La grulla japonesa o grulla de corona roja es una de las aves más veneradas en la cultura oriental y en otras tradiciones. En la mitología china, es símbolo de longevidad e inmortalidad. Según la tradición japonesa, quien cree mil grullas de origami verá cumplido su mayor deseo, una creencia popularizada por la historia de Sadako Sasaki, la joven víctima de leucemia a causa de la bomba atómica, que realizó esta hazaña con la esperanza de sanar. En Japón, no solo simboliza la buena suerte, sino también la longevidad, pues se dice que puede vivir mil años. En la mitología coreana, las grullas representan la fidelidad conyugal, ya que permanecen con la misma pareja hasta que uno de los dos muere. En Alemania, es emblema del mensajero de dios y, en Grecia, representa la pureza.
Esbelta, de movimientos gráciles como los de una bailarina, el ave japonesa deslumbra. Su cuerpo y alas impolutamente blancas contrastan con las puntas negras y sus largas y finas patas también negras. Pero su rasgo más distintivo es la mancha roja que corona como un sombrerito la parte superior de su cabeza y que tiene la particularidad de volverse más brillante en la época de apareamiento. Esa mancha indica que goza de vitalidad y buena salud.
Esbelta, de movimientos gráciles como los de una bailarina, el ave japonesa deslumbra
Cada año, la grulla japonesa recorre largas distancias hacia Siberia en busca de humedales esenciales para su supervivencia. Allí se reúne con sus congéneres en un espectáculo de fascinante belleza. En la danza nupcial despliega las alas, ejecuta movimientos coordinados, saltos y giros, mientras emite un trompeteo profundo que anuncia la primavera o la renovación de la vida.
Esa emblemática grulla encarna la serenidad en sus momentos de absoluta quietud, especialmente durante el invierno en las zonas heladas de Hokkaido. Permanece inmóvil sobre una pata, resistiendo las bajas temperaturas. En aguas poco profundas, aguarda pacientemente el momento justo para lanzar el pico a la captura de una presa.
Estas pausas del ave parecen evocar el estado de plena conciencia que se alcanza en la meditación. La imagen de la grulla, erguida en completo equilibrio y sumamente atenta, refleja el principio clave de las enseñanzas de Patañjali, el sabio hindú del siglo II a.C. autor de los Yoga Sutras, uno de los textos esenciales del yoga.
En Japón, no solo simboliza la buena suerte, sino también la longevidad, pues se dice que puede vivir mil años
En su filosofía, la meditación es el camino hacia la calma mental y la conexión con lo absoluto. Patañjali decía que la mente está en constante movimiento debido a los pensamientos y las emociones que la habitan. Solo cuando ese movimiento cesa, la realidad puede percibirse con claridad. La grulla, al permanecer inmóvil y atenta al movimiento del agua o el viento, simboliza esta enseñanza: la necesidad de centrar la mente, permitiendo que los pensamientos fluyan sin perturbar la calma interior.
Patañjali enseñaba que, para alcanzar la verdadera meditación, es necesario desconectarse del ruido exterior y dirigir la atención hacia el interior, como la grulla parece abstraerse fijando su atención solo en los movimientos del agua. Según él, solo se alcanzan los estados superiores de conciencia enfocando la atención en un solo punto. En este sentido, la postura de la grulla en equilibrio sobre una sola pata recuerda las asanas del yoga, que buscan fortalecer la estabilidad física y mental.
Patañjali, el sabio hindú del siglo II a.C. autor de los Yoga Sutras
Patañjali, que concebía la meditación no como un ejercicio aislado, sino como un camino de transformación, también enfatizaba el papel de la respiración pausada y consciente como una herramienta para aquietar la mente, alinearla con la armonía universal y conectarla con el momento presente.
Hoy tengo el placer de entrevistar a Vilma Montoliu autora, experta en meditación y creadora de la comunidad de crecimiento personal más grande en catalán.
Rosa: Vilma, ¿qué significa meditar? ¿Es lo mismo que pensar?
Vilma: Debemos entender la meditación como la rutina de ejercicios del cerebro (y del alma). La meditación puede ser un hábito espiritual, pero también puede no serlo. Tenemos la imagen del monje levitando en la montaña y lo que me gusta es desmitificar que tenga que ser una actividad sagrada, complicada o solo para unos poco eruditos. Sobre todo, meditar no es dejar la mente en blanco, pero sí que es aprender a observar sin juzgar lo que te sucede en la mente y también en el corazón, estando en el presente.
Vilma Montoliu autora, experta en meditación y creadora de la comunidad de crecimiento personal más grande en catalán
Rosa: Silencio y meditación forman un binomio inseparable, pero en tu libro Meditar dona vida explicas al lector que se puede practicar la meditación haciendo cola en el supermercado o mientras riegas las plantas, que la meditación está en nuestro interior.
Vilma: Sí, para la meditación el silencio puede ser totalmente prescindible. Si hay algún sonido que te resulte molesto, puede ser también un buen ejercicio. Debemos aprender a desengancharnos de que aquello nos está molestando. Es parecido a cuando juzgamos a una persona por su forma de vestir, por ejemplo, es a ti a quien le molesta cómo viste ese hombre o esa mujer y eso habla de ti, no de él o de ella.
Mi objetivo en el libro era desacralizar la meditación y comprender que los pilares son la presencia, la observación sin juzgar y el agradecimiento. Cuando tenemos claros estos tres elementos, podemos convertir cualquier tarea cotidiana en una meditación porque si hay cosas que nos molestan alrededor (por ejemplo, el ruido), también podrán formar parte de la actividad para trabajar, por ejemplo, la aceptación de la imperfección.
Rosa: ¿Cómo podemos aprender a meditar no solo en la inmovilidad, sino también en movimiento?
Vilma: ¡De muchas formas! Para mí un buen ejemplo son las personas que practican deporte de forma habitual. Uno puede vivir el deporte desde la exigencia y la evasión o incluso desde el odio hacia su propio cuerpo, sin embargo, también puedes practicar deporte agradeciéndole a tu cuerpo todo lo que hace por ti y conectado con el presente, viviendo de forma muy consciente cada movimiento.
Al final, resumiéndolo mucho, se basa en estar aquí y en el ahora, pero también usando tu mente para focalizarte en aquello que deseas y aprendiendo a observar la olla de grillos que suele ser nuestra mente.
Rosa: Respiración y meditación también van de la mano. Patañjali consideraba que la respiración consciente es una de las claves para aquietar la mente. ¿Qué papel juega la respiración en la meditación y en nuestra vida diaria?
Vilma: Todo. De hecho, una de las formas de convertir cualquier actividad en meditación es practicarla manteniendo la conexión con la respiración. La respiración es el espacio que une la mente y el corazón con el cuerpo.
Si aprendemos a escuchar la respiración, podremos saber cómo está nuestro cuerpo y qué es lo que necesita. Muchas veces hay cosas que nos estresan, pero estamos tan estresados que no nos damos cuenta. Sin embargo, nuestro cuerpo empezará a respirar de forma más entrecortada o por la boca: ahí tendrás las pistas para saber que estás estresado.
Por otro lado, la respiración es el vehículo que nos puede llevar hacia los pilares fundamentales de los cuales ya he hablado: la presencia, la observación sin juzgar y el agradecimiento.
En muchas ocasiones les digo a mis alumnos, clientes y lectores que parar un segundo y hacer una respiración profunda ya es una mini meditación. No debemos exigirnos grandes ratos de meditación sentados en la postura de la flor de loto, tenemos que ser realistas y amoldar esta maravillosa práctica a nuestras necesidades y tiempos diarios.
La respiración consciente es la meditación primaria y la base para una vida serena y feliz.
Vilma Montoliu también es autora de varios libros
Rosa: La meditación calma la mente, pero ¿transforma la manera en que percibimos y afrontamos la vida?
Vilma: Absolutamente. No conozco a nadie que la meditación no le haya cambiado la vida, de hecho, cuando uno empieza a meditar tiene la necesidad de contarlo porque desea que todo el mundo experimente ese bien en su día a día. ¡Es contagioso!
Mira, Rosa, para alguien que se lo esté planteando o que todavía lo vea como algo raro o con estigma le diría que se imagine la meditación como una herramienta parecida a tener la madre perfecta: te escucha, te cuida, está por ti, te ayuda a ser independiente, no te juzga, te vuelve valiente, te enseña a tener empatía, a poner límites y a irte de sitios que te hacen daño.
Rosa: La grulla es símbolo de quietud, ¿qué podemos aprender de esta ave para mejorar en la práctica de la meditación? El filósofo y matemático francés Blaise Pascal apuntaba que “toda infelicidad del hombre deriva de no saber quedarse quieto en una habitación”. ¿Compartes esta idea?
Vilma: Muchas veces pensamos que tenemos que hacer más y lo que tenemos que hacer es menos, ¿verdad?
Cada persona es diferente y todos debemos encontrar la forma de meditar, así que quizá gente muy extrovertida o con mucha energía sí que necesiten irse de la habitación. No hay fórmulas mágicas o más bien solo existe una: escucharse a uno mismo y reconocer desde qué lugar actuamos: ¿estás huyendo de tu soledad, necesitas aprobación por parte de los demás o te entregas porque quieres dar amor de forma altruista…? ¿Desde dónde hacemos las cosas que hacemos? Reconocer eso es clave para ser de verdad libre.
Rosa: Thich Nhat Hanh, monje budista y maestro zen, decía que “la meditación no es una evasión, sino un encuentro con la realidad”.
Vilma: Totalmente. No se puede añadir mucho más a unas palabras tan sabias. Las cosas hay que verlas tal como son y en ese encuentro debemos reconocer las emociones que nos provocan, pero no vivirlas con dramatismo.
Rosa: En tu último libro Sóc com el mar, utilizas el mar como metáfora de nuestro mundo emocional. ¿Cómo podemos aprender a fluir con las emociones en lugar de resistirlas?
Vilma: Acompañarlas es la clave. Muchas veces cuando estamos tristes creemos que esa tristeza durará para siempre y esa creencia nos entristece todavía más y nos desespera, y nos aleja de vivir nuestra tristeza con serenidad.
La tristeza está bien, la alegría está bien, la ira está bien, la envidia está bien. No hay emociones malas, simplemente tenemos que acompañarlas comprendiendo que nada dura para siempre. Hoy estoy triste y no pasa nada, lloraré, se lo contaré a una amiga, escribiré, me daré un paseo largo… acompaño lo que siento porque no me juzgo y porque sé que mañana será distinto.
Vilma ayuda a la gente a meditar
Rosa: Dime dos motivos de por qué deberíamos integrar la meditación en nuestra vida y no contemplarla como una práctica aislada.
Vilma: Uno, reaccionarás mejor a todo lo que pase a tu alrededor. Dos, te querrás más. Y te regalo otra, vivirás menos enfadado.
Rosa: Santa Teresa de Jesús consideraba la meditación no solo como un ejercicio intelectual, sino como un diálogo amoroso con lo divino. ¿Crees que la meditación es una forma de conectar con algo trascendente?
Vilma: Para quien lo desee así es, sí. Pero no hace falta ser una persona espiritual para meditar, no hace falta creer en Dios ni nada parecido. Si quieres creer y es tu sentir, es perfecto, pero si eres cero espiritual, también te beneficiarás de los efectos de la meditación en el cuerpo y en la mente. Respecto a esto, mi opinión o creencia personal no importa, pero ¡¿qué bellas las palabras de Santa Teresa de Jesús, no?!


