Cada vez son más los dueños que se desesperan al pasear con su perro porque la correa se convierte en un campo de batalla. La reacción más habitual es cambiar de arnés o probar con un modelo distinto de correa, convencidos de que ahí está la solución. Sin embargo, el adiestrador canino Alan Peiró pone de manifiesto otra realidad,. “Si tu perro tira de la correa, el problema no es la correa. Tiene más que ver con la gestión emocional del paseo”, explica.
Peiró insiste en que no se trata de un acto de desobediencia, sino de una manifestación de sobreexcitación, ansiedad o falta de conexión con la persona que acompaña al animal. “Tirar no es desobediencia, es sobreexcitación, ansiedad o falta de conexión durante el paseo”, recalca.
El problema no es la correa, tiene más que ver con la gestión emocional del paseo
Para el especialista, la clave está en cambiar el tipo de paseo. No basta con salir a que el perro gaste energía. Se trata de ofrecer un espacio estructurado que combine distintos momentos: calma, exploración mediante el olfato y una interacción tranquila con el humano. Este enfoque permite que el animal libere tensión, regule mejor su estado emocional y aprenda a caminar con mayor equilibrio.
Detenerse a oler no debería considerarse una pérdida de tiempo, sino una forma de enriquecer el paseo y reducir la ansiedad. De la misma manera, incluir pausas de calma y momentos de conexión ayuda a que el perro no viva el exterior como un estímulo desbordante que le obliga a tirar continuamente.
El experto reconoce que los arneses y las correas son herramientas necesarias, pero insiste en que por sí solas no solucionan los tirones. “Muchos tutores cambian mil correas y arneses buscando una solución mágica”, comenta, aunque advierte de que sin un trabajo emocional detrás, la frustración seguirá apareciendo en cada salida.
La gestión de la conducta durante los paseos, es un proceso que requiere tiempo, paciencia y consistencia. Los cambios no llegan de inmediato, pero sí se consolidan cuando se incorporan rutinas claras que refuercen la calma y el vínculo.

No basta con salir a que el perro gaste energía. Se trata de ofrecer un espacio estructurado que combine distintos momentos.
Cuando haya comunicación real con su humano, mejorará muchísimo la conducta con la correa
El paseo es un espacio en el que se construye confianza, se fortalece la relación y se enseña al animal a regular sus emociones, ya que donde haya “comunicación real con su humano, mejorará muchísimo la conducta con la correa”, asegura.
El adiestrador concluye que los buenos hábitos se construyen poco a poco. Con dedicación y pequeñas mejoras, los paseos dejan de ser una fuente de tensión y se convierten en una experiencia compartida que beneficia tanto al perro como a la persona que lo acompaña.