En algunas ciudades, los perros callejeros no buscan comida ni cobijo: parecen estar allí por algo más. No hay señales visibles, pero su presencia tiene un orden, como si patrullaran, como si custodiaran algo que solo ellos conocen. Algunos se limitan a merodear, otros se mueven como guías atentos. No ladran sin motivo, no avanzan sin mirar atrás. En lugares concretos, a horas muy concretas, su comportamiento sugiere que tienen un propósito.
George lo descubrió en Guatemala. Salió de madrugada, con la idea de subir una montaña para ver el amanecer. Caminaba por las calles casi vacías cuando se cruzó con el primero. Luego vino otro. Y otro más. Sin haberlo decidido, acabó rodeado de una manada que parecía conocer perfectamente el camino.
Protectores
El grupo llegó entero a la cima y se quedó allí sin mostrar prisa por irse
Las imágenes que grabó con su móvil y que luego publicó en TikTok muestran cómo estos perros lo acompañan en fila, atentos a sus pasos. “Dijeron: Síguenos que sabemos un buen sitio”, escribió un usuario que vio la escena en la red social.
A las 4:48 ya estaban ascendiendo. El grupo no paraba de crecer. Algunos perros se adelantaban, otros lo esperaban si se detenía. Según contó en su vídeo, incluso ladraban si detectaban alguna amenaza en el trayecto.
Sobre las 5:13, ya eran una decena y todos iban juntos. Caminaban completamente acompasados como si llevaran tiempo entrenando para esto, como si no fuera la primera vez que hacían ese recorrido acompañando a alguien. Quizás para asegurarse de que llegara a la cima sano y salvo.
La subida continuó sin sobresaltos. A las 5:30, ya muy cerca del final, seguían todos allí. Ninguno se desvió ni pareció cansado. En un momento del vídeo, George enfoca el paisaje: se ve la ciudad al fondo, todavía medio dormida, y a su alrededor, los perros, sentados o tumbados, atentos al horizonte. Algunos se acercan a él y se dejan acariciar sin moverse del sitio.
Con la primera luz del sol, todos estaban allí. El chico, que venía solo, acabó compartiendo el amanecer con una decena de compañeros que no había elegido, pero ellos a él sí. Ninguno de ellos se marchó antes de tiempo. Permanecieron allí, en silencio, como si ese fuera su destino. Como si llevaran años esperando a alguien que quisiera ver el sol salir desde aquella montaña.
