La Navidad es un periodo que asociamos inmediatamente con luces, adornos, magia y una intensa actividad social. Sin embargo, detrás de este brillo festivo se esconde una realidad muy diferente para nuestros peludos. Lo que para nosotros es una celebración alegre, para muchos gatos puede convertirse en un periodo de estrés silencioso, un desafío constante a su profundo deseo de estabilidad y orden. Nuestra tarea como tutores es entender esta diferencia de percepción y actuar con empatía para asegurar su bienestar.
El pilar de la tranquilidad de un gato es su rutina. Son criaturas profundamente ritualistas, que construyen su seguridad emocional en la repetición diaria: la hora de comer, la disposición de sus recursos, los momentos de juego y la quietud nocturna. Cuando las fiestas llegan, esta estructura se tambalea. De repente, los horarios se vuelven irregulares, el hogar se llena de estímulos desconocidos y la casa se transforma. Mantener, aunque sea, un par de hábitos invariables puede ayudarles a sostener un mínimo de control dentro del cambio generalizado.
El estrés en gatos puede manifestarse de muchas maneras: desde esconderse con más frecuencia, hasta perder el apetito, acicalarse en exceso, emitir maullidos inusuales o mostrarse irritables.
El estrés puede manifestarse de muchas maneras: desde esconderse con más frecuencia, hasta perder el apetito, acicalarse en exceso, emitir maullidos inusuales o mostrarse irritables. No son “malas conductas”, sino señales claras de que su equilibrio emocional ha sido alterado. En estas situaciones, ofrecer espacios tranquilos y reducir la cantidad de estímulos suele aliviar gran parte de su tensión.
La decoración navideña es otro aspecto delicado. Para nosotros, el árbol es un símbolo festivo; para el gato, una intrusión en su territorio. Su tamaño, su olor, los adornos que cuelgan y las luces intermitentes pueden generar una mezcla de curiosidad, alerta e incomodidad. Si pones árbol de Navidad, resulta útil permitir primero que el animal lo explore sin adornos durante un par de días, de modo que pueda familiarizarse con él, sin tantos estímulos añadidos. Asegurarlo bien para evitar vuelcos y optar por adornos irrompibles en las zonas más accesibles reduce riesgos sin necesidad de renunciar a la decoración.
Las comidas festivas, tan disfrutadas por nosotros, representan otro riesgo a tener en cuenta. Una parte considerable de los alimentos típicos de estas fechas es tóxica o peligrosa para los gatos
También debemos tener en cuenta los peligros físicos más directos: adornos frágiles que pueden romperse, cables que llaman la atención para morderlos, guirnaldas que pueden ingerirse o plantas decorativas (como la Flor de Pascua, el acebo o el muérdago) que resultan tóxicas para los gatos. Estos elementos, que a menudo pasan desapercibidos para los humanos, pueden suponer un auténtico desafío para un animal tan sensible a los cambios. En mi práctica profesional veo este patrón cada año, y una parte de estas recomendaciones las he recopilado en el ebook Feliz Miauvidad, pensado precisamente para ayudar a anticiparse a los factores de estrés propios de estas fechas. Elegir materiales seguros o mantener los elementos más comprometedores fuera de su alcance minimiza situaciones de urgencia.
El ruido constituye uno de los problemas más invisibles. Los gatos poseen un oído extraordinariamente sensible, capaz de percibir frecuencias imperceptibles para nosotros. Entre música, conversaciones simultáneas, juguetes sonoros y pirotecnia, la carga acústica de la Navidad puede resultar abrumadora. Preparar una habitación tranquila, con persianas bajadas, lugares para esconderse y un ambiente estable, puede convertirse en un refugio seguro ante momentos de estrés. Es aconsejable habilitar este espacio antes de que lleguen los días más intensos, para que el gato ya lo viva como un lugar familiar.
Las comidas festivas, tan disfrutadas por nosotros, representan otro riesgo a tener en cuenta. Una parte considerable de los alimentos típicos de estas fechas es tóxica o peligrosa para los gatos: desde el chocolate hasta las uvas, la cebolla, el ajo o los huesos. Mantener la comida lejos de su alcance y evitar ofrecerles restos de la mesa es la forma más sencilla de prevenir incidentes. Si queremos incluirlos de algún modo en la celebración, es preferible recurrir a comida específica para gatos o a pequeñas porciones de carne cocida sin condimentos.
La llegada de invitados también altera profundamente la atmósfera del hogar. Cada persona trae nuevos olores, voces y dinámicas. Mientras algunos gatos se muestran curiosos, otros lo perciben como una invasión directa de su espacio. La habitación segura es clave y les permite gestionar a su ritmo la presencia de visitas. También resulta útil informar a los invitados de que no deben perseguir ni intentar tocar al gato.
Lo que para nosotros es una celebración alegre, para muchos gatos puede convertirse en un periodo de estrés silencioso.
En última instancia, la clave de unas fiestas tranquilas para ellos reside en la empatía y la preservación de ciertos rituales cotidianos que actúan como anclajes: el juego al terminar la jornada, el momento de caricias por la mañana, o ese rato de descanso juntos en el sofá. Seguir con estos pequeños gestos, aunque parezcan sencillos, actúan como un pilar para el gato, ayudándole a sobrellevar el ruido, los cambios y la actividad de la casa durante las fiestas.
No se trata de renunciar a la celebración navideña, sino de adaptarla con sensibilidad. La anticipación, la observación y la organización permiten reducir el estrés y prevenir riesgos. Con algunas medidas sencillas (espacios seguros, hábitos estables y una decoración planteada con criterio) es posible disfrutar de la Navidad sin que nuestros gatos paguen el precio de la sobrestimulación. Si decidimos vivir estas fiestas también desde su perspectiva, la convivencia fluye con armonía y todos podemos compartir el espíritu navideño sin sacrificar su bienestar.


