Quienes convivimos con gatos sabemos que cada uno tiene su propio carácter, su forma única de comunicarse y de relacionarse con el mundo. Muchos de esos rasgos tienen su origen en los primeros meses de vida, una etapa crítica en la que la madre y los hermanos juegan un papel insustituible en el desarrollo del cachorro.
La madre gata no es solo quien alimenta y protege: es la primera maestra de sus crías, quien les enseña a ser gatos. A través de su comportamiento, los pequeños aprenden a regular sus emociones, a gestionar la frustración y a desenvolverse con seguridad en situaciones nuevas. Observándola, entienden cómo actuar ante un ruido inesperado, cómo cazar a una presa o cómo mantener la calma tras una sesión de juego.
“Nunca imaginé que una gata pudiera enseñar tanto con solo estar presente”, me decía hace poco una clienta que había acogido a una madre que acababa de dar a luz a sus cinco cachorros.
Uno de los momentos clave de esta etapa es el destete, que suele iniciarse hacia la cuarta semana de vida y completarse alrededor de la octava. Durante este proceso, la madre empieza a rechazar gradualmente a sus crías cuando intentan mamar, enseñándoles a gestionar la frustración. Este aprendizaje es fundamental para que, ya de adultos, puedan manejar sus emociones y adaptarse con equilibrio a los desafíos de la vida.
El aprendizaje durante el destete es fundamental para que, ya de adultos, puedan manejar sus emociones
Los hermanos de camada también desempeñan un papel esencial. A través del juego, los gatitos aprenden a medir la fuerza de sus mordiscos y zarpazos, a interpretar señales corporales y a establecer límites. Este entrenamiento temprano les prepara para relacionarse de forma adecuada con otros gatos y con las personas, reduciendo la probabilidad de comportamientos bruscos o agresivos en el futuro.
“Desde pequeños se avisaban entre ellos si uno se pasaba jugando”, me comentaba una voluntaria que cuidó durante meses a cuatro hermanos rescatados.
Los hermanos de camada desempeñan un papel esencial en el aprendizaje de los gatos.
Entre las dos y las siete semanas de vida se da el llamado periodo de socialización. Durante ese tiempo, los gatitos deben exponerse a una variedad de estímulos: personas de distintas edades, otros animales, ruidos, olores y experiencias como las visitas al veterinario. Los que crecen acompañados de su madre y hermanos, mientras se enfrentan de forma gradual y positiva al entorno, se convierten en adultos más seguros, confiados y adaptables. En cambio, quienes no atraviesan adecuadamente esta fase pueden volverse temerosos o desarrollar problemas de conducta que comprometan su bienestar.
Además del desarrollo emocional y social, la salud física también depende en gran medida de la madre. Su leche contiene una combinación única de nutrientes, anticuerpos y enzimas que fortalecen el sistema inmunológico y protegen al gatito durante sus primeras semanas. Ninguna leche artificial, por avanzada que sea, puede replicar ese equilibrio perfecto, y los gatitos criados con biberón suelen presentar una salud más frágil y mayor vulnerabilidad ante infecciones y enfermedades.
La leche materna contiene una combinación única de nutrientes, anticuerpos y enzimas que fortalecen el sistema inmunológico
“Crié a Melón con biberón y, aunque salió adelante, siempre ha sido muy delicado”, me contaba hace poco una clienta que lo cuidó desde los tres días de vida. Por eso, si encontramos un gatito lactante, es importante intentar encontrarle una madre nodriza de su misma especie. Muchas gatas aceptan crías que no son suyas si están lactando, y esto puede cambiar por completo la vida de ese gatito. Si no es posible, debemos ser conscientes de que ese animal necesitará un trabajo de socialización extra, y que requerirá mucha paciencia, comprensión y contacto humano positivo durante su desarrollo.
Por todo ello, es fundamental que los gatitos permanezcan con su madre y hermanos al menos hasta las 8 semanas de vida, siendo lo ideal mantenerlos juntos hasta las 12 o incluso 14 semanas. Este tiempo les permite completar su aprendizaje y desarrollarse como individuos equilibrados, seguros y sanos, tanto física como emocionalmente. Solo entonces estarán realmente preparados para afrontar una nueva etapa en un hogar humano.
Separarlos antes de tiempo (ya sea por ilusión, desconocimiento o prisas) puede privarlos de experiencias esenciales que marcarán su carácter para siempre. Si alguna vez encuentras una camada huérfana, no los separes. Ya han tenido la desgracia de perder a su madre, y apartarlos también de sus hermanos sería arrebatarles uno de sus últimos vínculos naturales. Mantenlos unidos hasta que se hayan desarrollado por completo.
Y si estás pensando en adoptar, espera el tiempo necesario para que hayan aprendido todo lo que solo su madre y sus hermanos pueden enseñarles. Porque, por mucho que lo hagamos con amor, nunca podremos sustituir lo que una madre gata ofrece. Ella no solo alimenta, limpia y abriga: les enseña a ser gatos, y eso es algo que nosotros, por más buena voluntad que tengamos, no podemos replicar. Permitirles crecer con su madre y hermanos es, muchas veces, el mayor acto de amor y respeto que podemos ofrecerles. Y es también la mejor forma de asegurarles una vida larga, feliz y equilibrada.




