios para alcanzar la prosperidad, ha dictado al pie de la letra los preceptos que ha de seguir la arquitectura en el corazón financiero de Asia. En ese bosque de rascacielos geométricos que son la sede de bancos y multinacionales, y que se divisa como un monstruo de hormigón entre las montañas y el mar.
Aeropuerto de Hong Kong el gran 'hub' de Cathay Pacific
También lo hizo con la obra de ingeniería que supone el aeropuerto Chek Lap Kok, el hub principal de la aerolínea Cathay Pacific, gracias a la cual Hong Kong dejó de ser, hace justo diez años, un destino remoto e inaccesible al ofrecer la única ruta directa desde Madrid y Barcelona. Un aeropuerto, levantado en tierra ganada al mar, que tiene el honor de despuntar como uno de los proyectos más costosos de la historia y en el que hasta el diseño de The Bridge, la sala vip de la compañía, ha tenido en cuenta factores como el flujo del agua y las líneas curvas dominantes.
Crecer hacia el cielo
La construcción del centro de finanzas y negocios (distrito Central), que se eleva al otro lado de la bahía en el extremo norte de la isla de Hong Kong, contó con la supervisión de expertos para que la energía que llega de los picos cercanos logre esparcirse con el viento. Pocos son los edificios que no cumplen con los principios del feng shui en un enclave en el que hasta existe una ley que obliga al Gobierno a pagar rituales de limpieza cuando la buena vibra se siente amenazada. La cuestión es respetar las premisas más elementales en la ciudad en la que, según la mitología china, se refugian los dragones: dar la espalda al monte Taiping y orientar la fachada principal a las aguas.
Hay que situarse en la arbolada plaza de las Estatuas (Statue Square), apartada del trasiego ejecutivo, para alzar la mirada al cielo y contemplarlo recortado por espigados edificios entre los que parece que no cabe un alfiler. Y aunque ninguno supera al ICC (International Commerce Centre) en la península de Kowloon (que con sus 484 metros y 118 plantas es el más alto de la ciudad y llegó a ser el más alto del mundo), todos son la muestra de que Hong Kong sólo crece en dirección al cielo. Sintomática es la imagen de las escaleras mecánicas que suben desde Central hasta el barrio de Mid Levels (por las mañanas funcionan en sentido de bajada para que los trabajadores desciendan de las cumbres) transportando un reguero de gente que busca su espacio en las alturas.
Una guerra arquitectónica
En el distrito financiero, donde arquitectos de la talla de Cesar Pelli y Saha Hadid han dejado su impronta, encontramos sutilezas y elementos simbólicos para atraer la riqueza y repeler las fuerzas del mal. Como las ventanas de ojo de buey del edificio Jardine, que representan la moneda, o los tejados del complejo IFC (Internacional Finance Centre) que adoptan la forma de coronas, que son el emblema de las élites. También caminos en zigzag para que no avance la energía negativa (los malos espíritus sólo se desplazan en línea recta) o espejos para que la positiva se refleje y se duplique.
Los edificios se elevan hacia el cielo en Statue Square
Ningún rascacielos, sin embargo, resulta tan emblemático como los dos que protagonizaron toda una guerra de feng shui. El que acoge las oficinas del HSBC fue el primero en llegar, en 1985, de la mano de Norman Foster, quien cumplió con la filosofía al dejar diáfanas las vistas hacia Victoria Harbour, proyectar atrios abiertos para que circulen los buenos aires y disponer las escaleras mecánicas formando ángulo con la entrada. Hasta aquí todo correcto. Pero llegó el Banco de China, proyectado por el arquitecto Ieoh Ming Pei, y la armonía saltó por los aires.
Lo primero fue la fecha de inauguración, que estaba prevista para el 8 del 8 de 1988 (el 8 es el número de la buena suerte), pero no pudo llegar a tiempo, lo cual generó malos augurios. Lo segundo fue la estructura de la torre, con triángulos entrelazados y ángulos salientes que, si bien el autor justificó como un simbolismo del bambú, los expertos concibieron como cuchillos que lanzaban ondas dañinas a los bloques circundantes. Hay quien dice que, en realidad, el mal fario iba dirigido al gobernador británico en los tiempos en que Hong Kong aún era colonia del Reino Unido.
Otras alocadas audacias
Los cañones del edificio HSBC apuntan al Banco de China
Pero, ¿cómo reaccionó el HSBC a semejante ataque de feng shui? Pues con otra medida bélico-arquitectónica: la de colocar cañones en el tejado en dirección a su vecino. En medio de ambos enemigos quedaba el centro de Cheung Kong, que con su planta cuadrada de ángulos suaves y ventanas reflectantes logró que la energía se aireara sin perturbar el equilibrio.
Audaces y controvertidos, el caso es que ningún edificio del centro financiero de Hong Kong, por uno u otro motivo, logra pasar indiferente. The Henderson, por ejemplo, lo hace por razones económicas, puesto que pagó por el terreno la friolera de 3.000 millones de dólares, el suelo comercial más caro del mundo, lo que podría ocasionar que el metro cuadrado alcance también un valor de récord Guinness.
Otras construcciones destacan por estar perforadas por un orificio cuadrado de diferentes tamaños. Es lo que llaman la puerta de dragón, un espacio pensado para que estas míticas criaturas voladoras, que representan la energía de la tierra, puedan descender de las montañas y, a su paso, portar fortuna en esta megalópolis agraciada con uno de los entramados urbanos más desaforados del planeta.


