Los dos basset hound aparecían tumbados en el suelo, mirándose de reojo y lanzándose ladridos cortos que parecían formar parte de una conversación interminable. En lugar de levantarse para marcar territorio o imponerse físicamente, mantenían la posición y respondían con resoplidos y gruñidos suaves, como si ese fuera su método habitual de discutir.
La escena, grabada en una vivienda de Knoxville, en el estado de Tennessee, mostraba a los perros inmóviles salvo por los movimientos de cabeza y las orejas agitándose con cada ladrido. Al final del primer tramo del vídeo se percibía que ninguno pensaba cambiar de postura, aunque la tensión se mantenía.
Pereza extrema
No se mueven ni aunque estén a ladrido pelado
En las imágenes compartidas en TikTok, la persona que los grababa añadía un texto en pantalla en el que planteaba una duda que resumía el desconcierto ante el momento, preguntando qué podía haber provocado el enfrentamiento.
Aunque el origen del rifirrafe no quedaba claro, la secuencia dejaba ver que ambos seguían el hilo como si la discusión tuviera un argumento sólido. El encuadre mostraba a los dos a escasos centímetros, casi hocico con hocico, mientras sus cuerpos permanecían relajados sobre la alfombra.
La publicación incluía además un comentario que apuntaba a quién parecía haberse impuesto al final de ese intercambio. En el pie de vídeo se podía leer que “Winnie tuvo la última palabra”, en referencia a una de las perras, que cerraba la secuencia con un ladrido más largo que los anteriores. Este apunte completaba la pequeña narración que acompañaba a las imágenes, dándole un cierre propio dentro de la pieza audiovisual.
La reacción de quienes vieron el vídeo fue inmediata y en buena parte humorística. Entre los comentarios, varios usuarios describían la escena como la pelea más perezosa que habían presenciado, mientras otros ironizaban con que ninguno de los dos animales veía necesario levantarse para continuar el debate. Algunos incluso proponían teorías sobre el motivo de la disputa, como la posibilidad de que discutieran por decidir cuál de los dos era el más perezoso.
Más allá de las hipótesis, la interacción dejaba claro que se trataba de perros acostumbrados a convivir. Esa manera de discutir sin levantarse parecía fruto de una relación larga, en la que la jerarquía se establece a base de ladridos cortos y miradas fijas. Y, visto lo visto, a ninguno le corría prisa cambiar un método que les permitía ganar o perder sin moverse.