“Cuando mi gato era pequeño me hacía gracia que me cazara los dedos, pero ahora me muerde con fuerza y me da miedo jugar con él”: cómo evitar los mordiscos de los felinos durante el juego

Cuidados

La respuesta a por qué el animal muerde cuando juega con su tutor puede ir por dos vías distintas: o porque es un cachorro y no tiene compañía felina, o porque le hemos enseñado que puede hacerlo

En la mayoría de casos, hay solución; con paciencia es posible reconducir la conducta, permitiendo que el gato esté estimulado sin que tus manos o tobillos sufran las consecuencias

Algunos gatos han aprendido que pueden morder a sus tutores u otras personas.

Algunos gatos han aprendido que pueden morder a sus tutores u otras personas. 

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Aunque parezca un simple juego, para un gato cada acecho y salto es un entrenamiento de caza: se agazapa, calcula la distancia con precisión, salta, atrapa y muerde. No importa que lo haga con un plumero o un ratón de tela, su mente está practicando para cazar, y su cuerpo se mueve como si persiguiera una presa en el bosque. Porque aunque comparta sofá contigo, tu gato sigue siendo un animal cazador.

La caza no es solo una forma de alimentarse: es una necesidad biológica y emocional. Cazar le aporta estimulación mental, ejercicio físico y satisfacción. Y es precisamente esta necesidad de cazar la que se expresa en el juego, ya que el juego felino es, en realidad, una simulación de la caza. En esta simulación, el uso de las garras y la mordida es natural y al atrapar su “presa” (el juguete), el gato la muerde para inmovilizarla. Para él, es un comportamiento instintivo y satisfactorio. El problema surge cuando esa “presa” son nuestras manos o pies.

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Aquí aparece una de las consultas más frecuentes: ¿por qué mi gato me muerde mientras juega conmigo? La respuesta puede ir por dos vías distintas: o bien porque es un cachorro y no tiene compañía felina, o bien porque le hemos enseñado que puede hacerlo.

Y es que muchas veces, sin darnos cuenta, enseñamos a nuestros gatos que nuestras manos son juguetes. Movemos los dedos delante de ellos incitándoles a atraparlos, dejamos que cacen nuestros pies mientras nos movemos por casa, o jugamos con ellos con las manos porque “son pequeños y no hacen daño”. Al hacerlo, estamos transmitiéndoles un mensaje: “mis extremidades son tus presas”.

Si regañamos al gato por un comportamiento que nosotros mismos le hemos enseñado, le generaremos confusión y frustración

De este modo, lo que comienza como un juego aparentemente inofensivo se convierte con el tiempo en un problema de comportamiento llamado agresividad por juego, que no es un signo de maldad, sino un problema de aprendizaje en el que el gato interpreta nuestras manos y pies como presas, convirtiendo el juego en un acecho en el que cazar nuestras extremidades. Así, los mordiscos pueden ser cada vez más intensos a medida que crece y desarrolla su fuerza mandibular. Además, si se le regaña o castiga por un comportamiento que nosotros mismos le hemos enseñado y que él considera normal, se genera confusión y frustración, reforzando aún más la conducta.

De los mordiscos al uso de comederos interactivos

Marta estaba preocupada por Gazpacho, su gato panterita de un año, que había comenzado a morderle con fuerza. “Cuando Gazpacho era pequeño jugábamos con las manos, me hacía gracia que me cazara los dedos. Pero ahora se lanza de repente y me muerde con fuerza, incluso cuando paso por el pasillo. Me da miedo jugar con él porque acabo llena de mordiscos”.

El caso de Marta es muy habitual: Gazpacho no es un gato “agresivo”, sino un gato joven al que se le ha enseñado que las manos son presas. Al no canalizar correctamente su instinto de caza, termina liberando su energía con su humana.

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Tras recibir pautas personalizadas, Marta comenzó a utilizar plumeros y cañas para jugar a diario, evitando las manos por completo. Introdujo comederos interactivos, sesiones de juego estructurado y enriquecimiento ambiental. Poco a poco, Gazpacho redujo los ataques a las manos, y Marta recuperó la tranquilidad y la confianza para disfrutar del juego con su gato sin miedo a los mordiscos. “Ahora disfruto muchísimo más jugando con Gazpacho. Me doy cuenta de que él no entendía por qué le reñía cuando me mordía, y es que, sin darme cuenta, yo le había enseñado a atacarme.” 

La prevención comienza con un cambio de hábitos. No hay que utilizar nunca las manos ni los pies como juguetes, ya que, unque sean pequeños y sus mordiscos no hagan daño, evitarlo desde el inicio es clave para que no asocien nuestras extremidades con la caza. También es necesario usar juguetes adecuados, como plumeros, cañas con cuerda, pelotas o ratones de tela, así como ofrecer sesiones de juego estructuradas a diario. Hay que tener en cuenta que los gatos necesitan jugar para liberar energía y estimular su mente, así que dedicar 10 o 15 minutos varias veces al día a un juego activo, ayuda a evitar que busquen “cazar” de forma incorrecta. Además, hay que fomentar el juego en solitario con juguetes interactivos que no precisen de ti.

Si tu gato muerde mientras juega, no lo hace por maldad. Está expresando su instinto de caza de la única forma que sabe y que, sin querer, le hemos enseñado. Cambiar la forma de interactuar con él, proporcionarle juego adecuado y respetar su naturaleza cazadora son claves para evitar que el juego se convierta en un problema. Con paciencia y consistencia, es posible reconducir esta conducta, permitiendo que tu gato sea feliz, activo y mentalmente estimulado, sin que tus manos o tobillos sufran las consecuencias.

Es importante saber que este tipo de problemas tiene solución en la mayoría de los casos. Eso sí, requiere paciencia y constancia, porque no es un cambio que ocurra de un día para otro. Tu gato necesita tiempo para desaprender lo que ha aprendido y reaprender a jugar de forma adecuada. Con acompañamiento y juego estructurado, tu gato podrá desarrollar su instinto cazador de forma saludable, y tú podrás disfrutar de su compañía sin miedo a los mordiscos.

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